Aunque lleva más de dos décadas viviendo en Nueva York, Sofía Rei nació en Argentina, de modo que su música se halla justo entre raíces y rascacielos. Su asunto es ejercer la libertad desde las posibilidades que le otorga el pop experimental, el folclor latinoamericano, el jazz y la improvisación, entre otros menesteres. La artista está por llegar a México de la mano del festival M Jazz y a ello obedece el encuentro que con ella se sostiene. Localizarla de manera virtual para ir de su pasado punk al presente docente que encarna, deja saber que caminar sin desmayo, procurando compromiso, fidelidad, es a lo que se refiere cada vez que usa la palabra misión.
¿Existen coincidencias entre Nueva York y Buenos Aires?
Hay muchas. Son ciudades grandes, cosmopolitas. He estado yendo últimamente a Buenos Aires para encontrar cosas que me sorprenden, como llegar a clubes un lunes por la noche y encontrarlos llenos, con gente saltando, como si estuvieran tocando los Rolling Stones cuando se trata de conciertos de jazz, salsa de gran calidad o tango. En Nueva York pasa esto a mayor escala, ocurren muchas cosas al mismo tiempo. Ambas ciudades amalgaman culturas. Aunque prefiero el clima de Buenos Aires.
Te describen en ciertos sitios así: “alma bohemia sudamericana”.
Sudamérica es un componente esencial en mi música. Cuando me mudé a Boston en 2001 para emprender un camino nuevo dentro del jazz y las músicas improvisadas, me reencontré con la música latinoamericana al darme cuenta de que lo que se conoce en Estados Unidos como música latina proviene primordialmente de Norte o Centroamérica; sí, Argentina tiene presencia con el tango así como la música brasileña, pero el resto no posee tanta visibilidad.
Esto me lo tomé como una misión y empecé a trabajar con músicos de Perú, Colombia, Venezuela y Ecuador que desarrollaban proyectos vinculados con el folclor. A partir de ahí comencé a acercarme a otros ritmos e instrumentos. De mi debut a mi sexto disco han pasado muchas cosas, pero siempre ha estado ese componente: folk sudamericano integrándose a la música clásica contemporánea, al jazz, a la improvisación, al pop experimental, al neo soul.
Aunque arropas un germen punk, ¿cierto?
Contaba con trece años de edad cuando llegaron a mí algunas “malas influencias”, amigos que escuchaban punk. Arranqué con Ramones y luego con otros grupos que aportaron a mi crecimiento musical, aunque para mí todo eso tenía más qué ver con cierta actitud desafiante, inconformista. Entonces yo estaba en esa onda y me metí en ese plan. Fue una música muy importante para mí durante por lo menos cuatro años. Pero la actitud se mantiene. Tengo mi corazoncito punk. No se refleja del todo en mi música actual, pero prevalecen esas ganas de ir por mi lado a hacer la mía.
Se te escuchar interpretar tanto en español como en inglés y portugués, ¿a qué obedece?
Me siento mucho más cómoda interpretando en español, pero cuando descubrí el jazz también me encontré con la música brasileña, la samba, la bossanova, el forró. Me encanta todo eso. Me forcé a hablar portugués para interpretar de la mejor manera, viajando mucho a Brasil también. Hay que conocer la cultura de un lugar, más allá del idioma y pronunciar bien; hay que comprender, entender. Esto hace la diferencia cuando quieres abordar como intérprete un repertorio en particular. Con el inglés fue igual, yo no sabía hablarlo, pero sí que quería estar ahí, en la fuente, estudiando esa músicas improvisadas que me apasionan, que me dan libertad. No me quedaba otra que aprender inglés si lo que buscaba era cantar jazz.
Eres cantante, compositora, productora y educadora. Versátil tu perfil, integral también.
Mi principal instrumento es la voz. Comencé muy chica, en el coro del Teatro Colón. Mi misión entonces era convertirme en una gran cantante y me metí a full. Empecé a estudiar jazz, busqué experimentar para hacer cosas no tan típicas y entonces mi voz se convirtió en mi instrumento personal. Toco un poco de piano, charango y percusión, pero con la voz estoy más cómoda, con ella compongo sin usar a veces otro instrumento formal más que, por ejemplo, de mi pedalera de loops. Así traduzco ideas.
Y no me consideraba una compositora hasta que el genio George Russell me dejó de tarea componer algo basándome en el sistema lidio-cromático. Entonces yo no tenía la menor de idea de que pudiera conseguir algo así. Mi primera composición es algo imposible de cantar, algo complicadísimo, pero George me dijo que tenía el don de la melodía, que podía seguir componiendo. Y sigo ese plan desde hace años. Es un desafío, como lo es producir, algo que he hecho por necesidad pero también por decisión. He ido aprendiendo a producir mi propia música, a veces la de otros, y es algo que me interesa seguir desarrollando, para tomar decisiones más formadas respecto al sonido.
Fui profesora de canto en Buenos Aires, después enseñé Composición, Música Contemporánea e Improvisación. Fui profe en Berklee y en el New England Conservatory, lugares interesantes. En estos momentos soy parte del cuerpo docente de la NYU y la mayoría de mis estudiantes son cantautores, productores y emprendedores que quieren tener control a full de su música. Hacen cosas increíbles, chicos con 18 años de edad y una información basta. Ellos me muestran mucha música nueva, han sido importantes en mi acercamiento al pop experimental.
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