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Jarvis Cocker y su “Razzmatazz” para leer

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Ambulante 2024

Comencé a leer con música de acompañamiento hace muy poco. Siempre me había distraído. Para hacerlo más fácil, ponía piano o jazz sin letra. Y en uno de esos ensayos cayó en mis manos Pop bueno, Pop malo: Un inventario (Sexto Piso), de la pluma de Jarvis Cocker, conocido como vocalista de Pulp, locutor y, ahora, como escritor. Pocas semanas antes, terminé de leer Surrender, 40 canciones, una historia, de Bono, donde se cuenta la vida del vocalista de U2 a través de esas 40 rolas. Es un estupendo registro para los seguidores de esta agrupación, pero yo no sentí ganas de escuchar “Lemon” sino leer algo menos egocéntrico. Y ahí entonces me sumergí en un relato menos impaciente, más humano y sobre todo una inteligentísima trivia para saber a qué canción se refiere en cada capítulo. Y de pronto me dieron ganas de escuchar “Help the aged“.

TXT:: Paola Tinoco

Isabel y yo estábamos en Ámsterdam con Daniël, su amigo. Nos Llevaba de paseo casi todos los días a Erasmus Park, Rijkmuseum, Van Gogh Museum etc. En una de esas salidas, caminando por la calle Frederik Hendrickstraat vimos un bar con el nombre de Razmataz. De inmediato quise conocerlo pero sólo abrían por la tarde y noche. Huelga decir que para mí el menú era lo de menos: quería cenar ahí porque se llama como una canción de Pulp (que lleva dos zetas más) y nos sorprendió gratamente porque, después supimos, era uno de los 10 bares más recomendados de toda Europa por tener una magnífica selección de platillos franceses, servir coctelería de todas partes, pero su especialidad era la ginebra. Presumían servir a sus comensales los 15 mejores ginebras  del mundo, bien servidos, nada de pichicaterías. Daniël, nuestro anfitrión holandés, también se llevó una sorpresa porque a la hora de los digestivos me envalentoné para pedir al DJ del bar que pusiera “Razzmatazz“. Nunca falta el numerazo de la turista. Como había sólo dos comensales y nosotros, me creí en cualquier bar de México para ir a importunar. El DJ no hablaba inglés, sólo alemán y neerlandés. Mi amiga Isabel hizo la petición en alemán y nos concedió el deseo.

Le invitamos una cerveza en agradecimiento y salimos a la terraza bailando enloquecidas la segunda canción de Pulp que puso por su cuenta. Ya éramos los últimos en el bar, así que ahora el DJ entró en confianza y se vino a bailar a la terraza con nosotras mientras Daniël nos miraba estupefacto con el mentón recargado en su mano derecha. ¿Qué bebieron?, preguntó Daniël al bartender, que se acercaba curioso a la terraza, más divertido que incómodo con nuestra fiesta privada. Una de ellas probó 3 de nuestras variedades de gin, cada uno con su propia hierba. Su otra amiga bebió vino y luego calvados. He visto comensales beber mucho más y no sonríen ni siquiera cuando les sirves una copa por cortesía de la casa. Menos un baile. “Estas chicas deben ser latinas”, se emborracharon de música, respondió el bartender que ya se servía un trago para acompañarnos.

Mientras leía Pop bueno, pop malo me confortó saber que uno mis vocalistas favoritos fuera un acumulador, como yo. Tiene un tono agradable diría, muy diferente al del personaje sobre los escenarios: mientras allá se le ve derrochando energía y locuacidad, en las letras elige con parsimonia cada palabra y disfruta darle una estructura que va de los recuerdos a la historia de Inglaterra en los años setenta y ochenta, pasando por algunos divertidos comentarios sobre sí mismo en esa época.

