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Belafonte Sensacional: el último destroy en el Alicia

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belafonte sensacional
Ambulante 2024

Hoy, la noche de la Ciudad de México resiste tintineante. Los ecos de la pandemia han acabado con varios de los espacios en donde se construyó una cultura que se traga constantemente a sí misma y nos regresa lo que somos de diversas formas: a veces hostil, a veces vomitiva, necia; a veces floreciente, y cuando más suerte tenemos, nos lo entrega también bailando. 

TXT:: Aarón Enríquez

Son cada vez menos los lugares que sobreviven, en los que uno puede renacer a media madrugada con un zumbido en los oídos, sabor a cerveza tibia en la garganta y una sonrisa dibujada en la cara después de un saludable bailongo. Aquellos que lo hacen ya son otros, pues esta pinche ciudad cambia constantemente y su noche tiene la maldita facultad de ser todo y nada al mismo tiempo, sangre y caricias, amor y odio en un mismo día conviviendo como perros y gatos. Razón por la que no tenemos de otra más que hacerle frente con los mismos huevos: gritando y reclamando nuestro derecho al destroy, con ganas de prenderle fuego a todo lo que se interponga.

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Casi al dar la vuelta por la calle de Colima rumbo al Multiforo Cultural Alicia, escucho la voz de Israel Ramírez, acompañado de su pandilla. Estamos en la colonia Roma y para ese momento yo batallo con el último bocado de una hamburguesa que compré en el puesto naranja, apenas una cuadra antes, para resistir los empujones de la noche. El cartel en la marquesina anuncia el último, último, ahora sí último, destroy del Belafonte Sensacional en uno de los recintos que más luz ha arrojado sobre la cultura musical, no sólo de la Ciudad de México, sino de todo el país, en los últimos casi 27 años. 

Lo que registro vagamente al reconocer a Israel, líder de la banda estelar de la noche, en lo que parece ser una saludable vuelta a la manzana previa al show, junto a sus camaradas, es que no hay luz en el recinto. Mientras me chupo los dedos solo puedo observarlos continuar su caminata de reojo, en sentido contrario al mío, bajo una luz amarilla que enmarca muy bien el cuadro; los veo muy perrotes y a decir por ellos mismos, eléctricos, extravagantes y efectivamente, siempre del otro lado. Así es que no los inoportuno, aunque me siembran la duda de lo que estaría pasando en el Alicia. Como sea, la escena me inyecta el doble de ánimos que la cena. Auguro que será una gran jornada. 

A nadie le gustan las despedidas largas, pues no siempre son las mejores, pero el anuncio del cierre del recinto ubicado en Av. Cuauhtémoc 91-A, fue hace cerca de un año ya, y eso nos ha dado chance de dosificar la nostalgia, a veces innecesaria por lo que implica, pero siempre acechante y mordelona. Es cierto que el adiós demasiado anticipado de Nacho Pineda, (Nacho Alicia pa’ los cuates y la persona al frente del proyecto desde su origen) ha causado una especie de efecto Pedro y el lobo entre la gente. Como que ya no le queríamos creer que el lugar cerraría, pues con él se iría un pulmón importante de los que mantienen vivo al rocanrol en México. 

Al asomarme al local contiguo a la sala de conciertos, donde acordé llegar a tomar un par de tragos con mis amigos previo al show, noto que no hay luz ahí tampoco. Camino para ver si sucede lo mismo en el Alicia y efectivamente, de toda la cuadra, en ese par de lugares es exactamente en donde falta la electricidad. Volteo a los edificios para corroborar y noto que un par de departamentos arriba gozan de salud y pueden disfrutar plácidamente el partido de viernes de la jornada 4 del futbol mexicano en sus pantallas. 

Al regresar, la oscuridad no impide que me haga de una mesa improvisada por el propio local en la banqueta y me pida una caguama. Poco a poco llegan los amigos y junto a ellos más cerveza. Al estar tan cerca de la acción recibimos la información de primera mano. A los asistentes se nos pide aguantar. Nacho da varias vueltas aparentemente con la intención de conseguir rentada una planta de luz. Alguien habla a la CFE para que vayan a revisar qué pasa con el servicio. El hecho de que el corte sea exclusivamente en el Alicia y el local contiguo es de por sí sospechoso.

