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Naranja Mecánica: La banda culichi que rechazó a Gustavo Santaolalla

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Ambulante 2024

A principios de los años 90, en Culiacán, la distribución de la música alternativa sucedía de mano en mano. No había otra manera de enterarse. Llegar a un disco de Iron Maiden, Pearl Jam, Nirvana o Depeche Mode se convertía en un reto. Luego, el ritual: reunirse en torno a un tocadiscos, escuchar los álbumes de principio a fin, apreciar la portada y leer las letras. En ese contexto creció Paco Pietsch, un músico que comenzó a tocar covers en el extinto Clips’s and Beer para luego firmar un contrato con Universal Music gracias a la banda culichi Naranja Mecánica y su disco Supetrip.

TXT:: Josué David Piña

Para entonces ya existía cierto movimiento local, con algunas bandas que producían música original. Confluían agrupaciones como Euphoria, Vértigo, Antítesis, Ergo Sum y Cadáveres, entre otras. Fueron las que atrajeron a las autoridades de DIFOCUR, hoy ISIC, para organizar las primeras tocadas en el ágora Rosario Castellanos y en el patio del Ayuntamiento de Culiacán, en los denominados Viernes Culturales y Sábados del Ágora. Se imprimían pósters, todo se anunciaba en los periódicos, se pasaba la voz y se llegaron a juntar mil 500 asistentes. “Nosotros exigimos ese apoyo al Gobierno, posteriormente las autoridades de esa época se dieron cuenta de que esto del rock era lo que querían muchos jóvenes, y empezamos a pedir más espacios”, recuerda Paco Pietsch.

El mismo Pietsch comenta que un día iba caminando por la calle Rafael Buelna, en Las Quintas, cuando un vehículo se le acercó para ofrecerle raite. El conductor era Chava Guerrero, quien le dijo que lo había visto cantando en bares y le cuestionó si quería unirse a una banda: Naranja Mecánica. Sí, Naranja Mecánica ya existía. Fue formada por un grupo de estudiantes del Tec de Monterrey; sin embargo, al salir de la prepa algunos de estos miembros, como el vocalista, salieron de Culiacán para estudiar en otra ciudad. “En el primer ensayo hicimos clic, bien rápido. Estábamos destinados a hacer lo que hicimos. Así me uní a la Naranja Mecánica”, narra Paco. Con los meses, llegarían Daniel Gradilla y Manolo Casanova, quienes provenían de Euphoria.

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Sin embargo, Paco platica que la Naranja Mecánica se había propuesta salir de Sinaloa, producir música original y alcanzar reconocimiento nacional. Por esos años la única manera de hacerlo era firmando un contrato con una disquera, era la única vía para promocionarse en radio o TV.  Fue cuando la banda decidió radicar a la Ciudad de México. Por esos años todavía seguían siendo referentes nacionales Caifanes, Maná, Café Tacvba o Maldita Vecindad. Así, una de las primeras iniciativas de Paco y sus colegas fue buscar una oportunidad en Rockotitlán, un foro que se caracterizaba por presentar a grupos que no tenían otros espacios para presentarse en vivo.

“Anunciaban que le daban la oportunidad de tocar a todas las bandas. Mentiras de chilangos. ¿Por qué? Porque existía una mafia del rock, y en ese tiempo ellos mismos la conformaban. Te decían, claro que pueden tocar wey, pero tienen que vender primero boletos. La realidad era que sólo dejaban tocar a bandas de conocidos, que eran sus amigos, o recomendados de amigos de ahí mismo, de la capital”, recuerda Pietsch. Sin embargo, esa primera experiencia en la capital no se vio como un fracaso, por el contrario: la banda se propuso romper trabas centralistas. Paco Piestch considera que la vida tiene caminos misteriosos, y que la Naranja Mecánica lo llevó, por alguna razón, a conectarlos todos, tal vez, de manera fortuita.

Se refiere a que en un día de fiesta de 1994, a las 4 de la mañana, a los músicos se les ocurre irse borrachos del entonces DF a Acapulco. Ahí los recibirían unos amigos músicos que tocaban en el Hard Rock, que por entonces era una exitosa franquicia internacional. Estando ahí, consideraron echarse un palomazo. Paco narra que en ese momento no tenían nada preparado, aunado a que un integrante de la Naranja no los había seguido a esa aventura. Finalmente aceptaron escondiendo sus nervios. ¿Qué tocamos?, se preguntaban entre sí, ya en el escenario. Decidieron tocar “Plush“, de los Stone Temple Pilots.

“Era como si nos hubieran aventado al coliseo romano con los tigres. Pues a la one, two, three, dije. Empezamos a tocar la rola. Compa, no me digas por qué, yo no sé por qué, si fue la presión, la magia, la loquera, la aventura… ¡nos salió la pinchi canción bien perra! No sé qué fue, por qué todo el pinche Hard Rock se desbarató. La rompimos. Y no sé si aquello fue suerte”, exclama Pietsch. “¿Y qué sucedió luego? Ahí estaban los dueños, en ese momento, y nos invitaron a su mesa y nos preguntaron cómo se llamaba nuestra banda. ¿Quieren una audición?”, nos cuestionaron. Ésta tuvo lugar el 4 de octubre de 1994, y así se le ofreció al combo un contrato para irse a tocar covers de Nirvana, Pearl Jam y los propios Stone Temple Pilots en el Hard Rock de Puerto Vallarta. Los músicos jamás tuvieron intenciones de tocar covers, pero en ese momento todos los integrantes de la Naranja Mecánica pasaban por problemas económicos.

