Al abrir las cortinas de la ventana de la habitación, la manecillas del reloj del Hotel Balmoral presumen su trote desfasado (tres minutos de retraso, se sabe). Hace rato que amaneció, sin embargo la niebla insiste en cobijar los Princess Street Gardens. Los vidrios lucen empañados, el café está listo para sorberse. Resta tomar un baño que sabe a gloria, tras más de diez horas de vuelo desde la Ciudad de México, para luego arrancar con la aventura que significa Wide Days, el célebre fest que celebra su edición 2024 y que comienza actividades al mediodía, justo con la llegada de mayo. Tres días de música y conferencias en la capital escocesa. Un lujo.
FOT:: Jannica Honey & Gaelle Beri
Hay que caminar hacia los Assembly Rooms, hallar el número 54 de la George St. Pero antes, sobre Princess St., detenerse varios minutos para apreciar cómo se yergue, a unos pasos de la estación de trenes de Waverley, ese cohete gótico deslumbrante que es el monumento a Walter Scott. La mugre que infectaba el aire de la alguna vez apodada Vieja Humeante hizo que la superficie de la nave adquiriese el tono negruzco que hoy presume y que le encima un paño melancólico que imanta. Al fondo, el Castillo de Edimburgo, levantado sobre rocas volcánicas, opera como centinela del paso de los días. Sus muros han visto pantanos secarse; esta vez, atestigua la llegada de un encuentro donde la música bulle entre callejones húmedos y piedras mohosas.
Olaf Furniss es fundador de Wide Days. Scotland´s Music Convention. “Todo esto nació en 2010. En ese momento yo trabajaba de la mano con otros eventos donde se llevaban a cabo conferencias relacionadas con la industria musical y que finalizaban con tocadas en las noches. Observaba que ibas a una sala que estaba completamente llena mientras al mismo tiempo otra lucía vacía. Había un problema entonces; se anunciaban cien grupos, pero no conocías a ninguno y te sentías sobrecargado de música”, explica el también periodista, recalcando que entonces vio la luz Wide Days. “Empezó como una conferencia, pero teniendo cerca a la gente de la industria musical de Edimburgo aprovechamos su presencia para ofrecer actos en vivo y así sembrar contactos. Invitamos a personas de trato honesto, respetuosas con los artistas”.
En la jornada inaugural, el mismo Olaf comanda una visita guiada por la ciudad a bordo de un clásco double-decker bus. El viaje culmina en la cima de la Calton Hill, la colina donde se justifica otro de los motes que Edimburgo posee: La Atenas del Norte. Allí, en medio del National Monument of Scotland y el monumento a Dugald Stewart, con la llegada del anochecer el frio cala los huesos, rajando caras infame. Los lugareños sonríen, se hallan en plena primavera; quien se dice amante de las temperaturas bajas y vive en clima tropical comprende la bendición que significa desconocer lo que es rondar los cero grados. Y de inmediato, al llegar la oscuridad, Edimburgo adquiere un tono románticamente acabangado, a cada esquina se descubren sombras nuevas, de perfil brujero y bohemio. Fascinante.
“Fuimos el primer fest en Gran Bretaña que programó la misma cantidad de hombres que de mujeres en las conferencias. Luego dicen que no hay mujeres haciendo esta chamba; pero no, el problema es que quienes dicen eso no las conocen. Nosotros nos tomamos muy en serio esto de programar los páneles, evitamos repetir temas y que siempre estén las mismas personas”, explica Furniss. “Esta forma de trabajo nació porque yo me aburría de escuchar siempre lo mismo de las bocas de los mismos tipos. Había que buscar nuevas ideas, nuevas perspectivas, darle plataforma a nuevas voces. Nos gusta innovar. Por ejemplo, nosotros ya hablábamos de Spotify cuando ni siquiera los Beatles o Radiohead formaban parte de la plataforma. En 2024 estamos pensando en la IA, pero antes hicimos lo propio relacionando música con política y turismo”.
Las conferencias van desgranándose durante el siguiente par de días. Los Assembly Rooms reciben títulos como Computer say yes, Sync or swim, Accessibility in music o A&R yoy brave enough? La última, una cita donde un puñado de creadores exponen una de sus canciones ante personajes que enumeran las virtudes y vicios del track, con micrófono en mano y un nutrido público como testigo. Fue ahí justamente donde Marvin tuvo presencia activa. Paralelamente, en el mismo sofisticado recinto (importante decir que así como ocurre en el Music Hall, también lucen plenos de asistentes el West Drawing Room, el Ballroom y el East Drawing Room) tienen lugar speed meetings entre agentes de la industria y artistas. Así se van todos frotando las manos para los conciertos que al atardecer tienen lugar en tres foros cuya personalidad propia aflora conforme los compases se amontonan: La Belle Angele, Sneaky Pete´s y Bongo Club.