Pero, además, nos enteramos de que la mítica banca de enfrente y otros detalles del inmueble fueron vulnerados con pintas neonazis, lo que acentúa la sospecha de un posible intento de boicot. ¿Quién chingados querría boicotear un saludable concierto de Belafonte? La fila de espera ya llega casi hasta la otra esquina. Nadie de nosotros entiende muy bien lo que sucede, pero no tenemos intención de movernos hasta no entrar a ver escurrir el techo de sudor. 

Los feligreses que rodean el lugar, en espera de poder entrar, tienen algunas cosas en común: entienden el NEL a la perfección, tienen muy claro qué es jugar en un equipo de futbol de los que pierden con frecuencia, caminan siempre del otro lado de la acera; pero sobre todo, nunca estarán dispuestos a retroceder un sólo centímetro para cruzar la noche del destroy. Algo que ha logrado Belafonte Sensacional con sus canciones: impregnarnos de un chilanguismo verguero y fraternal, hacernos sentir pandilla, ponernos a recorrer las sucias calles del eterno DF con sus versos, nada le hace que unos vayan para Observatorio y otros para Pantitlán. Sabemos, hoy más qué nunca, de qué va cargado su bote. Sabemos que la piedra está tirada y va directo hacia tu cara.

Cuando llegan los de CFE son recibidos con aplausos. Dan dos, tres vueltas y pasan por la banqueta frente a los asistentes. El cartel tiene anunciados también a Trillones y Joyce Musicolor, por lo que a muchos se les hacen agua los pies por empezar a bailar. Hay un primer acercamiento con la luz, que llega y se va repentinamente. Como cuando los jugadores hacen un conato de sacar el centro en un tiro libre, para ver si rompen el fuera de lugar. La tribuna reprime el festejo, como un coito interrumpido o un gol anulado por el VAR. El tiempo sigue su curso y nos tiene ya muy cerca de la medianoche. Contra las cuerdas, pero con los dos pies firmes. Por fin llega de nuevo la luz, pero esta vez se mantiene. Todos festejamos el gol como argentinos en Catar. Ora sí ya se armó. Un par de chelas más en lo que entran los demás y pa´ dentro. 

Efectivamente pudimos corroborar que las pintas neonazis existían y la sospecha de Nacho sobre los posibles responsables recae en un grupo de ultraderecha que también hace conciertos en la Ciudad de México; no les parece bien el trabajo de la gente que mantiene aún vivo el Alicia. Un motivo más para confirmar que la hostilidad y el oscurantismo son dos raíces imposibles de erradicar en esta ciudad, sobre todo en tiempos de encontronazos ideológicos. Pero si algo hay seguro en todo esto, es que a la violencia, la provocación y la cerrazón, solo se les puede hacer frente desde la trinchera opuesta. Resistencia, valentía, pasión, huevos, baile y destroy.

Una vez adentro todo es como debe ser. De menos a más, bailecito suavecito que de pronto sube con Trillones; aumenta la emoción cuando entra Belafonte. Todo es risas entre camaradas. Un pequeño empujoncito, de compas, vas por dos chelitas tibiecitas y presta. La noche nos cayó total. Se armó el slam. Ponte al tiro, ponte verga atrás y sácale. Codazo amistoso en el riñón, calambrito saludable. Cantadita a coro, de hermandad. Alguien rocía su cerveza sobre el resto de asistentes, como Checo Pérez celebrando el uno dos. Todos nosotros somos el dos. Cada movimiento de baile son nuestras ganas de meterle un chispazo a la antorcha para encenderlo todo. Chingue su madre, estamos todos on fire. 

Para cuando se termina de prender la antorcha, llega el zumbido habitual de los oídos al acabar un buen concierto. El remanso es acuoso e hipnotizante. Con cumbias y el paso de la chaquetita para despedirnos los unos de los otros. La noche ha sido espectacular, histórica. 

Se dice que vivimos el último jalón de conciertos en el Multiforo Cultural Alicia. La cartelera ya está diseñada y la amenaza es seria. Se acerca el verdadero cierre de uno de los recintos más vibrantes que ha tenido la inmensa Ciudad de México. La historia podrá contarse y platicarse con los años, pero la noche mexicana se sostendrá ardiendo, por ahora tintineante, con la mecha que cargamos junto al fracaso colectivo. Con el baile y el destroy.

Staff

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