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Fontaines D.C.: “¿Post-punk? Nosotros hacemos más que eso”

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Ambulante 2024

Fontaines D. C. acelera los latidos. Apenas te paras frente a la banda, de inmediato te instalas en estado de alarma. Y mientras las luces rojas parpadean, los codos se afilan, dan ganas de rasparse contra otros cuerpos. Grian Chatten, Tom Coll, Conor Curley, Conor Deegan III y Carlos O’Connell se saben provocadores, los miras pasar y lo comprendes, desde su andar, brillando su flema. El último, O´Connell, cuenta que le gusta la distorsión, que se entiende con los pasajes oscuros y que halla descontrol a la hora de tomar su instrumento, la guitarra. Habla de esto cerca del camerino de la banda en el Foro Sol, minutos antes de que Fontaines D.C. abra los shows de Arctic Monkeys en la CDMX.

Fontaines D.C: se presentó ante un Foro Sol lleno, como teloneros de los Arctic Monkeys.

Un carro de golf me lleva a las entrañas del foro asoleado con tal de encontrarme con Carlos O´Connell. Pronto tomo asiento en una sala inmensa detrás del escenario hasta que el hombre aparece; franco, aunque reservado, sonriendo únicamente lo justo. El de Fontaines D. C. dice sentirse en casa en México debido a que, al igual que sus paisanos españoles, los mexicanos “se mueven por pura pasión, celebran”. Comenta que ya estaba advertido de esto gracias a un gran amigo suyo, León Larregui, y que lo ha comprobado al lado de Fontaines D. C., lo mismo en el Bajo Circuito, ante un puñado de sorprendidos afortunados, que en el sitio que nos aloja al charlar, frente decenas de miles de desquiciados.

Fontaines D.C. recuerda a la perfección su mítico show en el Bajo Circuito de la CDMX a comienzos de su carrera

“¡Ja. Me encanta, es increíble, es una pasada!”. Carlos se anima al recordar su visita previa a México. Y es que le subrayo eso precisamente, que Fontaines D. C. pasó de presentarse en el Bajo Circuito a hacerlo en el Foro Sol; y esto sucede mientras, al otro lado de la vitrina inmensa que nos contiene, hordas de asistentes van entrando al inmueble de Ciudad Deportiva para darse el concierto que está por arrancar. Carlos observa de reojo el gentío y cruza la pierna antes de seguir hablando. “En Bajo Circuito tocamos ante cien personas a lo mucho. A veces hay un barrera con el público, algo que hay que romper, pero esa vez desde el comienzo todos estábamos en la misma onda”. Respecto a su papel como abridor de los Monkeys, el guitarrista se asume pleno: “nunca me he sentido más cómodo en toda mi vida. Sé que muchos no conocen a Fontaines D. C.; pero están abiertos a la música y eso es precioso, no pasa en ningún otro país. Así me lo dijo León, y tenía razón”.

La masa. Tras los vidrios se nota, ya va agarrando calor. A unos pasos de nosotros, Tom Coll destapa una Guinness, por allá Conor Curley se asoma; O´Connell continúa calmo, hablando de los irlandeses y de cómo, según él, se manifiesta su sensibilidad. “La gente tiene algo especial allá, algo que, creo, no podría entenderse en otro sitio. Son duros. De alguna manera, las personas están alejadas de su propia sensibilidad, aunque a la vez cada cual posea una profundidad impresionante que suele manifestar de forma inesperada”. El músico asiente, acepta que algo de este obrar y sentir irlandés hay en él mismo, a pesar de haber nacido en España. “Es que yo tengo mucho de ambas partes, y por eso mismo puede ser complicado vivir conmigo, porque un día despierta el Carlos español y en otras el irlandés”.

