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The Smile y ‘Wall of eyes’: El púgil veterano se pone juguetón

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Ambulante 2024

Con menos de dos años de diferencia frente a su álbum debut A light for attracting attention, The Smile, el proyecto alterno creado por las dos principales cabezas de Radiohead (Thom Yorke y Jonny Greenwood), junto a Tom Skinner (Sons of Kemet), regresa con Wall of eyes, una pieza potente que sostiene con cada vez mayor soltura al proyecto. Probablemente ninguno de los otros trabajos que ha realizado cualquier integrante fuera de la banda originaria de Oxford haya generado la sensación que hoy genera The Smile frente al gran público, más allá de los fieles seguidores de Radiohead. Y la respuesta a ello se puede escuchar en el recién estrenado segundo álbum del trío. 

TXT:: Aarón Enríquez

No es detalle menor mencionar que el grupo nace como una respuesta creativa al periodo pandémico y a partir de las ganas de Thom Yorke por canalizar sus más profundas obsesiones a través del arte. El dueto Yorke-Greenwood decide juntarse con un tercer elemento, en un momento particular en el que los proyectos principales del combo estaban en suspenso, en el caso de Radiohead, y a punto del colapso, en el lugar de Sons of Kemet. El resultado de tal decisión fue este supergrupo que funciona como un oasis en el que se desborda libremente una cajita de pandora que parecía estar contenida en trabajos anteriores de los involucrados.

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The Smile / Wall of eyes / XL Recordings, 2024

En Wall of eyes se liberan temas recurrentes en la lírica de Yorke, obsesiones que en los últimos años se han materializado con mayor potencia en el mundo que hoy habitamos y que Yorke ya esbozaba desde la época del Ok computer: su terror a la sobre exposición mediática, las interpretaciones erróneas del mensaje generadas por la viciada forma en la que consumimos información en la era internet; las posibilidades del sueño, el terror apocalíptico, un cuestionamiento constante hacia los mensajes oficiales, que además pone el ojo sobre teorías conspirativas; a esto se suman ideas sueltas y referencias descartadas en otros proyectos.

La diferencia en The Smile, frente a otros proyectos en los que Yorke explora esos tópicos, incluso tímidamente en algunas ocasiones, es que tiene la fortuna de haber hecho las paces con todas esas obsesiones para empezar a disfrutar el trip con mayor libertad. Si de algo sirvieron las etapas en las que hizo el soundtrack de Suspiria (2018) y posteriormente Ánima (2019) como solista, fue precisamente para desatar sus demonios internos por un lado y por el otro reencontrarse creativamente con Jonny Greenwood, quizá el más grande de sus cómplices y un elemento fundamental en el proceso de animarse a hacer música para cine. 

The Smile en plena libertad creativa

Greenwood y Skinner son fundamentales para el resultado, quizá porque ambos vienen de ejercer con mayor libertad sus procesos. Es sabido que una de las mayores complicaciones de trabajar con Yorke es que no se sabe estar quieto, que no le gusta repetir sets, que le fastidia sentirse atado a una forma de hacer música, esa otra obsesión por no repetirse o por dejar de ser libre. Pero algo sucedió en este largo proceso, quizá la edad tenga que ver, pero parece que la mayor responsable es la fórmula encontrada con Skinner y Greenwood, que nos permite ver a un Yorke en plena libertad creativa, dejando atrás la actitud de niño malcriado y fastidiado, para poderlo apreciar en su máxima potencia, sonriendo y disfrutando lo que hace.

La idea de desprenderse de todo lo que nos ata por un momento y aferrarnos a lo que nos libera mental y creativamente es poderosa, pero requiere de mucho arrojo. Tampoco es coincidencia que, más allá del gran peso de Radiohead, también The Smile haya decidido prescindir del nombre de Nigel Godrich para la producción. Más allá de que la banda aún no se ha pronunciado sobre la decisión de trabajar con Sam Petts-Davies como productor en lugar del viejo conocido Godrich, es probable que haya tenido que ver mucho con las ganas de no romper el hechizo del trío, sumar aire fresco y mayor apertura a explorar nuevas posibilidades. 

Eso en el álbum se agradece, abrimos con una guitarra acústica de la canción que le da nombre a la placa, un riff juguetón que por momentos puede tornarse siniestro y que se convierte en remanso cuando suena “Teleharmonic”, el track que pudimos escuchar en Peaky Blinders, apocalíptico y estremecedor. El desarrollo en “Read the room” y “Under our pillows”, con destellos kraut y progresivos suenan curiosamente refrescantes. Para la segunda mitad del disco ya estamos flotando con “Friend of a friend”, “I quit”, y “Bending hectic”. Pero es en el cierre, con “You know me!“, donde encontramos otra de las claves del nuevo Thom Yorke, uno que con la edad entiende mejor el juego. I’m a boxer on the ropes / you are standing in my light / You’ve wound yourself around me / like you know me”… Don’t think you know me / don’t think that I am everything you say…

Con una sutil referencia a su relación con el boxeo (su padre fue boxeador), Yorke hace las veces de púgil veterano, como aquellos descritos por Jack London. Con las imborrables marcas de mil batallas en la cara, pero mañoso y juguetón. En un par de estrofas se desprende del clinch formado por él mismo alrededor de su propia figura para desmarcarse de toda clase de mitos. “No creas que soy todo lo que tú dices”. ¡Ay perro!, tan fácil que era ponerse a jugar de nuevo. Es bueno volverte a ver con hambre.

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Staff

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