Ubicados en la misma calle, Cowgate, los tres lugares para conciertos se hallan lo suficientemente cerca como para ir de uno a otro en pocos minutos. Sneaky Pete´s es el más pequeño, apenas lo justo como para sentirte afortunado de estar cerca del escenario y sudar consistentemente, aunque afuera los dientes tiriten de frío; mientras, el otro par luce espacioso. Los tres poseen un sistema de audio de primer orden y no rebasan la ley de únicamente aceptar un retraso de tres minutos entre actos, tal como el reloj del Hotel Balmoral impone desde las alturas de su torre. Pasan lista 24 propuestas provenientes de Gales, Canadá y, claro, Escocia. Y todos estos músicos circulan por los escenarios al tiempo que alrededor de 340 delegados y cerca de mil asistentes afilan los oídos. Se trata de showcases donde la brevedad suele traducirse en contundencia.
Andar por las calles del Old Town con los oídos plenos de propuestas carece de parangón. Se pasa de foro a foro devorando sonidos y aquilatando el hecho de vivir un fest que respeta la escala humana. Así, bajo puentes hermanos del Regent Bridge (célebre gracias al filme Trainspotting), los asistentes van abandonándose al flujo rítmico y melódico mientras las pintas de cerveza espesa, chocolatosa, de espuma densa, fluyen (Mantén el corazón y la cerveza negra siempre a mano, decía el mencionado Scott). Incluyente, el listado de artistas que se presenta no relega y lo mismo incluye folk que indie, rap que trap, rock que post-punk, new wave que garage. Y en medio de estos perfiles nacen nuevas mezclas que sólo ahí, en Wide Days, alcanzan a saberse. Sobresalen nombres, claro. The Joshua Hotel, Leif Coffield, Emilie Kahn, Soran, Alias, DVTR, Zoe Graham, Samuel Nicholson, Supermann on da Beat, Kai Reesu, Eyve… Verles en directo es saber que ahí está el futuro del pop del planeta.
Coinciden todos los músicos presentes en la entrega, en la disposición de encontrar en la charla, en el trato cercano, luces que les lleven a proyectar su música más lejos. Durante el fest es común ver a los artistas bajar del escenario para ayudar al siguiente acto a iniciar el suyo y luego aplaudir. Los roles se intercambian. La camaradería se impone. Y tal como cuando comenzó Wide Days, todos siguen siendo amigos. “Yo siempre he buscado mantener un ambiente familiar. Cuando esto empezó, sin dinero, hacíamos la fiesta de bienvenida en la casa de un amigo y de ahí nos íbamos a un pub. Y bueno, eso se sigue manteniendo, ese espíritu. No sólo se trata de estar metidos en un hotel escuchando conferencias; la idea es mostrar una ciudad, que la gente conecte con ella”, ahonda Olaf.
Y resulta cierto lo dicho por Furniss. Wide Days va más allá de la música pues la misma ciudad de Edimburgo termina abrazando a los asistentes del encuentro musical. Imposible no sentirse parte de una postal imperdible compuesta por flashazos intensos. Es sencillo escaparse para caminar entre las tumbas del Cementerio de Greyfriars o para tocar la nariz del célebre perro Bobby; o para internarse entre tarros en la Deacon Brodie´s Tavern o The Last Drop. Durante la última jornada, así como se hace una expedición guiada por tiendas de discos de la ciudad, se lleva a cabo una degustación de whisky liderada por el mismo Furniss, quien desde que anuncia que a lo largo del fest sólo se servirá comida vegetariana con un welcome to my fucking world!, muestra una hospitalidad sin reservas, así como todo el equipo que le rodea.
Luego de tres días de música, resulta complicado dirigirse a la estación de Waverley para alejarse de Edimburgo. ¿Falta algo? Dar un último paseo entre jardines, escuchando gaitas a la distancia mientras el tren se acerca, recordando que artistas como Midnight Ambulance, The Big Day, Quiet Houses, Silvi y Rusell Stewart formaron parte de Festival Marvin Gateway 2023, y que en ese sentido la relación con Wide Days lleva tiempo siendo fructífera. Queda la esperanza de volver a tierras escocesas, a escuchar el futuro de la música, a saberse parte de éste. Lo dicho, un lujo.
*También te puede interesar: Beth Gibbons: Sabias lecciones musicales para entender la vida