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Naranja Mecánica / Supetrip / Universal Music, 1997

En ese lapso sucedió otro acontecimiento “mágico”. Una noche acude al citado establecimiento de Puerto Vallarta José Álvarez, en ese momento director de la estación radial Radioactivo. Se acerca a la banda, invita unas cervezas y en la plática saca una tarjeta y le dice a Paco: “cuando tengan música original, de ustedes, me buscan”. “Guardé la tarjeta, era abril de 1995. Para fines de año nos mandan buscar para tocar un bar que se llama Jimmy´s, en Guadalajara. En esa ciudad vivía Juan Pablo Ibarra Harfush, quien se convierte en el productor de Naranja Mecánica. Entonces él, nuestro tecladista y yo nos vamos a su estudio a crear música”, menciona Paco. De esa época surge el demo Sáquenme de aquí. Pietsch describe la obra como una mezcla entre grunge con electrónica. En retrospectiva, asegura que nunca había escuchado algo similar en México. Ahí, posiblemente, había algo que ya valía la pena.

Lo siguiente: ir a la Ciudad de México y contactar a José Álvarez. Así lo hizo Paco. Llegó a Radioactivo, se presentó con la recepcionista y le explicó que tenía una tarjeta que le había entregado el director. “Le dejé el demo y la única respuesta en ese momento fue que ellos se comunicarían conmigo. Yo sabía que la Naranja Mecánica ya tenía el calibre, yo ya lo sabía, cuando hicimos ese demo dije, ‘wey, con esto o nos firman o me retiro’. Yo supe que tenía algo”, rememora. Pietsch rentaba en la zona sur del D.F., por el Ajusco, mientras que la estación de radio estaba cerca del Palacio de los Deportes. Álvarez llamó a Paco, le dijo que era necesario que regresara a la estación, de donde había vuelto apenas hace unos momentos. Ahí lo recibió el mismo ejecutivo, con las puertas abiertas lo invitó a pasar a su oficina, donde puso el demo subiendo el volumen del reproductor al máximo.

“La gente ahí presente se levanta y empieza a brincar bien prendida. Yo pensaba, no mames, es realidad esto. Me dice entonces José: ¿cuantas rolas más tienes de este calibre? Yo conozco a alguien que trabajó con nosotros, Arturo López Gavito, está en Universal Music“. Al día siguiente la Naranja Mecánica se presentó con López Gavito. Para sorpresa de Paco, éste hizo lo mismo: puso el demo en la oficina a todo volumen para empezar a brincar. “Arturo no terminó de escuchar la canción. Espérame, me dice. En ese momento le marca a Gustavo Santaolalla y le cuenta: quiero que escuches esto que te voy a enviar, es una pinche mezcla como entre Nirvana y Pearl Jam, pero como con electrónica. Tienes que escuchar esto, Gustavo, tenemos que trabajar en ello”.

Gavito quería que Santaolalla produjera el primer disco de Naranja Mecánica, sin embargo, para su sorpresa no recibieron la aprobación de los jóvenes músicos. El asunto: una promesa de honor que habían acordado con Juan Pablo Ibarra: si firmaban un contrato con una disquera, él sería el único productor del disco. Tras varias negociaciones acaloradas de cara a una coyuntura comercial, el director en ese momento de Universal Music cedió y optó por confiar en Paco, Juan Pablo y los demás integrantes del grupo. De ese acuerdo con la empresa nació el primer y único disco de Naranja Mecánica, Supertrip (1997). Por su lado, Santaolalla produjo el primer disco de Molotov: ¿Dónde jugarán las niñas? Lo demás es historia.

Con Supertrip, Naranja Mecánica viajó por casi todo el país, abriéndole a bandas internacionales en el Palacio de los Deportes, grabando videos musicales, apareciendo en canales de televisión como Tele Hit, Once TV y MTV. Sin embargo Supetrip no se estaba vendiendo tal y como la disquera esperaba. Paco recuerda que para 1999 ya no tenía trabajo. Universal Music decidió no sacar un segundo disco de Naranja Mecánica y lo peor de todo es que, el mismo Pietsch asegura, en todo ese tiempo no recibieron un solo peso por parte del sello. En los lugares de rock los criticaban por tocar música electrónica y viceversa. Bajo este contexto la banda decidió separarse y volver a Culiacán. “A lo mejor Santaolalla hubiera hecho un disco más perro, más exitoso; no sé, no existe eso, es una probabilidad. Lo que existe es el Supertrip que hicimos con Juan Pablo. Para la disquera, un fracaso discográfico, una mierda como producto de venta. Ojo: como producto de venta. En realidad, entonces nadie sonaba así”, remata el músico.

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