El pintor Edvard Munch (1863-1944) se ha convertido en estandarte del arte moderno noruego; se consolidó como un afluente estético interminable que provoca un interés creciente y, por supuesto, una enorme afluencia de visitantes que buscan en Oslo la vastedad de su atormentado arte.
Por fin, el 22 de octubre (tras más de un año de retraso) se inauguró el museo que lleva su apellido y que se convierte en la mayor edificación museística dedicada a un solo artista. Las cifras que lo rodean son impresionantes: más de 26,700 obras del artista, repartidas en 13 plantas y 11 nuevas salas.
Doce años después de que el arquitecto español Juan Herreros ganará el concurso para construir el nuevo edificio, ya se encuentra abierto al público con sus 57.4 metros de altura y un costo aproximado de 320 millones de euros.
Se trata de una obra arquitectónica magnífica que permitirá conservar y exhibir la enorme producción de una de las más grandes figuras del expresionismo, desde su privilegiada ubicación en el corazón de Oslo.
El enorme acervo de pinturas, grabados y dibujos que Edvard Munch donó a la ciudad tendrá cinco veces más espacio que en el modesto museo que le antecedió. El estudio Herreros convocó a más de 100 especialistas diferentes para que aportaran sus conocimientos para concebir un edificio multidisciplinario, funcional y hermoso (lo que se potencia al estar junto a un fiordo).
Al final, se buscó que el Museo Munch con su fachada de aluminio perforado refleje los cielos de Oslo y, de esta manera, evidenciar la costumbre del artista de salir a trabajar al aire libre en cualquier época del año.
Tras su apertura, los ciudadanos han apoyado a un edificio de una altura inusual para la ciudad, pero que en su planta más alta ofrece vistas espectaculares. Mucho se debatió en el país sobre su edificación, pero a la postre el legado de Edvard Munch ya tiene un recinto vanguardista donde la estética convive con la arquitectura medioambiental y sostenible.
