¿Podrán los muertos enterarse de lo que ocurre en esta dimensión? Es una pregunta muy válida alrededor de Mark Linkous -el hombre que creó Sparklehorse– y a la hora que aparece el disco póstumo Bird Machine, 13 años después de que haya decidido suicidarse.
TXT:: Juan Carlos Hidalgo
Las canciones que hoy integran este álbum iban a estar en su quinta entrega y estaban casi terminadas tras de las sesiones con Steve Albini que se llevaron a cabo en Chicago. Hoy seguramente Mark quedaría deslumbrado por lo que se traía entre manos, salvo que la depresión profunda y un quiebre de pareja dictaron otra cosa.
Tras un fallido intento previo, ha sido gracias a Matt -su hermano- y Melissa -su hermanastra- que aparece la versión final de Bird Machine y sus 14 canciones nos siguen atrapando y colocando en habitaciones polvosas, llenas de objetos viejos y en las que resuenan ese indie pop lóbrego y apesadumbrado que caracterizara a Sparklehorse.
No podemos sino caer seducidos ante maravillas huidizas y algo tímidas, como lo son “Evening Star Supercharger” y “Kind Ghosts”, que se cruzan entre una mística underground y una pátina de cine de serie B –Mark Linkous siempre tuvo pinta de gran personaje de ficción-.
Ahora las buenas decisiones del entorno familiar permitieron que los detalles de producción que faltaban corrieran a cargo de Alan Weatherhead, quien le dejó esa marca de emanar de casas solitarias, de carreteras perdidas y del extravío de un hombre ante su propia vida y caída; “Falling Down” da cuenta de ello con todo y un discreta y hermosa slide guitar.
Se dice que Mark dejó el orden en que imaginaba debía de ir este puñado de composiciones e incluso el título que pensaba ponerle (que nos hace pensar en Charly García y La máquina de hacer pájaros). No queda en el presente sino apuntar que se trata de una obra que suena excelente, muy bien cohesionada y llegadora… conducida por la frágil voz de un músico que parece estar a punto de resquebrajarse emotivamente a la hora de interpretar.
¿Pudo traerle a Sparklehorse el salto definitivo rumbo a una audiencia más amplia de haberlo editado en vida? No podemos saberlo, lo que si podemos es apuntar la grandeza de temas como “Daddy´Gonne” y “Chaos of the Universe”… calan y emocionan en este presente, lo demás es quimera.
Aquí hay indie pop de alta pureza… uno que disfruta del glitch, pero que no recurre al low-fi; aquí hay un acabado minucioso y enorme verdad artística y humana. Sparklehorse crecerá como una figura de culto, dado que parece que Mark lo tenía todo clarísimo, tal como lo expone en “I Fucked It Up”: “Pude haber sido una estrella del rock. La jodí bien / Y lo pagué, lo pagué, lo pagué”.
Pero pese a todo, Bird Machine mantiene de principio a fin un tono esperanzador y algo optimista; ¡Vaya paradojas del arte y de la vida!
También te puede interesar: Beverly Glenn-Copeland: un portento musical de 79 años