Texto dedicado a la memoria de Daniel Echeverría Guerrero
Durante la misma semana en la que The Cure encabezó el cierre del festival Corona Capital 2023), en el Café Bizarro se dio por inaugurada una muestra fotográfica que, entre otros nombres, exhibió fotografías de Robert Smith, The Clash, James Brown, los Ramones, David Bowie y Ol’ Dirty Bastard (entrañable miembro del Wu Tang Clan). Muchas de estas imágenes pueden encontrarse en el libro de 800 páginas (casi un Atlas), Un oeil sur la musique, 1980 – 2016. Su autor: Richard Bellia.
El documento en papel también incluye fotografías de: Foals, Beth Dito, Sonic Youth, Paul McCartney, LL Cool J, Guns N’ Roses, The Pretenders, Lana Del Rey, Big Black, Kevin Shields de My Bloody Valentine, The Damned, N.W.A., Blur, Nirvana, Richard Ashcroft de The Verve, Lee “Scratch” Perry y, por supuesto, de su gran amigo Crazy White Sean, quien se haría célebre por aparecer en la foto de portada del libro, tomada en 1991 en un concierto de AC/DC y Metallica. Richard Bellia, un francés alto y delgado que conoce como nadie las bondades de la luz y la sombra; con una visión única y talento nato para capturar lo mejor de cualquiera. A continuación, una charla con este talentoso ser humano.
Las primeras veces suelen ser abrumadoras, ¿cómo te sientes al exponer tu trabajo por primera vez en México?
Hago lo mismo con cada exhibición, en realidad no monto eventos grandes y utilizo el menor espacio posible. Me gusta trabajar con gente local que esté dispuesta a hacerlo bajo las mismas condiciones. Lo que me importa más es captar la energía de la gente que asiste. Aquí ha sido específicamente bueno, realmente siento buena vibra, como que disfrutan mi trabajo y les importa, lo que marca una enorme diferencia para mí. Creo que se trata de una versión mejorada de todo lo que he montado antes.
Está increíble que la misma semana en que inauguraste tu exposición The Cure y Paul McCartney, artistas que has retratado y significan mucho para ti, también ofrecieran shows acá. ¿Te mantienes en contacto con ellos?
Bueno, ya ha sucedido. Monté una muestra en Tokio cuando The Cure tocó en Japón, igual que en Inglaterra, durante los shows de su aniversario número 40. También estuve con ellos en la inauguración de su exhibición en Chicago y Los Ángeles este año, creo que en mayo. Aunque nos hayamos encontrado antes, siempre hay emoción y cierta expectativa cuando coincido con amigos en el mismo lugar, en especial con Robert y The Cure.
Por otro lado, si quisiera hacer un evento de proporciones gigantescas en el mismo contexto de los conciertos de The Cure sería pesado, porque literalmente tendría a cientos y cientos de personas formadas para que les firmara pósters. Mi trabajo no se centra 100% en ser fotógrafo exclusivo de The Cure; soy un cronista y fotógrafo musical que procura mucho su arte. Mantengo todo muy íntimo.
Pareces ser muy cercano a la banda, ¿cómo es Robert fuera de una sesión de fotos?
Bueno, no tengo absolutamente ninguna idea de como sea en “el mundo real” y no me gustaría saberlo. Creo que, en sí, aprecio más el valor de su música que el hecho de saber si tiene autos de lujo porque para mí eso no cambia lo que su música me hace sentir. No estoy interesado en ello. De lo que tengo certeza sobre él es que se trata de un hombre muy trabajador. He escuchado muchas historias sobre la banda ensayando, por lo que sé parece ser algo que le encanta hacer, ensayar y ensayar por horas. Unicamente se detiene para comer y vuelve a hacerlo, incluso con canciones que nunca faltan en sus sets. The Cure ensaya más que nadie, por eso tiene un lugar tan privilegiado en el mundo.
¿De qué forma te ha impactado la inmediatez de los dispositivos inteligentes como herramientas fotográficas? Me refiero a la necesidad de adaptar todo a filtros propios de las redes sociales.
