Música

Suede: un bello romance tóxico

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Ambulante 2024

El estilo de Suede radica en los quiebres. Con su debut de 1993 presentaron canciones que abordaban los excesos encarnados en el binomio de energía sexual de Brett Anderson y las guitarras musculosas de Bernard Butler. Ganaron el Mercury Prize y establecieron (para bien y para mal) un fenómeno editorial y de marketing que perduraría durante la década de los 90: el britpop. Ellos, inteligentes, supieron librarse pronto de aquello con su siguiente álbum, Dog Man Star (1994), en donde se fueron al lado opuesto del mainstream al explorar texturas que harían sentirse orgulloso a Scott Walker y al Bowie de Diamond Dogs y Station to Station. Tras la ruptura creativa entre Butler y Anderson, que derivó en la salida del primero, todo mundo pensó que Suede estaba arruinado, pero publicaron el maravilloso Coming Up, lleno de diamantina y fosforescencias: el antónimo de su antecesor. Y así hasta llegar a Autofiction (2022), en donde se reinventan en clave post-punk, lo cual será discutido unas líneas más adelante. 

TXT:: Miguel Morales / @_moralesmiguel / FOT:: Joseph Spencer

En 2018, durante una entrevista que dio previo a la publicación del octavo álbum de Suede (The Blue Hour), Brett Anderson dio un comentario elogioso sobre el debut de la banda Shame, Songs of Praise. En aquella charla otorgada a NME, el ícono britpop dijo: “Hay cierta energía [del disco] que me interpela. Es musicalmente brillante, el trabajo de guitarras es fantástico”. Tres años más tarde, en una serie de recomendaciones que dio a The Guardian, él mismo mencionó a Dry Cleaning como su banda favorita del momento. Nuevamente el post-punk rondaba los oídos del líder de Suede, como cuando lo hizo en sus años de adolescencia en la década de los 80, con The Fall o Wire

Esas pistas sonoras sumadas a algunas canciones guitarreras recientes (“Outsiders”, “Don’t Be Afraid If Nobody Loves You”), auguraban un nuevo terreno más rejuvenecido para Suede en su novena placa: Autofiction (2022). Se sabe que desde su regreso con Bloodsports (2013), el quinteto inglés ha brindado una de las carreras más sólidas entre las agrupaciones catalogadas en su momento como britpop, las cuales cayeron en el olvido, se extinguieron debido a peleas o bien, decidieron autoplagiarse. Sin realmente compartir rasgo estilístico alguno con sus coetáneos, Suede siempre fue un paso más allá en el impulso creativo al abanderar un sentimiento constante de insatisfacción que los hacía captar nuevos bríos con cada disco. 

Brett ha mencionado en diversas ocasiones que tras el lanzamiento de Dog Man Star (1994), la que tal vez sea su obra cumbre inalcanzable, la única salida que tenía Suede era la de hacer un disco totalmente opuesto. De ahí salió el brillante Coming Up (1996). Un cuarto de siglo después, con canas, hijos, un estatus que mantener y todas las responsabilidades que implica envejecer, la banda ha decidido publicitar su nuevo álbum con referencias a las bandas al inicio de este texto mencionadas; una especie de nueva carta de presentación a un estilo rejuvenecido. Tratando de reforzar esa idea, el cantante ha dicho: “Autofiction es nuestro disco punk (…) Sólo nosotros cinco en una habitación con todos los fallos y errores revelados; la banda misma expuesta en todo su desorden primario”. 

La palabra clave en la cita de Brett es “nuestro”: para nada se trata de un álbum punk en el estricto sentido musical, sino que es la perspectiva que tiene Suede de la estética y elementos del post-punk, los cuales han sido canibalizados en el sonido característico del quinteto; lleno de drama, melodías midtempo, finales que alcanzan altos niveles de emotividad, virtuosismo y una presencia vocal que aún sigue guardando guiños a Bowie. Por ende, no encontraremos abundantes guitarras desafinadas o una producción cruda a lo PiL o Joy Division, sino un acercamiento a los orígenes del grupo y un pretexto para dotar de vida al sonido Suede. Entendiendo eso, los matices empiezan a salir: la crudeza se traduce en el ruido de un cable conectándose a un amplificador (efecto que se replicará al final de la última canción) en el primer segundo de “She Still Leads Me On”. 

Hay grandes temas abridores en toda la discografía de Suede y el mencionado es un himno lleno de arpegios y guitarras directas, un amuleto personal dedicado a la recién fallecida madre de Brett. El foco de la narración se va al remordimiento y el amor perdido, temas recurrentes en Suede, pero aquí hay una dulzura vigorosa que hace pensar que se trata de algo distinto. Estamos ante el Brett más confesional, presente en canciones como “Still Life”, “Two of Us” o “Pale Snow” y “Life is Golden”. Escucharlo cantar “Cuando pienso en todos los sentimientos que le escondí”, seguido de un “en muchas formas sigo siendo un niño pequeño”, te hace mirar hacia dentro de ti para devolverle al viejo una sonrisa: sabe captar todas esas sensaciones no resueltas hacia los padres. El anzuelo post-punk viene de esta canción y el experimento seguramente se escuchará mejor en vivo, entre la multitud.

Suede nos ha llevado por sucios callejones londinenses y ha entonado extraños himnos de amor (“Trash”) en donde la lucha de clases, la pobreza y la rareza nos hacen anhelar ese sentimiento de “nosotros contra el mundo” que el mismo Anderson ve en canciones como “Heroes” de David Bowie. En esa mezcla de ciencia ficción, toxicidad y romanticismo radica la belleza de Suede. Pero es a partir de su regreso en 2013 que nos encontramos con gemas en donde la desesperanza late con fuerza. Por ejemplo, en “I Don’t Know How To Reach You”, incluida en Night Thoughts (2016), Brett canta a la frustración de quienes han tenido errores y ya no pueden resarcirlos. 

De manera similar, el narrador de “Drive Myself Home” se encuentra atrapado por decisiones del pasado. Mira al retrovisor, se encuentra ensimismado, rogándole a un fantasma: “seré lo que quieres que sea”, mientras regresa a casa. El piano Neil Codling reta a la voz en cuanto a sensibilidad y demuestra por qué es una pieza fundamental en el sonido Suede. Desde aquellos acordes tempranos de “Saturday Night”, el eterno efebo del grupo ha sido visto con animadversión, pero a partir del regreso triunfal de la banda con Bloodsports (2013) ha brindado gemas que siguen en el repertorio en vivo. “Outsiders” (incluida en el mencionado álbum de 2016) y “Flytipping” (catedral con la que cierra The Blue Hour, de 2018), consideradas hoy temas clásicos entre los suedelovers, fueron confeccionadas en buena medida por él. Con su hermoso ambiente orquestal que recuerda a “Still Life” y a “Pale Snow”, el álbum nos muestra su verdadera alma, melancólica y desbordante en reflexiones. 

Pese a la corteza áspera y post-punk con la que se anuncia Autofiction, el disco más bien ahonda en la soledad de la trilogía azul conformada por los álbumes que publicaron en la década pasada. Antes se apelaba a los salvajes (the wild ones), a los bonitos (the beautiful ones), a los cerdos (we are the pigs) o a los insaciables (the insatiable ones); ahora son los callados (the quiet ones). Aquellos que permanecen en las sombras, los que ocultan sus heridas bajo la ropa, los buscadores de problemas. Ahí el público al que se le canta. 

Pienso en las palabras finales de Tardes de persianas bajadas, el segundo tomo de la biografía de Brett, como una especie de summa ética de Suede en sus 30 años de carrera: “A veces no son los momentos brillantes los que nos definen, sino esos momentos previos, más oscuros, que conducen a ellos”. Con Suede ocurre que sus episodios más altos yacen en los periodos de reflexión y pesimismo, donde sus protagonistas se encuentran en jaque por las contradicciones (“I Don’t Know How to Reach You”), la adicción (“The Asphalt World”), el desamor (“The Chemistry Between Us”) y el paso de la edad (“When You Were Young”).

La mejor definición de Autofiction nos la brinda el propio Brett en la citada autobiografía al hablar de su debut homónimo: “La sensación que produce el álbum sigue encantándome: se encoleriza, grita, chilla y cuchichea, y de un modo extraño, plasma en cierto modo la verdad de lo que éramos en ese momento de nuestras vidas: jóvenes, impertinentes, ambiciosos e imperfectos”. Todos esos elementos señalados (juventud, ambición, imperfección) aquí son filtrados por la mirada retrospectiva y a la vez panorámica sobre el presente.

Cuando U2 sacó el desastroso How To Dismantle An Atomic Bomb (2004) queriendo subirse al tren del indie conceptualizado a nivel industrial, evidenció el agotamiento de su estilo y falta de adaptación a corrientes novedosas. Suede, por el contrario, se rejuvenece momentáneamente absorbiendo, como lo mencioné antes, detalles de bandas post-punk, pero atravesados por la narrativa analítica de Anderson, un discurso acompañado por unas aventuradas guitarras de Richard Oakes que no se veían desde “Outsiders”. 

Autofiction es la respuesta sencilla y directa a la majestuosidad ominosa de The Blue Hour (2018). En sus 45 minutos, la vibra que se destila es la de un grupo que intenta renovarse como siempre lo ha hecho, pero desde un ángulo maduro. “Personality Disorder” y “15 Again”, si bien comparten ADN con temas de aquel disco previo (los arpegios oscuros, los estribillos enérgicos), ubicadas en la nueva placa sirven de descanso a los platillos fuertes, también colocados al final: “What am I Without You” y “Turn off Your Brain an Yell”. Tal vez los de Suede nunca tengan la celebridad que alguna vez gozaron Oasis y Blur, pero ellos nunca podrán llegar a la calidad y riesgo que Anderson y los suyos alcanzan con cada nuevo álbum; esa sensación de que sus canciones están hechas para personas con amores imposibles y luchan contra un mundo que se desmorona. 

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Staff

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