La Pandemia nos hizo más conscientes que nunca del concepto de pérdida y por supuesto que lo más lamentable son las tantísimas vidas humanas afectadas entre fallecidos y deudos, pero también perdimos a nuestros lugares más queridos y entre ellos se encuentran los bares -sin lugar a dudas-.
Justo al momento de teclear pienso en esa línea de Ismael Serrano que dice: “Bares en los que la calma y la cerveza salvan nuestra vida” y a continuación la enlazo con otra de Fito Cabrales, el hombre fuerte de Los Fitipaldis, quien afirma: “Creo que los bares se deben abrir para cerrar las heridas”.
Jamás será lo mismo un encuentro provocado en alguna plataforma digital para conversar y beber con la pandilla. Es un remedo bastante rascuache -hay que decirlo-, ya que dista mucho de la experiencia pura y dura. Pero como propios y ajenos van cayendo, uno lo piensa demasiado y resiste ante la idea de salir a tomar unos tragos a un bar y conversar con los amigos (con el riesgo de que sea la última vez).
El alegato anterior está encaminado a subrayar la necesidad de encontrar un interlocutor, de hallar a ese “otro” que logre que nos sintamos menos solos, y he allí la importancia de Viaje épico hacia la nada, el más reciente LP de Love Of Lesbian, un disco con el que puedo conversar como si estuviera delante de algún querido compinche (“de la misma rodada”, como se dice en el barrio).
Y en ese sentido, más el contexto mundial en que se desarrolló Viaje épico hacia la nada, se comprende que Love of Lesbian apelado a un estilo mucho más directo en las canciones en comparación con los textos y estructuras más complejas a las que acudió en El poeta Halley (2016), con su universo temático alimentado por la fantasía. Lo nuevo viene acompañado de mucho enfado y dolor; incluso el punto de partida es la muerte de un amigo cercano del vocalista.
Por otro lado, siempre he pensado que llegué muy tarde como escucha a la trayectoria de los barceloneses; sentí que era tarde cuando me enganché con canciones grandísimas como “Allí donde solíamos gritar” y “Club de fans de John Boy”, que venían en 1999, realmente editado en 2009; arribé unos años después, pero me quedé, estimulado al descubrir la faceta de su cantante, Santi Balmes, como un muy solvente escritor.
Con el tiempo entendí que se trata de un grupo que polariza opiniones, que no gusta de forma unánime, pero que consigue feligresía. Nadie puede señalar que ya con 8 álbumes más a cuestas no tenga una sólida personalidad estética que abreva de diversas influencias de las planicies del indie rock. Hace mucho que la banda suena a ella misma, dado lo mucho que ha vivido, asimilado y trabajado.
Entonces a estas alturas darle play a un nuevo disco produce una sensación similar a la de destapar la primera cerveza con un camarada; hay confianza y fiabilidad, aunque sepas que las decisiones de tu comparsa no siempre hayan sido las mejores -no pueden hacer mella en los sentimientos que median entre las partes-.
De mi parte, no fueron los adelantos, “Cosmos (Antisistema solar)” y “El sur” (de la que objetaría la invitación a Enrique Bunbury para hacer un dueto), los verdaderos puentes de conexión con este disco. En realidad comenzaría por la cercanía e intimidad que provoca “Viento de Oeste”, cuya segunda estrofa es consagratoria:
Quisiera probar un día no más, un día no más
Una prueba social
Que el instinto se impusiera a la razón
Podría empezar de menos a más
Y a medias charlar con gente al azar
Sin el antifaz donde escondí a mi yo
Como un actor cansado de su rol
Que sube al cielo y mata al escritor
Santi Balmes es un compositor con el que se puede conectar e incluso caer seducido ante fragmentos de la letra de una canción y no por su totalidad. Además “Viento de Oeste” sorprende por la manera en que inserta un inesperado vocoder. ¡Cuánto daría por tener al músico delante con una cerveza helada recién destapada! Su manera de componer se focaliza en esa búsqueda de la emoción a través de las palabras, al fundirse con la música obtiene esa épica que le es tan propia y lo hace grande.
No tengo duda de que al menos 4 o 5 temas incluidos en Viaje épico hacia la nada van a quedar en el repertorio futuro de sus directos. Tras “Viento de Oeste” vienen “Crisálida” (que cuestiona la mera existencia de la humanidad), “Los irrompibles” (con una particular ecualización y masterización que le dan un extraño tono de demo) y, especialmente, “Catalunya Bondage”, en compañía de Cristina Martínez de El Columpio Asesino. Una andanada frenética de una energía salvaje y cargada de deseo sexual:
Un masoquista ansiaba que le dieran gratis
Iba a primera fila de todas las manis
Pero esa vez algo fue mal
¡Cuánta bondad! estaba en la legal
Días después, colgados del revés
Pasó la cuarentena con Monsieur Bondage
El cabrón no lo dejó de azotar
Quizá Viaje épico hacia la nada (Warner Music, 2021) no sea el disco que traiga nuevos seguidores a Love of Lesbian, pero lo encuentro congruente, lógico y maduro. Una obra de su tiempo y contexto, que además coloca en su parte final otra joya; “El mundo”, una belleza que incluye a la saudade, esa creación portuguesa de estar tristeliz y que dice:
Si a veces sientes que hace años no amanece
Y que has vivido tantos días
En un coma tan profundo
Un sueño tatuado en invisible
Sobre la piel de tu autoengaño
Hasta llegar ese momento
En el que sólo parecías
Ser real en la ficción
Se trata de un álbum que precisamente ahora me resulta necesario; espero que muy pronto ustedes puedan decir lo mismo.