La razón es muy simple y filosófica: Literalmente, la fotografía pertenece al pasado, y es sólo cuando haces clic para capturar un momento que la fotografía realmente existe. Eso hace que la experiencia sea por naturaleza algo antiguo, lo que mejor podemos hacer es transportarlo al futuro con clics.
Es como si hiciera un retrato tuyo. Lo imprimo, lo enmarco, lo guardo y volvemos a verlo dentro de 20 años, periodo en el que habrás cambiado totalmente en cuestión física. Pero la imagen no habrá cambiado en lo absoluto así que, literalmente, una fotografía es algo del pasado que preservamos en el futuro, ¿Correcto? Traducción: Cualquier teoría actual sobre la fotografía es una pendejada, porque el concepto “ahora” es estúpido en dicho arte. A la fotografía no le importa el presente, y quien diga que la fotografía en el presente es lo mejor no vale la pena escucharlo.
Lo que más disfruto de seguir revelando negativos en el cuarto oscuro es ver cómo la gente sigue sorprendiéndose y se entusiasma con ello. No existe posibilidad alguna de que cualquier persona que tome fotografías digitales a la edad que tengo (60 años) contradiga este hecho; nadie en su sano juicio dirá: Photoshop lo mejora todo. ¡Por supuesto que no! Es horrible.
La razón por la que tomo fotos de la manera en la que lo hago es porque es la forma más hermosa de arte que existe. En otras disciplinas, como la pintura, la gente siempre trata de innovar y aplastar a sus similares; la fotografía te da la habilidad de ser tú mismo sin necesidad de joder a otros.
En cuestión de identidad, ¿qué es lo que te hace único?
Primero: Llevo haciendo esto mucho tiempo y he visto cómo la gente comienza a tomar fotografías por ocio, es muy común. En los años 80 y 90 nos sorprendimos por el rumbo que tomaron la fotografía y la música con la electrónica, los DJ’s y el hip hop porque, como fotógrafos, es horrible capturar imágenes de personas detrás de una computadora con discos duros poniendo canciones. Aunque lucen como verdaderos profesionales, es muy aburrido. Creo que eso sucede si tu background es el rock & roll.
Segundo: Puedo decir con una gran sonrisa en mi rostro y con toda honestidad que tengo mejor gusto musical que otros. Si Taylor Swift ofrece un show todos van a querer estar ahí, pero si de verdad estás interesado y aprecias la música, no vas a ir. Me importa mucho la música. Suelo fotografiar a bandas desde el inicio de sus carreras, no me gusta esperar a que se vuelvan enormes. Tengo fotos del primer concierto de Radiohead o del primer show que dio Guns N’ Roses fuera de Estados Unidos, igual estuve presente en los inicios de Nirvana. Eso es algo súper específico en mi trabajo. Uso mucho mis oídos, de hecho, tomo fotos con mis oídos.
Entiendo que iniciaste tu carrera profesional tomando fotografías en vivo para The Clash y The Cure. ¿Fueron esos conciertos los que te hicieron saber que ibas a dedicarte a esto por el resto de tu v ida?
Bueno, si esas no son credenciales, ¿cuáles lo serían? Creo que probablemente he renunciado a la fotografía unas 20 veces en mi vida, la dejo y comienzo de nuevo. No hubo un momento específico en el que me planteara ser fotógrafo o dedicarme a esto, nunca ha sido en absoluto una línea recta en mi vida. En algún punto me mudé a Londres como corresponsal de un periódico francés, La Liberatión. David Bowie estaba ahí y cuando fue a tocar a París terminé regresando a verlo. No pedí mucho, en realidad hice el trabajo gratis, sólo me dieron mi acceso para el concierto y me dediqué a tomarle fotos con mis codos sobre la tarima del escenario; tenía 10 minutos y tuve que ser muy creativo, ese es mi trabajo. Es lo que quiero seguir haciendo por el resto de mi vida. Tomar fotos me ha hecho feliz, no hay otra profesión como ésta.
Considero que tomaste unas de las fotos más reconocibles de Joe Strummer de The Clash, aquella en la que posa con una guitarra Telecaster en su regazo. ¿Qué recuerdas de esa sesión?
