Se sabe que el escenario es fundamental para apreciar un concierto, pues resulta pieza clave en la planeación de la atmósfera “ideal”. Justo bajo la premisa de abrir espacios que formen parte del patrimonio cultural local a favor de la música en vivo, la empresa española Fever presentó Candlelight Jazz & Soul, un recital a la luz de las velas dentro del icónico edificio del Nacional Monte de Piedad, ubicado en el corazón del Centro Histórico de la CDMX.
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Disfruté caminar de noche por la plaza del Zócalo capitalino para adentrarme en la penumbra de uno de los majestuosos salones de un edificio con gran valor histórico que abrió sus puertas por primera vez en 1836, y que en sus cimientos guarda los restos del Palacio de Axayácatl, lugar donde el emperador Moctezuma fue hecho prisionero por Hernán Cortés, quien murió entre 1519 y 1520.
Conocida como casa de empeño, frecuentada por quienes compran artículos de segunda mano, la edificación también es visitada por su belleza y valor histórico, pero nunca antes por anunciarse como escenario para conciertos. Tuve la oportunidad de escuchar en vivo los sonidos del grupo Soul Train Trio, con un tributo a Stevie Wonder, Aretha Franklin y Nina Simone, iluminado por la luz de 3000 velas a mi alrededor.
Y es que las ganas de reactivar a una de las industrias más castigadas, la del entretenimiento, ha hecho que se replanteen los mecanismos para realizar espectáculos, claro, con todas las medidas sanitarias. Así se han ido generando ideas, nuevos conceptos que ofrecen experiencias atractivas y seguras para el espectador. Candlelight significa entonces una alternativa para el ramo de las presentaciones en vivo, pues tiene lugar en entornos propositivos con la participación de artistas nacionales.
En esta ocasión, a pesar de las medidas de distancia social y protocolos de higiene básicos, fue imposible olvidar el riesgo latente del contagio; sin embargo esto se diluyó entre notas. La incómoda sensación poco a poco se transformó para que los presentes recobrásemos la libertad compartida que alguna vez conocimos: la de asistir a cantar y bailar junto a cientos o miles de almas desconocidas.
