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‘Canchero’ de Rafael Giles: futbol, amor, muerte y pérdida

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‘Canchero’ de Rafael Giles: futbol, amor, muerte y pérdida

En Editorial Gato Blanco me pidieron escribir un párrafo para la solapa de Canchero, un nuevo libro que no tardaría en salir, y fue entonces que comenzó a rodar el balón mental y esto fue lo que anoté a bote pronto: “Quizá Valdano no lo midió bien y el futbol sea mucho más importante de lo que señaló, y vaya mucho más allá de las cosas ‘menos importantes’, es por eso que es fácil ponerse la camiseta de Rafael Giles y sus historias, cuando asevera: ‘Qué sé yo. Este deporte se vuelve tu vida hasta que uno mismo decide que ya no’, pero muchas veces, el futbol sí se queda para siempre y se funde con el amor, la muerte y la pérdida.

Es así que Canchero nos enseña a apreciar las gambetas finas por las bandas de la existencia y de las canchas… no es necesario gastárselo todo en un contragolpe lineal y vertiginoso, sino aprovechar los entreveros y burlar las patadas arteras del destino”.

A continuación, les ofrecemos uno de los cuentos que conforman Canchero, el noveno.

TXT:: Juan Carlos Hidalgo (intro) y Rafael Giles (Cuento)

Mi nombre, como suena, mi apellido: la primera es con “s” y la segunda con “z”. Te comento que soy psicóloga con maestría y a mí no me apasiona el futbol. Vamos, no me molesta, solo que tampoco estoy a favor de los fifas los foncas o como tú, que estoy casi segura de que eres ambos. Los hombres no son capaces de aceptar distintas masculinidades y quieren andar todos sudados, arrejuntando el riel y mandándose entre ellos besos en el Jeff, vestidos con las telas más delgadas y finas que encontraron, emulando los peinados de bellacos y actitudes de sus ídolos, pues adelante muy su onda. Qué bien por ellos pero, ¿para qué poner de pretexto al baloncito?

De aquí para allá todo el tiempo andan distraídos, en un país con otras prioridades, con altos niveles de pobreza y uno de los índices más elevados de feminicidios. Considero que el deporte del pueblo hace delicados a los hombres y hace a las mujeres hoscas. Porque fuertes somos todas. Y aclaro; estoy a favor de practicar deportes y también de la equidad de género, es por eso que considero que el futbol debe ser primero un deporte y después un espectáculo. La educación no tiene que estar peleada con el futbol y tampoco estar unida al patriarcado hegemónico y machista.

Dicho esto, lo mío es la música y aunque todas las revoluciones son subvencionadas, mi chief siempre nos educó bien el oído. Rock is dad: Pink Floyd, Led Zeppeling, The Doors, The Who, The Clash. No’mbre, querido, no termino, y el grupo que más escuchaba él, pues The Rolling Stones. Mi chief solía escucharlos en vinilos, en la radio, en el IPod. Amaba el rock más que todo en el mundo, dice que fue a Avándaro en su juventud, logró escapar del ejército y pues yo le creo. Pero esa era la grandeza de mi chief, la apertura y tolerancia, ser gentil también es un acto revolucionario. Aunque en la cancha le decían el Tender, si le decías “futbol” iba y se rifaba. Pasaba la pelota o el jugador, y es por eso que aquí estoy hablando de pambol. Pero si a mi chief le decías “basquetbol”, alzaba los codos y tapón de alberca, gancho de don de tres puntos. Le cantaban tiros y lo mismo, cabeceaba, gancho de don directo al hígado y jab de tres puntos a la ceja.

Pero escuchar a los Rolling lo llevaban de vuelta a su juventud, los sábados subía el volumen del estero y parejo a limpiar la casa, a hacer deberes, a darle mantenimiento a las bicis y a la jefa. Porque ser un adulto funcional no es tan complejo. Cuando de vez en cuando se le zafaba la cadena a Pilar, mi madre, le daban bochornos o se cabreaba, igual el chief se ponía a los Rolling en el IPod para calmar la vena. A veces mi chief abría una botella de whiskey y se sentaba ahí tranquilo toda la noche, en la sala del departamento con luces tenues y se quedaba tranquilito a rockear forever, como Homero.

Cuando vinieron los Rolling a México después de diez años al Foro Sol, nos lanzamos a verlos. Bien curioso ver a toda la banda de la senectud ponchando un churro por aquello de la reuma. Rock & roll desde que me acuerdo, hasta que un día: Rock is dead, falleció mi chief. Quizá debo cuestionar más mi privilegio mientras digo esto, sentada en una silla Acapulco desde el departamento con marcos de madera y piso de parquet en la calle Tamaulipas. Pero mi intención es no juzgar, ser yo misma, qué más da si eres progre o woke, de vez en cuando abro una botella de whiskey, con coca cola y hielos. Elijo de la colección de discos rayados mi vinilo favorito, soplo la aguja del tornamesa con mi pareja dan las tres y sacamos un toque de hidroponía entre el dedo índice y el like. Dejo así fluir la vida y pongo una vez más “You Can’t Always Get What You Want” de The Rolling Stones, hasta que den las cuatro veinte y me sirva otro whisky con coca cola y hielos, mientras voy armando el siguiente toquecito.

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Juan Carlos Hidalgo

Juan Carlos Hidalgo

Embajador de Tuzolandia por el mundo. Su novela más reciente es 'Ya no más canciones de amor' (Ed. Gato Blanco). En Marvin, coordina las colecciones 'Rock para leer' y 'Tinta sonora'. Forma parte de la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica (REDPEM). Su libro más reciente se titula 'Una ópera egipcia', poemario a partir de un álbum de Los Planetas.

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