Al momento de perder la batalla en contra del cáncer durante 2020, la argentina Rosario Bléfari tenía detrás una historia de puro romanticismo indie con su banda Suárez (que llevaba por nombre el apellido de Fabio, su pareja en aquellos primeros años noventa), pero también tenía estupenda reputación como actriz y escritora.
TXT:: Juan Carlos Hidalgo
Dos años antes nos había entregado un disco absolutamente memorable bajo el apelativo de Los mundos posibles y que se llamó Pintura de Guerra; otros dos años atrás había publicado el libro Antes del río (2016), que reflejaba su manera de entender el mundo y a la poesía lírica.
Pero la nacida en Mar del Plata durante 1965 jamás dejó de escribir y es por ello que dejó un muy buen puñado de textos entre los que se encuentran sus diarios; un material interesantísimo que la editorial Mansalva ha venido publicando periódicamente, y es así como llegamos hasta Diario de la dispersión, que no es otra cosa que un compendio de escritos que aparecieron primero en la prensa.
El sucesor de Diario del dinero es una obra que refleja tanto una actitud como un método de parte de Rosario Bléfari para encarar las cosas: “Celebré la dispersión como método a partir de cierto momento de la vida en el que me di cuenta que no estaba mal, que era una manera de hacer”.

Hoy día perdura todo un culto alrededor de esta artista total que tuvo una existencia apesadumbrada y en lucha permanente no para alcanzar el éxito masivo, pero si una condición que le trajera una estabilidad económica que se le rehusó.
Especialista en hallar los pequeños milagros del arte y de la vida, ella era capaz de combinar géneros y hacer magia a partir de lo doméstico: “Escucho bossa nova y me abismo. La hora de la siesta en la que escuchábamos esos discos, los novios adolescentes, la bandeja girando, la luz suave entrando por las cortinas naranjas, nuestro momento de paz”.
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