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Ali Gua Gua: por una menopausia urbana y tropical

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Ambulante 2024

Aquí una figura esencial para comprender el presente que las mujeres viven no sólo en el rock local, sino en lo que nace fuera de los márgenes de una industria musical que, sin que importe si se apela al apellido indie o mainstream, elude fórmulas manoseadas y prefiere el riesgo. Con su nuevo álbum, Menospausa, Ali Gua Gua expone su incomodidad ante las normas acudiendo a cadencias que bajo su batuta se asoman como hermanas de sangre, todo para hallar en la pista de baile, así como en la escucha serena, con los pies quietos, un público que se ve entretenido y por ratos asombrado.

Diez años atrás la de “Telcel mundo” editó Forever alone. Hoy día da su siguiente paso como solista echando mano de ritmos que escuchó en la radio durante toda la vida, así como de otros que actualmente invaden la atención de cualquiera que se suba al metro. Y es que por suerte Ali creció desprejuiciada; aunque su formación recia se advierte rocker (su estancia en Las Ultrasónicas es prueba fehaciente), jamás mostró encono es presumir su gusto por Juan Gabriel o Los Joao, por citar dos ejemplos (su labor en Kumbia Queers lo sostiene). Es decir, en su mente y corazón el gozo siempre careció de etiquetas y en ese sentido posee una sensibilidad pop que se aprecia especialmente hoy, cuando es sencillo escudarse en la “experimentación” o en una actitud valemadrista para así maquillar la falta de talento.

Así que en su nuevo álbum Gua Gua se rodea de grandes colegas con tal de manifestarse. Arranca con la portada de la obra, diseñada por Bárbara Sánchez Kane, y se sigue con nombres del calibre de Mare Advertencia, Son Rompe Pera, El Patillas, Asagi Saundo, Morada y Miss Bolivia. Mención aparte merece la producción de DJ Rambón. De tal forma, el trabajo abre con un tema donde se le juega al gangsta con una intro donde se describe un presente climatérico: No sé lo que me pasa, esto es un fucking misterio, estoy llena de canas y al calor le tengo miedo. Tras sincerarse, Ali recurre a la salsa citando a Fernanda Melchor y su Aquí no es Miami así como homenajea a Jaime López a nivel lírico. “Jarochilanga” tiene el sabor de las percusiones del son, el retardo pacheco propio del dub y arreglos de trompeta filudos, atinados. Un tema que resalta. Gua Gua presume notas altas acá.

Las ganas de invitar al baile siguen con “Pa´su Meche (Cumbia de La Meche)”. Una composición que calienta el pavimento. Se siente como un viaje en microbús destartalado, pues se le agarra afecto bien apañado del tubo mientras se aterriza en La Merced, entre limones, piñatas y flores; pregones y regateos. En el tema, la compositora sostiene que ha aspirado muy bien los ganchos tropicales de la radio-fórmula y que entiende cuándo es mejor subrayar ritmo y voz, en ese orden. La vara tropical sigue como batuta con “Ay ke cumbión”, donde Son Rompe Pera, Mare Advertencia y DJ Rambón extienden sus credenciales hablando del alborozo que significa zapatearle. Allí se menciona un ritmo que viajó desde Naucalpan para reencarnar en marimba mientras un tufo andino alcanza a entrar.

Flota maravilla” explica lo que es fumar sin semilla así como describe al acto de armar unas líneas con una caguama bien helada al lado. O sea, se cuenta cómo se le da vuelo a la hilacha con la bacha cobijada por finas sábanas. Sin embargo el desmadre tiene un mensaje serio detrás: las desapariciones forzadas y la monserga de saberse de cuarenta y sentirse de cien. En su canal, “Vicio” activa el distor de la lira de Ali al tiempo que la cantante se anuncia como una excelsa femcee al referirse a una osa golosa, una fifí aficionada al cri cri; morra sin llenadera a la que hasta afuera de la escuela ya le venden chingaderas. “Chavelazo” continúa gentil: invita a hacer un ritual, un brindis, a darse un abrazo con las amix para jugar desnudas a los almohadazos. Se trata de convivir, llorar, subirle el volumen y cantar. Vaya ranchera-chola-hip hopera, con su requinto estilo Chamín Correa.

Más tarde sobresalen “Santería (Sonora riddim)”, con una letra que hace que España y México se echen un round en el colchón (pégate a mi cola, yo te digo chido y tu me dices mola… por si extrañas el jamón, aquí está tu jamona. Ponme tu boquita para que yo me la coma y te voy dando de uvas como en la antigua Roma); “Arbolita” (el relato de un ecocidio infame perpetrado por los de la Luz, quienes sin aviso arrancan del suelo una sombrita ideal para fumar y así dejar libre el cablerío que nos raya el cielo); y “Cry baby”, un reguetón que funciona como declaratoria de fragilidad por parte de una ramita que se va quebrar, alguien que, pese a verse grandota y malora no deja, la mera neta, de ser chillona.

Tras repasar los mencionados tracks, nace la pregunta: ¿en cuál departamento de nuestra discoteca mental se coloca Menospausa; en la sección tropical, al lado de los que hacen rap, entre los rupestres aztecas, en el área de urbano chacalote? Sirva la cuestión como pretexto para apuntar verdades respecto a la figura de Ali Gua Gua: hay que resaltar la labor que ha venido haciendo desde hace años y que en Menospausa no hace más que refrendar con un grado de congruencia que se complica advertir hoy día. Porque sí, el artista necesita comprometerse con su presente, y esto significa manifestar su sentir interno así como desmenuzar su contexto inmediato. Conseguir lo dicho y en el camino eludir el panfleto, la rima barata y el compás complaciente, es todo un logro. Más si se viene de una escena verdaderamente independiente, sin poses.

Aquí hay expresión pura. ¿Quién se atreve a seguir el ejemplo?

Alejandro González Castillo

Alejandro González Castillo

Periodista, y escritor también (porque parece que no es lo mismo). Cruza párrafos con compases. Le gustan las olas, leer y chelear chachareando; además de escuchar discos dejando salir el humo por los ojos.

Auditorio BB