Música

Los Planetas y el canto del agua psicodélica

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Ambulante 2024

“¿Quién pudiera entender los manantiales, el secreto del agua recién nacida, ese cantar oculto a todas las miradas del espíritu?”. Abre así fuego J, al ladito de un piano goteante y una guitarra que chorrea ese líquido eléctrico que ha mantenido vivos a Los Planetas en los desérticos terrenos del pop iberoamericano. Se trata del primer track que aloja el décimo álbum editado por el combo granadino. Las canciones del agua (El Ejército Rojo, 2022). Un manifiesto donde en primera instancia se rinde pleitesía a la magnífica tierra de origen de sus autores, a los pies de La Alhambra, para luego pilotear una nave que sobrevuela el mapa de la consciencia mundial actual. Primera velocidad con la mira en la tierra; la segunda retando los límites del sonido. 

TXT:: Alejandro González Castillo

El manantial” abre brecha. Una melodía que va más allá de las almas y de las sombras pesadas, el sentido relato de un corazón testarudo, pasmado ante un brotar de estrellas invisibles (hojas trémulas de ocaso) sobre la hierba casta. Es la pluma de Federico García Lorca manifestándose. Más de doce minutos de viaje. Nada menos que el nacimiento del verbo de la tierra, la enunciación el alfabeto de las auroras. Acaso uno de los puntos más altos del cancionero planetario. Le sigue una invitación a fumar hachis paseando por el Albaicín, una propuesta adherida a la dócil tonada de “Se quiere venir“. ¿Quién se negaría ante el encanto de esta apropiación de un tema originalmente interpretado por Khaleb? ¿Quién sería el necio que preferiría regresarse a su país tras enlelarse ante los Palacios Nazaries?

Los aires del sur de España siguen soplando recio con “Alegrías de Graná“. Las palmas briosas. Esa guitarra rasgueada con las uñas más filosas de Andalucía, cortesía de Edu Espín. La voz de J hincada ante las estrellas del cielo (130 dice que hay), todas opacadas ante el par que significan los ojos de esa persona que uno anhela besar. Tú tienes esa virtud / Que hasta las enfermedades las conviertes en salud, clama el tema de marras. Catálogo de piropos de alto calibre aquí. Yo no sé qué palabra habré dicho que me busca la Inquisición, se pregunta el cantante y la respuesta le llega como enunciado: te quiero más que a Dios. Vaya dicho. La leyenda de la mano y la llave podría reescribirse tras la osadía contada por el de “Segundo premio”.

“La morralla” (adaptación de un tema de Carlos Cano, cuyo título alude a la forma en la que los ricos apodaban a los pobres, de modo despectivo) opera como bisagra; tras ésta, ya electrificada y distorsionada, se entrevé que el candor está por esfumarse para cederle espacio “La nueva normalidad“, una crítica ácida que esta vez se ubica entre trompetas en Nueva York, teniendo como escenario las revueltas generadas tras la muerte de George Floyd. Irrumpir en una tienda Adidas sobre patineta para robarse zapatillas y camisetas se advierte como un acto romántico entre sirenas y explosiones. Viene pues, a incendiarlo todo que municiones sobran, finalmente. Y desparpajo, y coraje.

Sobre todo coraje, eso hay. Si me dices que la tierra es plana, no te voy a creer / Si me cuentas que esto es la democracia y que la gente tiene el poder / Voy a convertirme en un negacionista de un sistema que lo hace todo al revés, se alega en el track siete del plato. Guitarras como cuchillos por delante, bajo aplastante y batería belicosa detrás. “El negacionista” sigue por la vena rugosa, aunque ablanda el camino para el arribo de “El rey de España”: pedazo de confesión para cabrones con mucha vergüenza, de esos que saben que mezclar medicación con whisky significa incumplir toques de queda para amanecer olvidando fechorías. Un fragmento para entenderlo: Lo siento mucho, me he equivocado / Demasiadas mujeres reclaman mi afecto / Y no he cumplido con todas / Pero prometo que no volverá a ocurrir.

Los muertos andantes ideados por George A. Romero andan en centros comerciales buscando carne, se dice a continuación. Uno debió subirse a la azotea con una escopeta cargada cuando era buena hora; pero no se vio venir el desastre, tampoco ese teclado que escurre psicodelia olorosa a mota. “El apocalipsis zombie” podría cerrar catastróficamente Las canciones del agua (por cierto, portadaza de Javier Aramburu), con el oyente transformado “en una de esas criaturas horribles” y el coco seco de sesos. No pasa así. Siempre hay algo peor enfrente… las redes sociales, por ejemplo. Así, liras a lo Slowdive tienden la cama armónica donde una voz reclama: Me duele escuchar a los que se creen todo lo que les dicen / Sin pararse a pensar si defienden a quienes los oprimen.

Mucho ronda la cabeza una vez que Las canciones del agua deja de sonar. Palabras fundamentales. Poesía. Granada. Flamenco. Disidencia. Odio. Misericordia. Si no aprendes nada en el Facebook, vente conmigo a pasar una semana en la playa / Y después decidimos si volvemos al domingo, o nos quedamos allí / Cantando, comiendo, fumando y bebiendo, se dice en algún punto del álbum. Y dan ganas de hacerle caso a ésta, una de las cumbres discográficas de Los Planetas. Una banda que, pese a idas y venidas, mutaciones y necedades, sigue anunciándose desobediente y osada. Después de todo, a estos tipos habría que echarles en cara muchas cosas. Ellos mismos lo aceptan al decir que “La culpa fue del rock and roll satánico, esa música que sonaba sin parar, que te lleva a la droga y a la muerte”. Sí señor. El infierno en la tierra. Y el agua psicodélica lista para beberse, a nuestro alrededor.

Alejandro González Castillo

Alejandro González Castillo

Periodista, y escritor también (porque parece que no es lo mismo). Cruza párrafos con compases. Le gustan las olas, leer y chelear chachareando; además de escuchar discos dejando salir el humo por los ojos.

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