“Mañanas negras de años muertos/ Suenan sirenas en la ciudad/ Hay un cadáver sobre la mesa”, es la frase que abre “Babel” y la Ciudad de México es una versión contemporánea de aquella urbe mítica y ese cadáver pertenece a El columpio asesino que se despide en plenitud y decide inmolarse mientras en Tenochtitlán retumban las sirenas del vértigo.
TXT:: Juan Carlos Hidalgo
“Mañanas negras de años muertos”… noches luminosas que nos recuerdan lo mucho que hemos vivido y que la andanada de Marvin ya remonta las dos décadas y sigue dando la batalla por reinventarse y aferrarse a su modo de entender la música y la cultura en general; por eso el Festival Marvin Gateaway es una versión híbrida, una iniciativa que incluye la única noche del adiós de la banda navarra en México.
Que se le recuerde a El Columpio Asesino como una banda de herencia surrealista –quizá una de las que más-; herederos de los textos de André Bretón y Paul Elouard le imprimen gran belleza a la postal incombustible de “Ballenas Muertas en San Sebastián”… la tercera canción que suena la noche del 17 de mayo en el Auditorio BlackBerry.
Un sentido del humor casi siniestro… un gusto por los largos pasajes narrativos incrustados en canciones incendiarias y encendidas; en vivo hacen un indie rock que se robustece mediante una mayor presencia de los sintetizadores y las secuencias… no se van esas guitarras filosas, mientras hay un volumen de rock and roll que va siempre in crescendo.
“Tus labios brillan bajo el gas/ Tus ojos gritan sin llorar/ Arde la calle una vez más”… y el interior del auditorio también se llenaba de las llamas emocionales de un público en estricta complicidad estética y generacional… Y así fuimos de las “Ballenas Muertas…” a “Escalofrío” y “Corazón anguloso”.
Y por supuesto hubo “Perlas” y “Diamantes”: “El diablo da las flores del cielo”… y todos los marvinianos nos sentimos eternos antes del estallido de un himno imperecedero que El Columpio Asesino lega a la historia del rock hispanoamericano: “Maraca loca/ piano ardiente” y “Toro” nos condujo hasta el pináculo de la liberación a punta de “Carretera y Speed”.
“Subimos hasta el cielo/ Caímos hasta el fondo/ Lo apostamos siempre todo/ Bailando, danzando entre los muertos”… una generación que buscaba suspenderse en el tiempo, embestir como un mitológico toro ibérico… de ello se conformó El Columpio Asesino… ello le dio músculo y brío al indie rock que permeó durante todos los dosmiles.
Más de veinte canciones que son bitácora de hallazgos y extravíos… el poderío de eso que llamamos rock and roll que no extingue su llama; al final, El Columpio Asesino nos convirtió en “Sirenas de Mediodía” a mitad de la oscuridad: “No tengo remedio/ A tus brazos vuelvo una vez más/ A la noche boba/ Al rincón de níquel y al Prozac”.
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