A finales de la década de los 80’s, Rick Rubin se alejó del hip-hop para enfocarse en el mundo del rock. Su primer gran proyecto fue de la mano de los Red Hot Chili Peppers, con quienes creó el icónico álbum Blood sugar sex magik. Posteriormente, casi a la par, el aclamado productor comenzó a forjar un fuerte lazo con Tom Petty, resultando en lo que fue el disco Full moon fever y años más tarde, el Wildflowers.
Mientras todo esto sucedía, fuera del círculo de estos artistas, un nuevo estilo musical que mezclaba sonidos de metal y techno, brotó dentro de los Estados Unidos con Trent Reznor al mando. Pretty hate machine fue el título del LP con el que la banda de Reznor, Nine Inch Nails, se presentó ante el mundo. Si bien la reacción del público fue en gran parte buena, para Rick Rubin significó algo que no sólo no le agradó de primera instancia, sino que no lograba comprender del todo.
En una charla que tuvo con Flea para This little light, Rick Rubin reveló que no quedó tan impresionado cuando conoció a Trent Reznor y compañía: “Recuerdo la primera vez que escuché a los Nine Inch Nails, no tenía ningún contexto para eso, y no me gustó. Me tomó seis meses después de que salió el primer álbum independiente para que apareciera y se convirtiera en lo único que escuchaba”.
En ese momento, Rick Rubin se dedicaba a llevar las cosas de vuelta a lo básico con los Red Hot Chili Peppers, y los avances tecnológicos masivos que ocurrían en canciones como “Terrible lie” parecían ser el polo opuesto de lo que estaba haciendo. Aunque el género industrial no era del gusto de Rubin, las cosas comenzaron a cambiar una vez que se involucró un poco más.
“Pasé la superficie del sonido de las canciones y la emoción en la escritura y el canto de Trent, entonces me encantó. Sus canciones me ayudaron a superar, estilísticamente, lo que no me gustaba de él”, concluyó.