Dicen que cada quien cuenta las cosas dependiendo de cómo le fue en la feria, y para mí la edición más reciente del Hipnosis fue como ir a Disneyland, pero con juegos mecánicos que revuelven mentes en lugar de tripas y con la compañía de botargas no del tartamudo Donald Duck, sino del corrosivo Felix the Cat. Todo un parque de diversiones para cometas y romperayos alimentado por voltaje proveniente de Marte.
TXT:: Mildred Montag / FOT:: @fotoflama
Quedé de encontrarme con Aydeé en las Petroleras, un local de garnachas muy cercano al Parque Bicentenario. Ahí pedimos unas cervezas mientras llegaba Lupis; una vez entregado nuestros boletos nos encontraríamos con Molly y con alguien más. Conforme el sol pegaba con fuerza nos íbamos emocionando. Tras la tercera cerveza tomamos camino hacia fest. Ya nos habíamos untado bloqueador; para la piel y la mala vibra por igual.
Nunca había ido al Parque Bicentenario. Aunque ya me habían platicado de lo padre que estaba. No me mintieron. Conforme avanzábamos, íbamos descubriendo que el Hipnosis era una especie picnic para freaks donde las tapas de los sesos sobraban; se trataba de hacerlas volar para descubrir lo que dentro latía y para lograrlo, tras escuchar a El Universo y Parque de Cometas, The Lazy Eyes iba a ayudarnos. Por ahí me encontré a Chris, y platicamos leve, levitando un poco.
Tempers y Still Corners continuaron con ese calentamiento al que lo atletas se someten antes de dar el máximo en una competencia. Al tiempo, Molly, Lupis y yo brindábamos risueñas. Las chelas artesanales se despachaban fluidamente; algunos comían, aunque la mayoría afilábamos la mirada con tal de vislumbrar lo que en el par de escenarios sucedía. Los oídos iban poniéndose puntiagudos; podían picar a nuestros vecinos.
Un acierto, desde mi punto de vista, es que el Hipnosis sólo tuviera un par de escenarios y que, además, fuesen gemelos. Esto ahorró caminatas y evitó que me perdiera actos; pero también minimizó las posibilidades de extraviarme ante la gente que me acompañaba. Esa situación, la de acudir a un fest con escala humana, yo lo agradezco bastante. También el hecho de que el espacio confinado al evento fuese relativamente reducido; es decir, podías ver el horizonte con facilidad.
Nos sentíamos en casa. De eso hablaba con mis amigas mientras Still Corners y Psychedelic Porn Crumpets se desenvolvían en escena. Pero cuando Osees activó sus aparatos, aquel hogar se transformó en una mazmorra ruinosa que nos encadenaba. Se armaron los codazos, reventó el slam y las chelas volaban por los aires. Vaya demostración de fuerza la de esta banda. Por unos minutos nos integramos a la marea de golpes. Y la gozamos, aunque al otro día pagaríamos con moretones nuestro atrevimiento.
Iba cayendo el sol cuando nos hallamos a Renata y Xochitl. Nos dio gusto vernos. Nos dio gusto encontrarnos así, tan libres, tan llenas de música. Nos abrazamos e intercambiamos pastillas y chicles. Cuando Kikagaku Moyo tocaba ya nos estábamos alistando para ponernos a tono con The Black Angels. y prtecisamente ahí perdimos a Lupis. Dijo que se iría hasta adelante para ver a los ángeles oscuros en primera fila y cumplió. El resto estábamos en el otro polo: hasta atrás.
Cuando Moon Duo arrancó decidimos quedarnos al fondo de la escena. Había una especie loma en la retaguardia del venue y por ahí acomodamos nuestras bolsas y suéteres para recostarnos en el pasto. Armé un monchi de primera mientras Aydeé dormía. Entonces volvió Lupis; a Xochitl y Renata quedamos de encontrarlas a la izquierda de la consola de audio diez minutos antes de que The Mars Volta empezara.
Poco antes de las diez, nos trepamos a una montaña rusa de la cual iba a costarnos trabajo bajarnos. Y eso pasó porque simplemente no queríamos hacerlo. Necesitábamos quedarnos entre subidas y bajadas a más de 100 por hora. Chicano Batman fue el arranque, algo así como subirse al carrito que va despacito despegándose del suelo, inofensivo aparentemente, para hallarnos con el primer bajón de golpe, vertiginoso e inesperado, con el sonido de Primus.
Ya me habían hablado de lo bueno que era Les Calypool. pero no sabía que fuera taaan cabrón. Qué trip. El tipo se junta con el hijo de John Lennon, imaginemos la clase de pirotecnia que maneja con su instrumento. Todos sabemos cualquier chica en sus cabales ha soñado con convertirse en bajista alguna vez en su vida; así me pasó a mí… hasta que escuché a Claypool en vivo. Ahora entiendo que sería una mala idea intentarlo: comprendo ahora que el bajo es El Instrumento. Quizá en su cuerpo se guarden lo secretos del cosmos completo.
Y bueno. Romperayo estuvo fantástico, gran cierre. Pero quiero decir que yo básicamente fui a ver a The Mars Volta. Por eso apenas Cedric y Omar se dejaron ver, sólo con mirarlos juntos por vez primera en mi vida (sus actuaciones hace siglos en el Circo Volador se llaman legendarias), hizo que mis pies se despegaran tantito del piso. Una distancia imperceptible. Imposible de notarlo, y menos bajo las condiciones aquellas; pero yo sé que mis plantas flotaban porque un hilo de aire me separaba de la tierra cuando “Inertiatic esp” sonó.
Espero el año que viene con ansias. Me urge volver a ese estado hipnótico, revivir lo que significó visitar ese parque de diversiones que sólo los de estómago curtido y sesos libres son capaces de disfrutar.
