#EnMisTiempos

¡Colchones, estufas, música vieja que venda!

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Para el Dani Maldonado

¡Se compran colchones, tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas, ¿o algo de música vieja que venda?! Conocí a una persona que me hizo pensar que esto podría pasar algún día. Alguien que pronunció, no desprovisto de arrogancia: “yo sólo escucho música nueva, tengo el oído entrenado para eso”. Me divirtió imaginar la escena: la de una oreja amaestrada. Una que se siente, haga piruetas o salte en medio de un aro de fuego.  

TXT:: Arturo J. Flores

Mis oídos son órganos de gozo. Escucho aquello que me da placer. Nunca me ha interesado adiestrarlos para inflamarme el ego delante de las visitas. Tampoco creo que los gustos musicales, cinematográficos, teatrales o hasta gastronómicos de una persona le confieran algún tipo de superioridad. El ser humano escucha —a menos que lo aqueje algún tipo de sordera— desde que nace y hasta que muere. Hacerlo no posee ningún mérito, como tampoco lo tiene estornudar.

Como los búlgaros de leche

Pero esa persona que conocí insistía en dejar en claro la repulsión que la música vieja le generaba. No sé calcular qué tan joven era, pero quizá rondaba los 30. Irónicamente, un niño de siete años lo consideraría viejo. Aunque para alguien que tuviera 70 tal vez lo miraría como alguien que recién empezó a vivir. “¿En qué momento las canciones se consideran viejas?”, pensé mientras lo escuchaba quejarse. “¿Cuándo transcurrió un año o dos desde su lanzamiento?”.

Según Spotify, la música se vuelve anciana los viernes. De acuerdo con la lógica de mi interlocutor, la música se parece a los autos y a los frascos de yoghurt. Apenas salieron de la agencia, comienzan a perder su valor o peor aún, traen una etiqueta con la fecha de caducidad impresa. Me desconcierta su visión. Para esa persona los artistas no son personas, sino productos de consumo. Es por eso que, de acuerdo con la lógica del úsese y tírese, si no es nuevo no sirve o no vale. No funciona. Da asco. 

¿“Time bomb” de Rancid es un ok, boomber?

Su visión se extendía a las personas que hacen la música. Si envejecen, no merecen seguir produciendo música. Más les valdría conducir un taxi o desplomarse en el jardín como Vito Corleone en su última escena en El Padrino, mientras la muerta le espeta un “ok, boomer” en la cara.  Me dieron de ganas de preguntarle si esa visión simplicista se extiende a los consumidores de la música. A los que como él piensan que la música vieja debería guardarse en un cápsula blindada, sepultarla a cien metros bajo tierra o, mejor aún, incendiarlas como hacen los bomberos de Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbury acerca de una sociedad futurista en la que los libros se queman para que las nuevas generaciones no los conozcan.

¿Acaso entonces esa persona de la que hablo sí tiene derecho a envejecer como escucha? Sólo los creadores deberían morir jóvenes y convertirse en cadáveres hermosos. Los consumidores, mientras consuman nuevo, estrenen ropa, tenis, autos y canciones, pueden andar a placer sobre la faz de la tierra.

Stranger Old Things

La música nueva es relativamente nueva. Una canción lanzada en enero (estamos en agosto) podría ser ya vieja, de acuerdo con los cánones de la industria, y desecharse como fierro viejo en la camioneta que patrullas las colonias de la Ciudad de México. Pero la música vieja también podría resultar nueva para alguien que no la conoce. Ese es el eslogan de Daniel Maldonado, el titular de “Impala” en Ibero Radio: “ven y conoce nueva música vieja”.

Un caso singular fue el descubrimiento de “Master of Puppets” a través de Stranger Things, para la generación Z. Si alguien que conoció el track de Metallica a través de la serie, se animó a coger una guitarra y hacer música nueva, creo que el círculo se completó. La música vieja inspira. Ese es su papel. Desde Mozart hasta el single que salió hace 15 días. Por eso no entiendo esa necesidad enfermiza por exterminarla. Porque la música es arte y el arte no debería ser comparado con una mosca, que sólo vive un día. A mí, por lo menos, no hay una buena canción que me parezca que se agrie o se cubra de hongos con el tiempo.

En resumen, la batalla entre música nueva y música vieja es estéril. Hay que crear algo nuevo, pero con el conocimiento y disfrute de lo que hubo antes.

Mientras tanto, empecé a enseñarle a mis oídos a dar la pata. 

😉 

Staff

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