Me pirataearon mucho esa foto, por eso se hizo famosa. No es nada agradable. ¿Has gastado el 10% de tu dinero semanalmente en abogados para proteger tus derechos intelectuales? Si es navidad y quieres darle un presente a tu hija, no puedes, porque ese dinero ya pertenece al abogado, todo porque la gente se chingó tu trabajo. El retrato tuvo una segunda vida muy extraña. Dos personas se lo tatuaron, lo que no me hizo muy feliz. Por su parte, los ojetes millonarios de la compañía de guitarras Fender utilizaron la imagen para promocionar el modelo signature de la guitarra de Joe y decidieron no darme un centavo.
La última vez que vi la foto no podía creerlo, estaba en el famoso club La Caverna, de Liverpool, donde tocaban los Beatles, justo entre unas estatuillas del cuarteto. ¿Sabes por qué pasa eso? Porque a la industria de los alimentos sólo le importa que la gente consuma bebidas en un lugar con cierto aspecto, en el que puedan recrear parte de la historia, pero nadie se molestó en avisarme que colgarían mi chingada foto.
De hecho, con la fotografía de Ol’ Dirty Bastard que me piratearon contraté a los abogados de Metallica en Europa y Estados Unidos para el caso. Cobraban 750 dólares por hora. Era muchísimo dinero, pero tuve que hacerlo porque una compañía de camisetas comenzó a usar mi foto y a comercializarla como mercancía sin mi consentimiento. Se generó una ganancia de más medio millón de dólares con mi foto y lo único que pude hacer fue arreglármelas para que dejaran de imprimirla, sin obtener un centavo a cambio. Me saca de mis cabales.
Otro idiota volvió a usar esa imagen con un filtro de caricatura que encima se incluyó en la portada de uno de los discos más caros y mejor vendidos de la historia del hip hop, que es del Wu Tang Clan. Se vendieron por lo menos un millón de copias y el imbécil que hizo el dibujo de mi foto despotricó contra el grupo diciéndole: “¡Culeros, se robaron mi dibujo!”, lo único que pude decir fue: ¡Cállate, es mi trabajo, no tuyo! ¡¿De que carajos te quejas, estúpido?!
Tengo otra historia al respecto: Algún editor en Francia hizo una historieta sobre mi vida y también abusó del uso de la imagen de The Clash. De hecho hizo un dibujo de mi retrato de Strummer, trató de recrear toda mi vida robándose mis vivencias, incluso dándole a su personaje el mismo lugar de origen que tengo. Supongo que eso pasa cuando lo que haces es único y de algún modo inspirador.
Háblame de esa foto de O.D.B., has hecho bastantes retratos de raperos, pero esa me parece bastante especial.
Tomé esa gran foto de Ol’ Dirty Bastard porque… De entrada, uno no quiere dejar ningún tipo de rastro cuando trabaja con artistas de hip hop, nadie va por la vida diciendo: soy fotógrafo musical, ¿podría hacer una bonita foto tuya? Y más porque eran los 90’s y estaba toda esa mierda de ser rudos, pero creo que en este caso y con algunas otras fotos que hice de raperos el resultado fue genial, porque usé muy buen equipo y todo lo que estaba a mi favor.
Además, desarrollé un concepto mediano en la fotografía, algo muy similar al que utilizo para fotografíar en los conciertos, claro que es muy osado continuar trabajando así en estos tiempos, más con los avances en las cámaras réflex de Cannon o Nikon. Aunque prefiero equipo viejo de alta calidad.
¿Qué es lo más excitante de contar con tu propia galería–estudio en Anoné, tu pueblo natal?
Está muy cerca de Lyon, a una hora aproximadamente, pero creo que lo realmente excitante es que ese pueblo es todo lo opuesto a lo que esperas de Francia. Me surgió la idea de que si la gente quería verme tendría que viajar mucho. Llegar a mi pueblo es un gran reto, porque no hay un solo tren o autopistas en toda la región, todo es a través de botes. Si quieres verme y platicar será extra difícil lograrlo.
