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‘¡Que viva México!’: un previsible sketch televisivo

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Ambulante 2024

El cine mexicano no ha sido ajeno a describir las cuestiones sociales y políticas que todos experimentamos en diferentes niveles en las múltiples etapas de su historia reciente. Desde Los olvidados  (1950), Rosa Blanca (1962) y El apando (1976), hasta Rojo amanecer (1989), El bulto (1992) y La Ley de Herodes (1999): historias han tratado de mostrar a través de distintos enfoques y matices los elementos que componen la historia de este país llamado México.

TXT:: Jacobo Vázquez

Luis Estrada, director de la antes mencionada La Ley de Herodes, sentó las bases de un cine contemporáneo que se apoyó en la sátira para poner el dedo en la llaga durante la llamada etapa de “la alternancia”, aquella que tiene que ver con la salida del PRI del poder y la llegada de la “democracia” a nuestro país. Así Estrada fue retratando los gobiernos de Vicente Fox  (Un mundo maravilloso, 2006), Felipe Calderón (El infierno, 2010), Enrique Peña Nieto (La dictadura perfecta, 2014) y Andrés Manuel López Obrador (¡Que Viva México!, 2023). Si bien el inicio de esta etapa en la carrera de Luis Estrada fue innovadora, potente y necesaria, también empezó a mostrar película a película una falta de originalidad y frescura.

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En su más reciente cinta, ¡Que viva México!, Estrada toma como eje principal de su historia la polarización que actualmente se vive en México. Sin embargo, su enfoque se siente ambiguo y flojo con diálogos que parecen sacados de un sketch televisivo, donde lo poco logrado con tal humor provoca que la historia se sienta forzada. Quizá uno de los síntomas más visibles es su duración de tres horas. En este sentido, se pierde mucho tiempo en darle vueltas a un mismo punto, al grado de tener que utilizar escenas de carácter escatológico que se advierten fuera de lugar, sin mencionar algunos momentos que recuerdan a las “sexy comedias” mexicanas de los años 80. El mismo Estrada ha mencionado que esta película busca provocar, utilizando de manera directa elementos del actual gobierno; pero, nuevamente, su intención se siente diluida por la falta de originalidad, lo cual hace que la historia se vuelva previsible.

Por otra parte, ¡Que viva México! hace homenaje a algunos clásicos del cine nacional, el más evidente a Los tres García, y también tiene algunos guiños a personajes de películas como Los olvidados. El precio de estas referencias es ver a Damián Alcazar saturando la pantalla, perdiendo así la oportunidad de desarrollar a cabalidad un solo personaje con un peso que fuera fundamental en la película. Por su parte, a Alfonso Herrera se le ve incómodo y fuera de ritmo en la mayor parte del tiempo, esto debido al desequilibrio que tiene la historia al dejarle a él solo la responsabilidad de ir uniendo los puntos sueltos de la trama. 

Al terminar de ver la película surge la idea de que quizá Luis Estrada quiso utilizar la misma fórmula para describir un país que ya ha cambiado. Y esa quizá sea la gran falla de ¡Que viva México!

Staff

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