Música

King Hannah: Lóbrego el desafío

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Ambulante 2024

Una de las capitales de la música pop más célebres lleva por nombre Liverpool. El puerto prometido de Lusitania, la nave trasatlántica, también simboliza una tierra sagrada para los fervorosos de los campos de fresas eternos, así como lluvia bendita cayendo sobre la luna que Ian McCulloch puso en órbita. Con esas aguas y polvos detrás, envueltos por vientos fríos y feedbacks controlados con bozal, es que Hannah Merrick y Craig Whittle empuñaron un día guitarras para hacer una música tan desafiante como lóbrega bajo el nombre de King Hannah. La dupla recién debutó con un disco, I’m not sorry, I was just being me (City Slang, 2022). Puro descaro crudo.  

TXT:: Alejandro González Castillo

Encerrados en su cuarto de ensayo ante una laptop, Merrick y Whittle sonríen al escuchar que a la hora que nos encontramos para charlar virtualmente, justo al mediodía, en México el calor es sofocante. Ambos portan ropas pesadas para tolerar el frío allá, en su tierra de origen, a orillas del río Mersey. “Es que sí nos gustan los Beatles, de alguna manera está bien haber nacido en la misma ciudad que ellos; y aunque conocemos esos sitios, nunca hemos tocado allí”, contesta Craig cuando pregunto si están hartos de que se les relacione con los de “She loves you” y si han tenido la oportunidad de presentarse en alguno de los antros que circundan la mítica Cavern liverpuliana. Luego, pasada la pregunta afloja-músculos, los entrevistados se ponen cómodos y recuerdan cómo se conocieron.

Hace tiempo esos dos trabajaban como meseros hasta bien entrada la madrugada. “Salíamos como a las tres o cuatro de la mañana”, asiente Whittle”; “y lo peor es que a veces teníamos que tocar ese mismo día. Eso, por ejemplo, no fue tan sencillo de sobrellevar. Pero conocimos a mucha gente increíble, personas muy locas”. El músico halla equilibro entre infortunio y sorpresa al hablar de aquellos días, cuando insistió lo suficiente como para que Merrick terminase haciendo música a su lado. En su carril, ella rememora sus días de camarera sin tomar partido; ni miserables ni gloriosos, para Hannah todos los empleos se sobrellevan o se vuelven tortuosos “dependiendo de con quién trabajes”.

Resulta revelador saber cómo un par de artistas de este calibre sobrevivieron la experiencia de tener un trabajo común y corriente. Tras escuchar I’m not sorry, I was just being me uno pensaría que se está frente a una pareja de ermitaños ataviados con túnicas negras cuya única ocupación en la vida ha sido explorar cementerios mientras rasguña guitarras desvencijadas. “¡Eso de deambular en cementerios suena increíble!”, exclama risueña Hannah; su comparsa se entusiasma también: “bueno, es que en realidad este disco de King Hannah sí que tiene un sentir oscuro, eso es cierto”. Y cinemático, habría que agregar. Atender la docena de composiciones que integran la obra significa acercarse a un filme donde el expresionismo alemán más refinado se enreda con una cinta de gore extraviada en la deep web.

“Nos encanta eso de la música, que tenga la posibilidad de invitar a quienes la escuchan a perderse dentro de una historia imaginaria. En nuestro caso tienen mucho qué ver las letras de Hannah, son vívidas y visuales. Es bueno tener la oportunidad de, con la música como medio, permitir que nuestras historias existan en diversos planos”. Craig concentra así las facultades cinemáticas del álbum debut de King Hannah, un trabajo que concretó en ocho meses de sesiones al lado de su colega, quien explica que, lejos de confeccionarse en un ático mohoso y oscuro, tal como su contenido sugiere, la obra nació en un escenario lumínico: “te vamos a desilusionar, nuestras canciones no fueron grabadas bajo condiciones tétricas. Ojalá. Rentamos un cuarto de ensayo, en realidad, y con una ventana inmensa”.

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Pero sigamos imaginando. Ahora a Portishead echando palomazo con Smog mientras Mark Lanegan y PJ Harvey graban el encontronazo y se besuquean. Porque a eso suena más o menos I’m not sorry, I was just being me. Un título envalentonado, por cierto, que se respalda por canciones como “A well-made woman” y “Big big baby”. “La primera habla de cuando me siento bien, valiente y fuerte. Lista. Esa sensación es mi favorita. Y viene a mí cuando estoy en el escenario, además”; explica Hannah; “la segunda canción relata que me gusta tomarme mi tiempo para tomar ciertas decisiones, aunque a algunas personas esto pueda parecerles desesperante. O sea, no tengo por qué complacer a nadie ni pedir disculpas por nada”.

Así que ahí lo tenemos. Es cosa de entrarle sabiendo a lo que uno se atiene: música bien bragada. Y escúchese “Foolious Caesar” o “Go-kart kid (Hell no!)” para atestiguarlo (con ese par bastaría, en dado caso). “Nos gustan las canciones que, paso a paso, te van dejando escuchar que algo está por suceder. Que algo se acerca”, explica Hannah. “Sí, algo acechando: como dos ermitaños con túnicas rasgadas desenterrando tumbas por la madrugada”, le respondo a la cantante. Y ella ríe a carcajadas al despedirse. En verdad que le divierte esa imagen. 

Alejandro González Castillo

Alejandro González Castillo

Periodista, y escritor también (porque parece que no es lo mismo). Cruza párrafos con compases. Le gustan las olas, leer y chelear chachareando; además de escuchar discos dejando salir el humo por los ojos.

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