¿Es fácil para ti detectar el potencial de convertirse estrella de rock entre la gente que has fotografiado? Después de todo fuiste testigo directo del crecimiento exponencial de gente como Dave Grohl.
Depende de cómo lo veas. Para mí, sí se puede. Lo detecté en las primeras fotos que hice de The Cure en 1980 y en mis primeras fotos de Radiohead del 93. Algunas otras veces me he equivocado, pero cuando acierto se debe a que escucho música muy poderosa y sé que tengo que fotografiar a esa banda. En el jazz, Miles Davis cambiaba su aspecto cada seis o siete años, entonces tenías fotos utilizables por ese periodo; en el pop, Boy George cambiaba todo de sí cada seis meses, así que esas fotos sólo servían ese tiempo.
Un aspecto que no me gusta de la música electrónica es que si el DJ o artista se vuelve realmente grande y no lo puedes fotografiar al inicio de su carrera después será muy complicado, como a DJ Shadow. Me lo perdí varias veces y hasta ahora no he conseguido fotografiarle, tal vez se logré algún día, será la versión de un hombre a sus 50 años, pero la música seguirá teniendo la misma energía, y eso estaría increíble. Al final todo se resume al tipo de género que estés fotografiando, todos son diferentes.
¿Conoces el trabajo de algunos fotógrafos mexicanos como Manuel Álvarez Bravo, Graciela Iturbide o Nacho López? Lo pregunto porque considero que tu tratamiento del blanco y negro se asemeja mucho al que ellos solían ofrecer.
¡No, no estoy enterado! Lo digo con mucha humildad y respeto, no es arrogancia. Creo que más bien hay un poco de ignorancia. Realmente estoy dispuesto a invertir mucho de mi tiempo para descubrir a estos fotógrafos. Hace unas horas un buen amigo me envío un mensaje y me dio muchas recomendaciones para hablar con gente que puede enseñarme mucho sobre fotografía mexicana, de hecho ya pude descubrir muchas cosas. Aunque debo decir que realmente no tengo mucho interés en la fotografía, ¡prefiero la música!
Háblame de la fotografía de la portada de tu libro, entiendo que es muy especial para ti.
Hay una gran historia detrás. Se la tomé a los asistentes de un concierto de AC/DC y Metallica, como teloneros en 1991. ¡Gran día y excelente concierto! Decidí fotografiar a la gente de la primera fila y ahí estaba este chico con su pulgar arriba, para mí, la señal perfecta, me indicó que así debía verse la portada de un libro sobre música, porque la música no existe sin los fans. Puedes hacer lo más impresionante del planeta y ser quien quieras, pero sin la audiencia no existes, tan simple como eso; es la parte central de todo esto.
Segundo, ese chico en el público se identificó en la foto porque ya la había utilizado en otro libro, me contactó en 2007 y desde entonces nos hicimos amigos. Me contó que era artista de performance y tenía unos actos bastante descabellados, por ejemplo, se engrapaba cosas en el cuerpo, recuerdo que cortaba a la mitad páginas de revistas pornográficas bastante gráficas y explícitas y se engrapaba una parte en la frente y la otra en la lengua y comenzaba a moverse de forma que las personas de las imágenes simulaban estar cogiendo. En sus shows se la pasaba sangrando, se llamaba Crazy White Sean. Murió en 2014. Pude fotografiarle muerto, antes de su cremación con un porro en su mano, en Amsterdam.
Falleció de una forma lamentable, sus pulmones se calcinaron, solía fumar porros todo el tiempo y a la vez quería conservar una dentadura perfecta, por eso tomaba un pedazo de papel y lo enrollaba haciendo un tubo, le colocaba el cigarrillo en un extremo y se metía el tubo por la garganta aspirando todo directo a sus pulmones, con tal de conservar la perfección de sus dientes. De hecho, creo que era una de las personas con una de las simetrías más perfectas y bellas que jamas haya visto. Sigo en contacto con su familia, su madre acaba de fallecer, me lo dijo su hija. Fuimos amigos muy íntimos.
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