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El hedor exhalado por la herida: La mala senda de Salvador Jacobo

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El hedor exhalado por la herida: La mala senda de Salvador Jacobo
Ambulante 2024

Descubrí que, si uno mira un poco más de cerca a este hermoso mundo, siempre hay hormigas rojas por debajo, acota David Lynch. Efectivamente, a pesar de la belleza que el mundo posee, basta mirar de cerca para descubrir que algo sórdido y oscuro cohabita con la hermosura.

TXT: Carolina González Alvarado

Solemos envolvernos en la calidez de nuestros pequeños refugios para escondernos de lo sombrío, de lo abyecto, de lo horrible. Limpiamos nuestras casas con la esperanza de despojarla de la suciedad que traemos de las calles. Nos habituamos a la presencia de aquellos que viven debajo de los puentes, a quienes duermen sobre cartones a la intemperie, como si se tratasen de un elemento molesto más inevitable del paisaje urbano. Rodeamos la basura que interrumpe nuestro paso. Desviamos la vista ante la inmundicia y nos cuidamos aún más de no tocarla. Huimos de la noción de fracaso como si se tratase de un virus que pudiese infectarnos hasta desintegración. Sonreímos. Mantenemos la compostura. Cuidamos las formas.

La mala senda 3

De aquello que evita nuestra mirada y hemos enviado a los basureros para deshacernos de su presencia, es a lo que atiende La mala senda de Salvador Jacobo. Ganadora del III Premio de novela gráfica, Ciudades Iberoamericanas de la UCCI (Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas) y la editorial Sexto Piso, en 2019; esta obra es una colección de historias visuales ubicadas en un contexto urbano contemporáneo: la Ciudad de México. Los personajes que protagonizan estas narraciones son sujetos liminares y abyectos que han sido exiliados del sistema de lo correcto y aceptable para deambular por las calles como una presencia incómoda: los mendigos y despojados.

El tono, así como el estilo visual de La mala senda posee reminiscencias a la obra de Robert Crumb en particular a Big Ass Comics #1 “All Meat Comics” (1969) en donde el cuerpo, sus fluidos y desechos adquieren un lugar primordial. Más allá de caer en una salida efectista, el dibujo, en su mayoría ausente de diálogos, apelará al humor sardónico y al género del realismo sucio para representar la vida cotidiana de quienes que no ocupan una posición prestigiosa en el tejido social sino por el contrario, se enfoca en individuos degradados y destituidos.

Los personajes de esta narración gráfica apelan a una figura arquetípica: Filoctetes. En la epopeya homérica, es el depositario del arco y las flechas de Heracles. En tanto figuró entre los pretendientes de Helena y cumpliendo con su juramento, él parte a la Guerra de Troya. Sin embargo, tras la mordida de una serpiente, adquiere una herida cuya infección despide un olor insoportable. Por instigación de Odiseo, es abandonado a su suerte en una isla desierta. Sin embargo, con el tiempo, los griegos descubren que la manera de ganar la guerra es haciendo uso de las armas que aquel, el de la pestilente herida, posee. Sobre los medios que el rey de Ítaca se valió para hacerse del arco y las flechas, las tradiciones varían, desde el engaño y la astucia hasta apelar al deber y patriotismo de Filoctetes. No obstante, Odiseo, fecundo en ardides, se adueña de las armas.

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Una vez despojado de lo único que posee, el destino del personaje varía según la fuente, no obstante, existe un rasgo en común en las distintas versiones: el hedor exhalado por la herida y el abandono del héroe en una isla deshabitada. Filoctetes posee armas de gran valor, una posición favorable dentro del ejército griego hasta que aquella fatal herida lo convierte en un individuo rechazado por los suyos. La descomposición y caída del personaje recuerda precisamente a los personajes de La mala senda.

La narración, dividida en volúmenes, comienza con Días errados: observamos a un mendigo, pobre y sucio, a quien conoceremos a partir de sus recuerdos. En su juventud, él habría sido un boxeador famoso, rico, seductor. Sin embargo, tal como ocurre cuando el dinero y la popularidad llegan con excesiva rapidez, el personaje cae debido a sus excesos: el derroche de dinero, el consumo desmedido de drogas y alcohol, su involucramiento con personajes corruptos y finalmente, su estrepitosa e inevitable caída. Este Filoctetes moderno es exiliado al territorio del fracaso y, así despojado de todo, sólo podrá reírse de manera desquiciada ante su propio derrumbe. Si no existe posibilidad de recuperación, la caída adquiere un sentido sardónico.

            La mala senda renuncia deliberadamente a cualquier discurso optimista o posibilidad de redención, por el contrario, los personajes de la obra están desilusionados y sus historias se entrelazarán, de manera intrincada, como lo hacen las calles y avenidas de la ciudad. La noción de desencanto determinará la condición de existencia de los personajes de modo que la posibilidad de “recomenzar” y la retórica de “seguir adelante” está anulada pues no existe sentido en ella.

Por otro lado, en cuanto a la técnica, el dibujo está saturado de detalles lo cual, permite una representación certera y precisa de esa “mala senda”. Los protagonistas de estas historias se encuentran en calles sucias, abandonadas. De tal forma que el paisaje urbano es una metáfora del estado interior de los personajes cuyo cuerpo se encuentra también en estado de descomposición, cuerpos deformados, heridos como Filoctetes y abandonados a la periferia, allí donde no puedan ser vistos más que por sus iguales.

Los personajes que habitan y recorren la ciudad están igualmente agrietados que los edificios y banquetas. En este sentido, el cuerpo de los personajes y el paisaje urbano están relacionados: la situación de abandono y degradación del cuerpo se extiende también a los espacios por los que ellos deambulan. La putrefacción y la desproporción del cuerpo se extenderá en las periferias de la ciudad hasta que uno de los personajes lleve la inmundicia a la pulcritud al centro de los edificios corporativos. Este hecho, un reclamo de agencia, quizá un acto de acto rebeldía, llevará a las hormigas rojas a invadir las flores de un cuidado jardín, el hedor a la falsa elegancia de una oficina, la mancha a una camisa blanca, mostrando así que la miseria no nos es ajena.   

Portada
Oscar G. Hernández

Oscar G. Hernández

Hurgando y exhibiendo la médula de la narrativa gráfica, venga de dónde venga, sigue creyendo que lo único que salva a este pinche mundo pandémico es la cultura y el arte; el amor qué. Entre otras cosas, escribe sobre dibujos que hablan y mucho más.

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