El día más largo del futuro de Lucas Varela, publicado por la editorial argentina Hotel de las ideas, es una novela gráfica que se sitúa en el género de la ciencia ficción. Un género que en tiempos inciertos y de transformaciones intensas, nos ayuda a entender el presente y aquella neblina espesa a la que solemos llamar porvenir.
TXT: Carolina González Alvarado
Por medio de una narrativa silenciosa que prescinde casi por completo de la palabra para enfocarse en la capacidad expresiva de la imagen, Lucas Varela construye una historia ubicada en un entorno futurista en el cual, dos ciudades, opuestas entre sí, mantienen a sus habitantes bajo un sistema estricto y regulado por la rutina. A partir de una serie de acciones repetitivas y alienantes, el comportamiento y, más importante aún, la existencia de estos ciudadanos, estarán restringidos por aquello que determinan las instancias de poder de cada capital.
Ambas ciudades carecen de un nombre específico, pero se diferencian entre sí por los colores y animales que dominan sus espacios: la primera, teñida por el azul y el blanco, cuyo animal representativo es el conejo; y el negro y el rojo, asociados con el cerdo, para la otra. Dichos colores y animales no sólo distinguen a cada facción, sino que les otorgan identidad a los ciudadanos. En este sentido, el espacio urbano, saturado e hipertecnológico, estará dominado por una serie de prácticas que regularán el comportamiento de cada habitante: desplazamientos regulados por el trazo urbano, espacios de trabajo alienantes, competencias entre empleados, un sistema de vigilancia incesante y, sobre todo, la presencia de la tecnología como parte de un mundo donde un robot puede encargarse de las tareas domésticas o de una masacre de dimensiones extraordinarias.
Aunque en apariencia ambas ciudades sean distintas entre sí, comparten la misma organización de lo cotidiano y una estructura política similar. Ambas están dominadas por un líder autoritario que ostenta un poder absoluto y que mantiene el orden a través de la obediencia rígida de quienes le rodean.
A una de estas ciudades, donde todo sigue un ritmo predecible y metódico, arriba un extraño viajero que trae consigo un peculiar portafolio. Tanto la llegada de este paseante accidental como el delgado maletín que trae consigo, cambiarán el curso ordenado de estas ciudades poniendo en crisis no sólo el ritmo sosegado de lo cotidiano, sino que darán pie una jornada inundada de sucesos que harán que el tiempo se extienda a través de las páginas y un hecho tan aparentemente inocuo como abrir un maletín, se convierta en un acto violento o el umbral a otra realidad.
Lucas Varela utiliza un estilo de dibujo que recuerda al artista noruego Jason y si bien presta atención especial al detalle y al diseño de espacios, le otorga a ese mundo una condición de extrañeza que lo hace aun más sugerente. En un mundo dominado por la máquina y la tecnología más compleja y por momentos, absurda, son las palancas, los robots, las naves y computadoras las que crean un entorno donde la más mínima diferencia o disrupción, es descubierta y convertida en una amenaza, tal como sucede cuando el viajero y su maletín son encontrados por las autoridades de una de las ciudades.
A través de la metáfora y una historia de tintes distópicos, esta novela gráfica hace un comentario sobre la diferencia y la otredad; cuando este viajero extraño irrumpe, sin razón aparente, en un espacio como éste, tanto su presencia como los objetos que trae consigo rompen el orden de lo conocido y con ello, develan la pugna latente entre ambas ciudades, evidenciado que incluso en las estructuras más rígidas y en las paredes más lisas, se esconden secretos y ventanas a otros mundos.