En el inicio narra la historia del desván de su casa que, como el de tanta gente, se fue llenando de cosas inservibles o poco útiles durante años. A través del descarte o reubicación de ellos, cuenta anécdotas acerca de cómo los obtuvo y qué significaron en su vida, o elabora un marco histórico al movimiento de la música del norte de Inglaterra en los años setenta. El lector hace un recorrido envidiable por el desván y los triques de don Cocker porque, conozca o no la letra de las canciones de Pulp, encuentra ahí a un gran contador de historias que decide tirar un paquete de chicles de antaño pero guarda una revista pornográfica para después tener una conversación sobre sexo con su hijo (sí, incluye fotos de la revista por si se lo preguntan).

Cartas de puño y letra, fotografías familiares, un parche del Casino Wigan: “…Se trataba del epicentro de la escena musical del soul del norte de Inglaterra en los años setenta”. Es también el lugar donde empezó a fijarse en el atuendo que llevaban los adolescentes mayores que él y se imaginaba trazos de vestuario para su grupo musical aún inexistente. Tenía la cabeza y los cuadernos llenos de ideas. Por cierto, siempre tuvo claro cuál sería el nombre de su banda y sigue siendo el mismo desde entonces.

El recorrido es de 357 páginas amenas, atractivas visualmente, parecen las intimidades de un amigo que te invita a acompañarlo mientras decide qué va a conservar y lo que se irá a otras manos, o a la basura. Un fanático se conformaría con la memorabilia aquí contenida, pero además está lleno de historias de sus primeras veces, su despertar a la sexualidad a través de una revista pornográfica de su tiempo de nombre Libro de risas cachondas y fantásticos chistes sucios. Más que saber del sexo, le gustaba aprender las diferencias entre hombres y mujeres, comprender el mundo masculino ya que hasta ese momento de su vida (14 años) no había tenido una figura masculina en su desarrollo, algo que le parecía necesario porque el entorno de su infancia y adolescencia era de mujeres salvo por el abuelo materno. “… Hasta la gata era hembra”, señala Jarvis al lado de una fotografía familiar donde posa con hermana, tías, abuela, madre y minina En estas reflexiones puede percibirse su muy inglés sentido del humor y la filosofía que utiliza en sus letras, casi como una canción a capela. Sin música pero con el ritmo de su voz narrativa. Sólo queda la inquietud de adivinar en cada uno de sus relatos la música que entrañaban para el futuro.

Curiosamente se reúnen 40 relatos que sin decirlo, revelan el origen de buena parte de sus canciones además de los pasajes y reflexiones sobre su vida de antes y de ahora,  de la misma forma que Bono hace lo propio en Surrender. Me pregunto por las razones puede haber para que dos leyendas de la música  angloparlante elijan únicamente 40, que no son pocas. Es algo que las escritoras y escritores podemos envidiar a estos cracks: dieron su “Do de pecho” al menos 40 veces; en cambio, pocos escritores tienen 40 bestsellers en su trayectoria.

En 2012 fui al concierto que dio Pulp en el Palacio de los Deportes y después sufrí por no haber sido una de las personas afortunadas que se cruzaron con él en el metro de la línea naranja. Desde entonces no han vuelto a tocar. Para nuestra buena fortuna, el vocalista de esta icónica banda del britpop anunció durante la campaña de prensa de su libro, que volverían a México este 2023, como parte de las celebraciones por el XV aniversario de This is hardcore y ya es un hecho, los boletos están a la venta.

Dicen las malas lenguas que en cuanto soltaron a Jarvis Cocker de la ronda de entrevistas se fue por su cuenta a recorrer los barrios que justo le recomendaron evitar. Dicen las mismas viperinas que una mujer de mediana edad lo vio en la Lagunilla y al reconocerlo, con cara de boba, le dijo: ¿conoces el Razzmatazz de Ámsterdam? Y él respondió: No, ¿está bueno?, ¿mejor que el Razzmatazz Club de Barcelona? Acto seguido, un par de fans lo taclearon y la boba ya no pudo acercarse a él otra vez. Desperdició su único chance en una pregunta zopenca.

Se puede suponer que leí este libro con “Razzmatazz” pero no la puse. Tampoco “Common people“. Ya sabemos que habría botado el libro para levantarme a bailar.

Staff

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