[…] yacer
inalcanzable dentro de una habitación
que el tráfico se aparta para dejar pasar
nos acerca más a lo que nos queda,
y difumina en la distancia todo lo que somos.
Philip Larkin, Ambulancias
25 rayos de Titihoon es una bitácora dibujada que registra las veinticinco sesiones de radioterapia que la autora recibió como parte de un tratamiento contra el cáncer de mama.
TXT: Carolina González Alvarado
Impresa a dos tintas en fotoduplicación riso por Estudio Mafia, con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes y el Centro de Cultura Recolecta, esta obra presenta un testimonio sobre los efectos que un tratamiento invasivo y punzante tiene sobre el cuerpo y la psique de una paciente. Los dibujos, así como los textos muestran, con franqueza y cercanía, las vivencias por la que atravesó la narradora. De tal forma que el lector tiene la sensación de estarse asomando a la intimidad de un cuaderno personal a través del cual, acompaña a la protagonista en cada una de las sesiones de radioterapia.
“Dibujar y escribir todo lo que miro en la habitación de los rayos”, escribe la autora. Lo que en un inicio parecería el registro de aquello que la rodea, paulatinamente, se convierte en el relato de un proceso que transita del sosiego ante lo inevitable a la consciencia del dominio del cuerpo sobre la existencia. A lo largo de las páginas, será posible observar los estragos que el tratamiento tendrá sobre la protagonista, los vínculos fugaces más significativos que tendrá con otros pacientes y la noción de los cambios que padecerá su cuerpo.
En este sentido, 25 rayos se coloca en la tradición del diario íntimo asociado a la experiencia de la enfermedad tal como ocurre en el Diario del dolor de María Luisa Puga quien, a partir de un punto de vista autobiográfico, narra los modos de enfrentarse a un padecimiento. En ambas narraciones, el cuerpo es maltratado, ya sea por el dolor o por un tratamiento médico, pero se recurrirá a la escritura y al dibujo, respectivamente, para establecer un vínculo entre el cuerpo y la consciencia del ser.
En este zine, cada rayo corresponderá a una sesión de radioterapia y cada día será también una confrontación, una forma de apropiarse del cuerpo y reconocer en él los efectos secundarios del tratamiento: el malestar, el sufrimiento, la debilidad. Sin embargo, aquellas sensaciones serán también una forma de reclamar dominio sobre la enfermedad. Para narrarlas, la autora no recurrirá a una serie de artificios sino a la experiencia misma, a los detalles que caracterizan cada una de las sesiones y a los pensamientos y emociones que se desdoblan a diario. Las conversaciones con el “chico de los rayos” (el técnico en radioterapia), el seguimiento médico, el registro de las sensaciones corporales y, sobre todo, la presencia de amigos y personas cercanas cuyo cuidado y afecto se convertirá en un elemento fundamental en el proceso de sanación, serán los elementos que constituirán el itinerario de una travesía clínica y el dibujo de una recuperación.
En este sentido, los efectos secundarios de la radioterapia adquirirán una dimensión distinta en tanto formarán parte de una experiencia que trastocará la cotidianidad de la narradora pero que le permitirán articular una escritura del yo, una vía para reconocerse y construir un puente entre la experiencia y la identidad. De tal forma que aquel tratamiento que destroza la piel e invade el cuerpo para acabar con “los bichitos” (las células cancerígenas) se convertirá también en un testimonio, en una forma de mostrar que “la gente no es una enfermedad, esto es sólo una circunstancia pero que no nos define”.
El tono al que recurre la autora se aleja del dramatismo o la exageración para mostrar un relato intimista que coloca a la paciente como un sujeto con agencia, con la capacidad de rearticularse y dibujarse para con ello, trazar una nueva identidad. En este proceso, Titihoon consigue también deshacer el tabú asociado a la enfermedad y mostrar que ésta también forma parte de la experiencia de estar vivo.