“Mi abuelo, por ejemplo, es alguien que no dice una sola palabra, es muy serio, jamás se ríe. Uno no sabe qué pasa con él por dentro. Pero de vez en cuando se le sale una canción, tras pasar meses sin hablar con nadie se pone a cantar en la hora de la comida”. O´Connell abona así el terreno para irse a fondo recordando. “Él y mi abuela llevaban muchos años sin hablarse, a pesar de que vivían en la misma casa, pues les tocó una época donde el divorcio era algo imposible de contemplar. Y bueno, cuando ella estaba enferma en el hospital, él iba a diario a sentarse al pie de la cama, le cantaba algo, se levantaba y se iba. Lo hizo a diario, hasta que mi abuela murió. ¿Cómo puede ser que una persona se exprese en tales circunstancias de esa manera? Hay muchos ejemplos así en Irlanda. Supongo que eso viene de un asunto histórico, se trata de un país oprimido al cual se le intentó robar la lengua, la religión, la comida… todo. En cada casa toda esa opresión se dispara hacia otras partes. En Irlanda la gente está metida en su propia prisión, y termina expresándose a su manera, y de formas preciosas”

Por fortuna, no existe una cárcel creativa para O´Connell. Los boquetes que germina en los cuerpos de sus escuchas a punta de guitarrazos suelen llevar a sitios poco visitados; ahí donde el desespero retoza y las sombras reinan. “Yo me pierdo en mi espacio creativo, para mí es incontrolable, sólo dejo que pase”, ahonda el guitarrista. “Y me gusta esto, porque me sorprende. Casi ni eres tú, o sea, cuando sale algo de ti que desconoces. Crear es como al ir al psicólogo, porque entras en un determinado estado mental. Pero si tienes en la cabeza esto que cuento, te pierdes; no hay que pensar adónde van a ir las cosas, si es que van a ir a algún lado. Por ejemplo, si te detienes a pensar cómo podría funcionar cierta guitarra en un estadio, o en un disco, bueno, ahí todo se acabó. Se termina la sorpresa. Lo que sale de uno tiene su propia identidad, sus propias maneras, y pasa sin que uno se dé cuenta”.

A punto de irse para tomar el escenario, Carlos de Fontaines D. C. reflexiona sobre el manto oscuro que lleva tiempo arropando el horizonte musical a nivel mundial. “Sí que hay un revival, y es emocionante, de ahí salimos nosotros, nuestro primer disco es oscuro. Es algo bastante especial porque durante años no existió algo así, sólo había grupos de adolescentes con guitarras tocando indie, intentando hacer hits pegadizos, bailables, con una letra que ni importaba, aunque con el acento que siempre vende más, el inglés. Ahora me encanta que cualquiera pueda coger su guitarra sin recurrir a esto que digo, la que fue la única opción; ahora se empujan las fronteras, se va a otros lugares”. Sin embargo, O´Connell está por esfumarse, moviendo el dedo índice negativamente, avisando que es mejor no confundir a Fontaines D. C. con una banda post-punk:

“No identifico al grupo con esa etiqueta, post-punk. Y no veo que tengamos mucho en común con los grupos que se etiquetan de esa forma. Entiendo muy bien lo que esta gente está haciendo, y me gusta, las atmósferas oscuras que permiten crear panoramas; pero nosotros hacemos más que eso. Buscamos crear canciones que, a través de los arreglos que elegimos, puedan ser interpretadas de la mejor manera, ya sea al piano, o con guitarra, o sólo con voz. Lo nuestro tiene otra energía, otra intensión”. Y lo dicho se manifiesta cabalmente cuando O´Connell se despide para en minutos hallarse en el escenario, poniendo en las gradas un inmenso velo oscuro gracias a su guitarra. Abrirá su set, al lado de Fontaines D.C., con “Nabokov”. Desde entonces todo será alarma. Luces rojas parpadearán hasta que Alex Turner tome su turno. 

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Alejandro González Castillo

Alejandro González Castillo

Periodista, y escritor también (porque parece que no es lo mismo). Cruza párrafos con compases. Le gustan las olas, leer y chelear chachareando; además de escuchar discos dejando salir el humo por los ojos.

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