El día de ayer -miércoles 20 de marzo- se llevó a cabo el Homenaje Nacional que la BUAP organizó, con motivo de la FENALI, para el escritor José Agustín, quien cambiará de dimensión el pasado 16 de enero, pero dejando un legado artístico de gran calado. Fue así que Ricardo Cartas preparó una jornada que revisó la personalidad y trascendencia del autor de La tumba y De perfil, partiendo de sus aportaciones al periodismo musical, su creación literaria, además de su conexión con la dramaturgia.
TXT:: Juan Carlos Hidalgo
El Paraninfo del Edificio Carolina acogió una serie de charlas en las que participaron periodistas como David Cortés, Rogelio Garza y nuestro editor, Alejandro González Castillo. Aquí les comparto una parte del texto que leí ayer en una mesa completada por Mariano Morales, Juan Nicolás Becerra y el propio Ricardo Cartas.
José Agustín nos enseñó que la literatura era algo asequible… que se encontraba más cerca de nosotros que lo que imaginábamos… que compartíamos las mismas dudas y cuestionamientos. Y lo mejor de todo era la manera con la que jugaba con el lenguaje… era como si bailara con las frases un hanky-panky para luego aparecer acelerando a fondo sobre las curvas cerradas de la autopista del destino.
En sus textos podía ir de ese toque psicodélico que Inventaba los sueños y todo lo demás, para luego ser descarnado y contundente al narrar su encierro temporal en el palacio negro de Lecumberri en El rock de la cárcel… su prosa conseguía -y consigue- tensar los músculos y provocar un vértigo que corre del cerebro a la columna vertebral como un electro-shock frío y severo.
Años más tarde, yo pasaría mucho tiempo dando clases y siempre insertaba La tumba como un texto fundamental para arrancar en la literatura y la experiencia existencial; siempre he tenido a la frase central de la novela como un principio infalible para increpar al conglomerado social: “Si el aburrimiento matara… el mundo estaría lleno de tumbas”.
Y yo no aceptaba -ni acepto- el conformismo ni la mediocridad; José Agustín nos enseñó como aferrarnos a la experiencia vitalista… pienso en él y en su cambio de dimensión, en su legado artístico, y para ello cito a Enrique Serna en su texto Las profanaciones de José Agustín, cuando lo describe como un: “Estandarte generacional, figura emblemática de la rebeldía contra los cánones literarios, místico profano, alburero incorregible, melómano heterodoxo y explorador de los paraísos artificiales, su personalidad literaria tenía propiedades magnéticas”, hasta llegar a una conclusión irrefutable: “Pocos autores mexicanos de cualquier género pueden ufanarse, como él, de haber marcado un parteaguas que modernizó el lenguaje literario. Fue un profanador de templos, pero cometió sacrilegios renovadores”.
Mientras pienso y redacto rumbo a esta celebración, me sorprendo con lo visionaria que resulta Vida con mi viuda, premiada en 2005 con el Mazatlán de novela, y que pareciera recién terminada y con un pulso muy actual en cuanto a su calidad de thriller de pespuntes metafísicos.
La literatura de José Agustín está más viva que nunca y es por ello que no extraña que el escritor Fabrizio Mejía Madrid, considere que: “se convertiría a los 21 años de edad en el Sallinger en castellano” y que su conexión con William Burroughs y Norman Mailer, nos llevara considerarlo como: “el novelista de la indocilidad”.
Junto con Mejía Madrid tenemos la certeza de encontrarnos ante: “un gran escritor, un combatiente, un ferviente rocanrolero, un audaz cronista y novelista de un habla única”; todos aquellos que se acerquen a su obra podrán constatar que José Agustín: “no representa un tiempo sino una forma de entender y transcribir la cultura”.
Vendrán nuevos lectores y generaciones que habrán de preguntarse: ¿qué onda con la literatura de la onda? En el futuro celebraremos la enorme vigencia de José Agustín ya que su legado está más vivo que nunca… y eso es lo que pretende y merece un escritor.
¡Larga vida al Maese de Maeses!
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