Que cada quien se quede con sus propios fetiches mientras le traigan placer y se lo contagie a los demás; bien llevado, el fetichismo aporta sofisticación y misterio a la existencia y hasta se podría vincular con la melomanía… esos luminosos objetos del deseo que nos solazan y Jay-Jay Johanson lo sabe y, además, se abrillanta con lo logrado en su álbum más reciente.
TXT:: Juan Carlos Hidalgo
Nacido en Trollhättan durante 1969, el músico sueco arremete con el que ya es su décimo cuarto álbum; un Fetish en el que ha trabajado con gran creatividad en renovar y actualizar su estética a través de recurrir a una electrónica que baila elegantemente con esa parte vintage que siempre lo ha caracterizado.
“Finally” es una canción estupenda en la que brilla como ese crooner aterciopelado que siempre ha sido, pero lo mejor proviene del arreglo y las programación; cierto, parece que viajamos atrás en el tiempo, pero con un sentido muy del siglo XXI. ¿De qué otra manera entendemos el sampleo de la Tercera Sinfonía de Brahms? Se trata de un acierto digno de su repertorio, pero más adelante vienen otras novedades sobresalientes.
“Jeorpardize” es una de las mejores composiciones de su trayectoria entera; excelentes programaciones trip-hoperas que transpiran elegancia por doquier y le agrega otro tipo de energía a su forma de canción, una que nos hace acordar bastante del gran Arto Linday -por ese toque tan de bossanova renovada-.
Hay que recordar que Jay-Jay Johanson durante su juventud escandinava combinó sus estudios de diseño con un trabajo como DJ y eso se nota; “Labyrinth” tiene toques de ambient debajo de la capa de voz y engarza perfectamente con “The Stars Align” con la que casi se encamina al cierre del disco; en la superficie parece ser una balada taciturna, pero llega la electrónica para decir otra cosa.
De mi parte prefiero entender que el final de Fetish se da con la instrumental y bucólica “Andy Warhols Flesh For Frankenstein”, que tiene cierto aire a Erik Satie, sobre todo por su fragilidad, ya que la verdaderamente última pieza –la décima-, “Happy Birthday” me parece un mero divertimento que ya no le resta grandeza a una obra espléndida.
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