El anuncio del concierto de Rosalía en el Zócalo capitalino ha sumado otro elemento más a la polémica popularidad de la música urbana a nivel mundial. La catalana que puso de cabeza al mundo con el lanzamiento de Motomami (2022) y que recientemente brindó un impecable show en el festival de Coachella, se estará presentando ante cerca de doscientas mil personas el próximo 28 de abril en el corazón de la Ciudad de Mêxico.
La polémica provocada por esta actuación viene del intenso ambiente político que vive el país en los recientes años. Por un lado los críticos sustentan sus argumentos en que se trata de un gasto que podría utilizarse para el mantenimiento del metro de la ciudad; por otro lado, el gobierno que señala la importancia de eventos culturales gratuitos a nivel masivo. De lado han quedado las críticas al estilo musical y lírico de Rosalía, muestra de que la música urbana ha ganado la batalla generacional y cultural para entrar en una fase de asimilación donde su dominio en el mainstream le ha quitado esa mordida que antes descolocaba a los críticos más puristas de la cultura pop.
Si bien el Zócalo ha sido testigo de conciertos que en la década de los 70 y 80 hubieran sido simplemente imposibles de imaginar, Paul McCartney y Roger Waters por dar un par de ejemplos, la familiaridad con la que los habitantes de esta ciudad conviven con este tipo de eventos es de cierta forma valiosa, ya que habla de un dinamismo que permite por un par de horas convivir a diferentes extractos de la sociedad mexicana: aquellos que abarrotan las terrazas y restaurantes alrededor de la plancha del Zócalo, y los que permanecen de pie por horas para poder ver a su artista favorito.
Por tal razón, el concierto de la intérprete de “Saoko” y “Despechá” será un evento histórico, no sólo por el valor que tiene ver en vivo a una de las estrellas número 1 a nivel mundial, sino por la controversia que ha provocado en redes sociales en uno de los momentos más interesantes a nivel socio-político que se vive en México. Aunque en muchas ocasiones el tiempo condena a los grandes acontecimientos al cajón de las anécdotas, bien vale la pena ser testigos de un cambio de paradigma a nivel de espectáculo y de géneros musicales. Vivimos un choque de trenes entre música y política.
