Música

Rocca: Rap de larga lengua para cimarrones

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Ambulante 2024

Lo suyo siempre fue la música. Arrancó estudiando violín en el Conservatorio, luego se metió con el piano y las percusiones. Sus abuelos cantaban ópera; él creció en las calles parisinas fajándose con blues, reggae, funk, jazz y rock entre inmigrantes. Luego vendría el rap a su vida, de la mano de grafiti, y, a pesar de que para entonces apenas era un adolescente, Sebastián Rocca Uribe, llamémoslo simplemente Rocca, desde ese punto ya se advertía bien versado en temas de barras. Hoy su historia continúa de la mano de una obra que se siente definitiva: Cimarrón.  

“La ética define la verdad, el carácter artístico”, ahí la filosofía de Rocca, quien considera que teniendo esto como basamento se eluden tendencias comerciales y nace el encuentro con ideas que, con un poco de tesón, pueden volverse revolucionarias. Un hombre que señala entendiendo, de los que casi no quedan. Rocca nació en París, y quizá por allá se hizo de todo este saber que en lo escrito previamente se condensa. La duda nace al conocer que se formó entre gitanos, árabes, chinos y africanos, mientras acumulaba problemas escolares y nutría sus oídos con lo que el ambiente underground rapero le prodigaba. 

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Rocca / Cimarrón / 2024

“Un buen sancocho”, dice el propio músico al recordar cómo se cocinó ese caldo de influencias que terminaría definiendo su impronta sónica. Tubérculos, carnes y verduras conformando un estofado que saldría de la flama para servirse rico en bases rítmicas y, de esto harto: rimas plenas de un flow ñero y callejero que, aunque se finca pensando en Colombia se entiende universal. El platillo en cuestión: Cimarrón. Un álbum de hondo aliento y larga lengua. Apelando al verbo de su propio autor, un disco que estimula un estado mental en especial, crítico, sentido, que no escatima al avanzar peldaños para llevar más y más dentro, del track uno al 17.

Importante repasar que no es casual la estatura que la música del rapero presume hoy día. Apenas estaba cambiando de voz cuando allá, en Francia, ya ponía las primeras piedras de un edificio que terminaría llamándose La Cliqua, un combo apodado por ahí como el Wu-Tang Clan galo. Como MC se supo bilingüe desde siempre, aunque fue hasta que fundó Tres Coronas que se inclinó por rimar en español. Pasó de juntarse con pandilleros franceses a hacer lo propio con malandrines chicanos, pero en Nueva York. Todo al tiempo que sus producciones elevaban la vara. Se estaba haciendo de credenciales.

El disco Bogotá París vendría a operar como un parteaguas en la carrera del músico. Porque integraría entonces a su bagaje, ya de modo contundente, la sangre colombiana que bulle en sus arterias, esa ricura que sólo los que aspiran la niebla de las montañas tropicales conocen. Sin embargo, podría hablarse de que Cimarrón (atención a la versión en francés del mismo álbum) es el plato que defiende esa máxima que el de “Pa´los mayores” ha enunciado categóricamente: El rap debe ser música sin ley, y es su naturaleza trotar al ladito de los fenómenos sociales que acontecen. Es decir, aquí vamos comprendiendo que su madre hizo bien la acercarle un disco Public Enemy al rapero cuando éste comenzaba a desvirgar sus oídos. 

Pulso con grasita, verbo con carnita. Hay riesgo y hay toque. Hay matiz y frenesí. Con Cimarrón, Rocca se refiere a quienes se atreven a volarse las reglas a su manera, a aquellos que se la saben y se pelan del sistema a como dé lugar. El MC lo pone claro desde el primer beat: no es pose la suya cuando explica que la libertad no se marca en la piel, sino en la consciencia con un código QR. Tenemos pues una obra irrevocable, que hace un llamado a los esclavos modernos para que revienten los grilletes que el pulso les traba gracias a un puñado de tracks que lleva a subir el volumen y a soltar karatazos al aire, sacando la joroba para taparse los ojos con una hoodie. Palabras percutivas para taladrar la mente. Que le entre a esto quien no sienta miedo, por favor. 

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Alejandro González Castillo

Alejandro González Castillo

Periodista, y escritor también (porque parece que no es lo mismo). Cruza párrafos con compases. Le gustan las olas, leer y chelear chachareando; además de escuchar discos dejando salir el humo por los ojos.

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