“¿Como puede ser posible que el giro de un disco resulte tan perfecto como para que la orquesta venga a tocar a nuestra casa, como si tal cosa?”
Pierre Shaeffer
En Spotify no se rayan las canciones, le decía a un amigo mientras viajabamos por Tamaulipas.
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En ese viaje, escuché obsesivamente “Himalaya” de Sebastiao Tapajos y Pedro dos Santos. Sentía una necesidad de estar en la pieza y la repetía constantemente, en ocasiones, hasta 20 veces al día. A veces, ni siquiera dejaba que terminara y a la mitad la volvía a repetir. Himalaya, sin principio, ni fin, compactada en el ahora.
TXT: CARLOS EDELMIRO
Hace unos días encontré ese apunte que hice durante una gira en 2019 del colectivo con el que colaboro, AjuaLab. Lo primero en lo que me hizo pensar fue en la cantidad de CDs que, de tanto escucharlos, ya no era posible reproducirlos. Un contrapunto que posiblemente no escuché en aquella ocasión: lo ilimitado, y a la vez distante, del stream; lo cercano, pero limitado del formato físico.
Un amigo me habla de una banda buenísima qué le salió en el Descubrimiento semanal de Spotify. Cuando le pregunté por el nombre, no pudo recordarlo. Pareciera que con el stream encontramos música que nos parece interesante, pero a la que no le concedemos valor.
¿Qué relación (o sensación de pertenencia) tenemos con las músicas (y formatos) que nos han acompañado por años? No es una regla obligatoria, pero, comúnmente, los gustos musicales de las personas se establecen entre la adolescencia y los 20s. Esto no sólo aplica al tipo de música que cada quien escucha, sino también a la percepción de cómo se escucha mejor: cuanto nivel de graves, qué tan cristalino o distorsionado, etc.
Buscando indagar en qué formato sentimos que la música se escucha “mejor”, Daniel Levitin hace un experimento: invita a varios estudiantes a escuchar la misma música en diferentes formatos para observar cuál les parece que suena mejor. Descubrió que los universitarios (al menos en el 2001) preferían el MP3 de 128kbps, una compresión muy baja (¡sordos! dirían algunos). En la siguiente gráfica se puede observar la drástica pérdida de agudos que presenta el MP3 a 128kbps.
Jonathan Sterne se lanza a postular que, posiblemente, a un baby boomer le hubiera gustado más el sonido de un vinil. Me quedo pensando y me da la impresión de que a mi me gustaria mas el CD. Con esto pareciera que nuestros oídos se adaptan al sonido del formato con el que crecimos.
Aun escuchando durante toda una vida la misma canción,
nunca será nuestra.
De un tiempo para acá, he pensado en la posibilidad de que nunca hemos comprado la música por la música misma. Esta siempre pareció estar acompañada de algo más. Canciones escondidas, booklets con lyrics, pósters, etc. El sentimiento de colocar el vinilo en el surco correcto; esperar el ⏪︎ rewind del casete; limpiar un CD para que no suenen clics. Esta fisicalidad extramusical pareciera ayudar a sentirnos más cerca de la música misma. Con esto no quiero decir que a los coleccionistas no les interesa la música y sólo buscan el producto, sino que buscamos aprehender a la música, hacerla nuestra.
(Evidentemente esa apropiación, ese nuestra es colectivo.)
Pero, independientemente de esa colectividad, ¿qué hace que escuchemos esa música como nuestra?
A pesar de la accesibilidad que se tiene en internet, sucede muchas veces que nos sentimos distantes, incluso de aquella música que nos gusta. En los últimos días, me ha pasado que quiero recordar un track en especial y tardo en recordar el nombre, algo que definitivamente no me pasaba con mi colección de CDs. El primero fue Ayya – second mistake, que me lo recordó una amiga después de buscarlo como loco por horas. El otro Asa Chang & Junray – Hana, que encontré después de unos días de escribirlo de todas las maneras posibles en google. La música parece que se nos escapa, pero el playlist la regresa a nosotros. Seguramente hay muchos ángulos desde donde abordar esto, pero para mí en las playlists se cumple (al menos un poco) ese sentido de pertenencia, de lo particular. Aquí les comparto 2 playlist: El primero es de recomendaciones que me ha hecho el algoritmo, el segundo es de álbumesque alguna vez tuve en físico. Ambos los hice especialmente para esta publicación, como una forma de reencontrarme y compartir esos sonidos que alguna vez han formado parte de mi vida, y los cuales podría decir, he sentido míos.