Para Elías Pimentel
No queda más que reconocer cuando un grupo es totalmente insobornable y se mantiene fiel a sus principios básicos, lo que no quiere decir de que su sonido no vaya cambiando. El grupo madrileño Havalina tiene detrás dos décadas y viene de seis años sin publicar un disco nuevo, pero ese compás de espera ha terminado.
TXT:: Juan Carlos Hidalgo
Quizá a ellos no les guste el calificativo, pero representan de muy buena manera lo que se define como un grupo de culto, dado que no cae en tendencias coyunturales y modas pasajeras; Havalina hace un rock industrial musculoso y recio, que se asoma a los Depeche Mode más oscuros cuando tira de atmósferas densas, pero que se acerca más al sonido de Godflesh en muchos momentos y tiene a Nine Inche Nails en lo más alto.
De todo ello da cuenta en Maquinaria, un regreso en plena forma que conserva guitarras taladrantes, sintetizadores precisos y letras cantadas en español –lo que es un plus para el subgénero-. Además, aún con su fortaleza, hay pasajes de remanso y de tensión dramática, lo que consta desde el corte inaugural que le da título.
Convertidos una vez más en trío, Manuel Cabezalí y los suyos siguen en mejora constante tras Muerdesombra (2017) y suenan con una garra y poderío similar a los escoceses de Arab Strap –con los que guardan bastantes coincidencias estéticas-, más que evidentes en “Robótica”.
Maquinaria en cuanto al discurso pone por delante al asunto tecnológico y expone una relación compleja que tiene visos de ser una nueva esclavitud, ya sean en el plano religioso, social y sexual, tal como lo exponen en “Salmo destrucción” y “Deconstrucción”, que alimentan un visión distópica que corre de principio a fin y que luce de gran manera en “La palabra”, en la que incorporan la voz de Nieves Lázaro.
Por más que haya quien quiera afiliar a Havalina en la indietrónica o algo tan raro como el synthgaze, aquí lo que priva es el rock… eso sí, con un filo industrial indiscutible en el que saben encajar hasta piano y sección de cuerdas. Aquí hay madurez y fortaleza; inteligencia y postura… un álbum de rock en toda regla que se agradece bastante y se celebra.
Al final –literalmente-, mientras transcurre “Naciente” nos siembra la pregunta fundamental: “¿Cómo vencer a la máquina?”.
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