Si hubiera que inventar una leyenda alrededor de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba podría contarse ésta: el final de una tromba que duró cincuenta noches consecutivas fue marcado por un relámpago que cayó en una montaña, creando así un cráter que en horas se transformó en un mar de sangre de la cual bebieron cinco personajes que, tras delirar por semanas perdidos en el bosque, decidieron armar una banda de rock a la vieja usanza.
Los seudónimos de aquellos sujetos: Bacca, Soni, Papi, Gringo y Dandy Piranha. Sus creencias: de Led Zeppelin a Triana y de Black Sabbath a Camarón de la Isla. Su facha: digamos que entre todos juntan suficiente peluche, cuero y satín como para llenar un camión de mudanzas (por no hablar del cabello, intacto por décadas, como los pastizales de las colinas más solitarias). Vaya, que a los de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba los volteas a escuchar y ver porque no queda de otra.
Eludiendo leyendas, es posible contar que el grupo anda de estreno. Hilo negro es el nombre de su segundo y flamante álbum (debutó en 2019 con un disco de título homónimo). Una obra producida por la propia banda, Jordi Gil, Tera Bada y Brian Lucey (reconocido en las ligas mayores por lo hecho con los Black Keys o Artic Monkeys) y cuyo principal objetivo es operar como una cámara fotográfica que captura el momento que vive el grupo andaluz, donde presume un cuerpo sonoro robusto, recio, duro de machacar.
“Derby Motoreta’s Burrito Kachimba tiene esa clase de energía artística que arrasa a las primeras de cambio. Un carácter que se sale del molde, que les hace especiales”. Así llegó a hablar del combo español el periodista Fernando Navarro. Y no queda más que darle la razón luego de escuchar el sencillo inaugural de Hilo negro, “Caño rojo“:
