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Hipnosis 2021: El lisérgico regreso de la música en directo

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Ambulante 2024

Hay que echar ligeramente el cuerpo hacia atrás para descender la rampa que lleva a la entrada de los Quarry Studios, dejar que las caderas se llenen de inercia y así entrar al Hipnosis 2021 después de mostrar tres veces mi certificado de vacunación. “Adelante, pase”. Mientras pierdo el tiempo paseando sin rumbo, visualizando el espacio, me encuentro a la primera persona que me arrebata la atención y me aterriza en el festival alrededor de las 13:50 horas. Saludo a Jonás rápidamente. “Ahorita nos vemos”, contesta. 

TXT:: Antonio Moreno / FOT:: @fotoflama

A 18 metros por debajo del nivel del Periférico, al sur de la Ciudad de México, las rocas volcánicas sobresalen de los muros en la explanada. La ligera y constante tierra color camello está manchada por piedras que estropean mi camino, mis zapatos; el viento frío disminuido por el insistente sol sopla entre los jirones blancos que cuelgan simulando un portón en la entrada del recinto. Al seguir adelante, mi cuerpo en movimiento se compara con unos maniquíes negros (decapitados o mutilados), pintados con estáticos mantras por ilustradores photoshoperos de la galería GAMA. 

Como la entrada se atrasó, las presentaciones de los artistas también lo hicieron. Los madrugadores asistentes estaban confundidos porque no sabían quién estaba tocando en el horario correspondiente a los Mengers. Quien tocaba era el conjunto ganador de dinámica Bizbat; se desprendían sólidos acordes acompañados de una voz todavía en crecimiento, en busca de testosterona. A fumar y a beber. La mágica pulsera morada pagaba las cervezas dobles al sobreprecio de lo artesanal y festivalero. Ello no evitó que al sonar (ahora sí) los Mengers, ya caminaran algunos con su segunda chela en los casi 5 mil 500 metros cuadrados de la explanada Quarry.festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-matenBajo el sol, que vestía un humo celestial de condensados cristales, a través de la sombra que invocaba la noche con la futura temperatura baja, los asistentes se paseaban con ropas de colores, cabellos largos, calzado Dr. Martens, bolsas llenas de chamarras y abrigos, lentes de sol y un cuello torcido siempre en busca de algo. Quien asistió al Hipnosis recorrió, así, más de 15 veces todas las áreas comunes del festival. Los Mengers ya están por terminar. Con punzantes destellos de psicodelia desde la guitarra de Carlos Calderón, y los platillos de su carnal Pablo, el trío fluye por la base stoner del bajo en manos de Mauricio Suárez.

Durante algunas canciones, el músico y productor Hugo Quezada pisa alucinantes riffs en compañía de sus muchachos. Con fuerza juvenil, quien canta, grita alzando los hombros, mueve el fleco y se detiene: sabe que el concierto está siendo transmitido por la radio. “Vamos a tocar “Tenemos el poder”, a ver si no nos cortan la transmisión”, bromea Carlos mientras inventa la primera atmósfera de Avándaro –‘el Woodstock mexicano’– 50 años después. No tocó esa rola, sino otra que invitó al slam. Convenció a muy pocos, pero no fue su culpa; la gente estaba por llegar. festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-matenUna tienda Hipnosis, alrededor de 12 barras para comprar alcohol, baños limpios, baños de plástico, los Tacósmicos, un Stone Rex BBQ, algunas food trucks, tres centros para recargar crédito en la pulsera y dos escenarios abiertos. Hasta ahora. Ya va tomando forma de festival. Estamos menos confundidos después de saber que ACTY tocaría en el Escenario Hipnosis, al aire libre. 

¿Un iglú? Sí, y hace mucho calor allí dentro; está húmedo. El llamado Escenario Abducción te recibe con unas cortinas que, si no las abres, amenazan con quien viene del otro lado para chocar de frente con el que tampoco las peinó. Dentro del domo, las piedras que se pisan son ligeras al tacto, la música que pincha el DJ en turno vale los cinco minutos que me quedo allí (aquí dentro sigue la confusión de quién es el culpable de las rolas). Visuales ya encaran la oscuridad que se necesita para su eco. Al salir con una cerveza en mano, la sombra procura que no se caliente el líquido del vaso. festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-matenUn grupo de 10 amigos me indica con su paso apresurado y mirada parlante que ya está tocando Deradoorian en el Escenario Hipnosis: foro cubierto con altura de casi 19 metros y un ancho libre de 25. Aquí las personas se encuentran con la banda californiana en una oscuridad profanada por un dinámico show de luces y una pantalla led que cubre todo el escenario desde donde fluctúan visuales detrás de los músicos. En este espacio habita la novedad de los baños limpios (espejo, agua, jabón, papel higiénico y aire acondicionado) rara vez experimentada en un festival de música. Aunque las plásticas cabinas miasmáticas siempre aguardarán nuestro disgusto hecho costumbre. 

Angel Deradoorian dirige desde sus 35 años a la banda que lleva su apellido; monta la flauta transversal que lisérgicamente es vista por los ojos a blanco y negro en la pantalla detrás. Se mueve rígidamente, algo la mantiene alerta y no es la afinación de su guitarra. Sin embargo, la artista logra inaugurar con las canciones de su último álbum Find the sun el Escenario Hipnosis y las vicisitudes que le depararían al recinto más tarde. El grupo inseparable de 10 amigos ya junta sólo a seis, el resto sale de Deradoorian porque “no era lo que esperaban”. Mientras pienso el porqué de dicha reacción, coloco ante mis ojos los cristales oscuros que volveré a remover al entrar en umbría.festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-matenEn este momento tocan los hermanos Tonstartssbandht, el dúo estadounidense presenta su disco Petunia, lanzado apenas el mes pasado. Con su rubio mostacho, Andy pone las melodías de psicodelia campirana que Edwin White redobla y corea en el fondo. Tocan a la antigua, sin show de luces en el escenario; descubiertos por los rayos solares que logran vencer la quebrantable vida de las nubes en el cielo para descender a la aurora hippie que les rodea. 

De vuelta al Escenario Hipnosis. Al entrar veo que hay más gente, por fin llega la multitud que hace del paseo musical un mar de desconocidos por conocer, de muros insondables donde esconder o compartir las emociones dependientes de los altavoces. “Escucho el volumen un poco bajo”, dice alguien en inglés. El escenario está preparado para que Ty Segall se presente en cuerpo y alma con su show acústico. El músico prepara el audio y exige “más volumen/menos volumen/creo que así está bien”. festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-maten

Segall desliza la mano izquierda por el mástil de su guitarra acústica. Pasea la boca del instrumento y la suya frente a los dos micrófonos que tiene. Mientras, a su izquierda descansa el estuche rígido de la lira que sugiere amplia trayectoria por las estampas con las que está tatuada. Segall canta una versión desnuda de sí mismo, las canciones que compuso, por lo visto, en su soledad. Su largo cabello rubio recuerda a los surfers de California; el artista, fundador de la banda de hard rock Fuzz, no tiene nada que ver con la violenta imagen del rock. Es un ocultista del flower power. 

Afuera, las morras de La Luz ya tocan “Mean dream”. Recuerdan que el viaje será amable si no se tiene miedo a las atmósferas de grandeza musical. Dan tranquilidad con la guitarra surf y voz emancipadora de Shana Cleveland, con una batería casi sinfónica, con las teclas garage; todo ello es la imagen de un atardecer perpetuo que rebota en el pasivo mar. Ahora, otra banda mexicana. Durante su gira Funeral con ritmo II, los Diles que no me maten hacen una parada en el Hipnosis 2021, y no es para recuperar energía sino para modificarla en un encuentro cósmico al sur de la Ciudad que los vio oscurecer. Mientras preparan sus objetos discursivos, Gerardo Ponce y Jonás Derbez saludan amigables a caras conocidas en la superficie.festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-matenSe detiene cualquier intento de show con luces. Los Diles… prometen un espectáculo que va dirigido a otros ojos, a nuevos oídos. Sin embargo, al empezar ya tenían el tiempo en contra. Durante el soundcheck –el cual se basó en una improvisación de drone y ambiental– Jerónimo García probaba la fuerza de su guitarra a la par de su drum machine, pero se sintió confundido cuando de las teclas de su caja de ritmos comenzó a salir humo. “Qué raro, deben ser unos humos que estén lanzando por ahí”, pensó. Pero no. Se dio cuenta que su aparato se estaba quemando. 

Se apagan las luces. Ya corren los visuales/experimentos análogos de la artista Nika Milano que convierten en espectros a los Diles… “Fui a Tlatelolco y le ofrecí un pacto al diablo”, recita Jonás ante el campanario que cuelga de su micrófono. El suave tacto con la doble baqueta de Raúl Ponce aligera la tempestad del inicio; el bajo de Andrés Lupone propone delimitar el perímetro para que las improvisaciones recuerden su lugar de origen. Los asistentes gritan la aparición de la música. Se preguntan qué pasó con la guitarra de Jerónimo, pues le desconectan los pedales y lo conectan en otra fuente de corriente durante la presentación. Hubo problemas de voltaje. “Qué bueno que no me conecté del otro lado”, piensa aliviado Gerardo al otro extremo del proscenio.festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-matenAl comenzar “Wako”, Jonás no piensa en el público, está clavado en tocar, y prefiere hacerlo descalzo para ejecutar el armonio. Arriba va vestido con ropa que le prestó su amigo Daniel, “su hermanito”, porque la noche anterior no durmió en casa. De repente, su armónica sucumbe las lívidas paredes de cemento… Jerónimo comienza a tocar “Anteayer”. Voy a entrar gritando, van a entrar todos después conmigo y va a estar bien chido se imagina Jonás. Pero en ese momento, detrás de los anteojos iluminados por los visuales de Milano, los ojos de Gerardo miran al cantante como diciéndole:

Wey, no vamos para allá. Outro; mírame, estoy en el bajo. 

Bueno… Voy a terminar este verso de alguna forma y entramos soluciona Jonás. 

En cuclillas, Jonás sabe, sabe que nos están mirando mal; por lo que hacemos de los días. Todos los días y al final sé que no hay yo, sé que no hay nada. Nada mejor. El público también lo sabe, lo canta. La calma con la que interpretan su canción más pop genera una disonancia que logra interesar al oído que escucha en vivo; de escucharla igual, mejor escucho el disco. Los Diles… tenían sólo 50 minutos para tocar un set que no tenían preparado, pues el espacio influye en cómo toquen. “Se acabó del tiempo”, dice la última voz de Jonás al micrófono. “Sentí que faltaron unas buenas rolas. Sentí feo, quería tocar más”, recordó el cantante. festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-matenLos asistentes chocan entre sí y contra algunos de los cuerpos que integran Mint Field, El Shirota, Sgt. Papers, Belafonte Sensacional y otras bandas mexicanas que disfrutan ver a sus coetáneos tocar. Yo me dirijo hacia la noche. El Escenario Cucapá está iluminado con un melancólico color morado que bien combina con la sensación del viento. Toca Sugar Candy Mountain, un sueño que repentinamente es asustado con un sincopado sintetizador metálico. Las guitarras rebotan en el compás y flotan a través del mismo gracias a su reverb que se expande por las rocas de la pared. 

Al sonar “666″, con la angelical voz de Ash Reiter, la asistencia al festival ya está completa y viajan lisérgicamente en un paraíso orwelliano. Mis acompañantes guardan silencio y lentamente balancean sus cuerpos. Camino, me aprovecho de la compañía de quienes me encuentran en el punto de recarga de las pulseras moradas. –Encontrarse con amigos es un checkpoint que renueva los ánimos de continuar de pie en el hostil suelo mata calzado, esta sensación me recuerda que aquí, lo único que no debe ensuciarse son los oídos–. Después de tomar una ligera siesta con los ojos abiertos en el pasto que simula una alfombra verde, me dispongo a escuchar a esa banda que había estado buscando ver por años. Lorelle Meets the Obsoletefestival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-matenLa energía de Lorena Quintanilla explota en las manos guitarrescas de la otra Lorena que canta. Múltiples sensaciones que surgen de un sólo cuerpo que multiplica su musicalidad dependiendo de la extensión instrumental que elija. En sintonía, Alberto la acompaña desde las frecuencias crudas, rasposas, estridentes y liberadoras que mantiene in crescendo el espectáculo sónico. De nuevo fallas en el escenario. Algo pasa con el bombo de la batería que desata las bocas asistentes y desconfigura el viaje al cosmos que patrocina la banda. What’s holding you?, se pregunta Lorena, la del sintetizador de frecuencias alucinógenas. Los músicos de Guadalajara se atreven a romper su propia música, lo que termina por las experiencias personales de quien los escuchó. 

– ¡Hola!, estuvo muy lindo, ¿no? Como que te teletransportan a otro lugar y las atmósferas te llenan por completo –dice Manuella desde un asombro detallado por los reflectores blancos que alumbran a otras 20 personas en el foro. 

– ¡Totalmente! –afirmo. ¿Tienes un cigarro? –pregunto. 

– Sí, toma. festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-matenManuella me da un Camel. Cada uno enciende su cigarrillo del mismo fuego. Tres bocanadas bastaron para que guardias de seguridad malencarados advirtieran: “No se puede fumar aquí, por favor. Apágalo”, dicen. La conversación que sostenía con mi amiga y una chica que conocimos era interrumpida por la insistencia del peón ante mi oído izquierdo. Decidí lanzar el cigarro, con todo el aire de su vida, hacia los pies del inconforme. Supongo que lo apagó con la punta de su pie en el momento que giré, le di la espalda y salí.

– ¿Tienes un cigarro? –me pregunta un artista ante la entrada de los camerinos. 

(Conseguir cigarros depende de cuántos has pedido ya a tus amigos o la disposición a fumar los que sean. Recorrí todas las barras en compañía de María, una chica Aries, con el único fin conseguir una cajetilla. Al llegar a la barra final… por fin, aquí están. Tres cajetillas de cigarrillos Winston, con 14 piezas cada una, a 100 pesos; no se puede hacer nada más).festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-maten– Sí, aquí teng… digo a medias porque la inercia me arrastra con él. Entramos a un esquema de pasillos que se cruzan en soledad, casi nadie camina por ahí. La luz blanca, al mirar el techo, me provoca una altura de vértigo. Llegamos al camerino donde están los snacks: quesos, ensalada con berenjenas, gelatinas con tequila, botellas de vino y botellas de agua. Detrás de unos individuales sillones vintage color blanco, integrantes de Lorelle Meets the Obsolete se fotografían con alguien más. Momento de ir afuera: una zona de mesas picnic con una barra donde no se paga. En grupo, seis personas comenzamos a hablar de temas irrelevantes como interesantes mientras algunos de ellos comen lasaña vegetariana. 

En este momento, en el Escenario Cucapá, toca Fuzz, la banda de psicodelia pesada a cargo de Ty Segall y Charles Moothart. Estrella, de Mint Field, le recuerda al artista (quien me pidió un cigarro para disimular mi entrada al lugar sin acreditación) que él dijo que verían a Fuzz juntos, aunque fuera un ratito. En nuestra mesa de picnic hay un ginebra de un litro al centro, un termo con chela tibia y un vaso de tequila con poca agua natural. En el grupo comienza a rolar un porro al que algunos le temen porque saben “lo que trae”. Ahí voy, a ver que trae. Y veo que todo lo que se mueve lento goza de rapidez. Paso a la barra por dos cartoncitos de agua para resistir y camino con el artista de nuevo a los camerinos. festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-maten– ¿Oigan, ustedes conocen a este carnal? –nos dicen al momento de cruzar la puerta. 

De los sillones vintage cuelga un brazo, cabello chino color negro y una manga de mezclilla. Un charco de vino inunda sus pies y la botella funciona como faro que indica que no es sangre. Nos acercamos a ver quién es, pero nada. “¿Lo moveremos al sillón grande?”, nos cuestionamos. Mi cuerpo también es una carga pesada que se acalambra constantemente, que no entiende lo que pasa pero lo siente profundamente; mi cuerpo podría estar colgando de un sillón cualquiera. 

– Déjenlo ahí. Seguro ya está más cómodo y cuando despierte se le pasará –dice una voz de amplia tranquilidad al fondo del camerino. Nadie le contradice. festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-matenMi ansiedad crece durante la escena del no-crimen y cuando me doy cuenta de ella, estoy devorando unas berenjenas y quesos, una gelatina. Decido irme, ya no quiero estar aquí. “Perdón, cuando estoy borracho se me calienta la boca”, me dice el artista que salió detrás de mí. De repente, una reportera se cruza en nuestro camino, custodiada por dos guardias de seguridad “porque no tiene acreditación”. El artista decide frenar el trabajo de los guardias y le regala una playera a la chica; ella se irá presumiendo sus grandes dientes hacia la salida de la mala experiencia. 

“Nos vemos ahorita”, le digo a Gera. Con la soledad de mis sensaciones entro a ver a los Dug Dug’s, la banda de Armando Nava de la que me contó mi abuelo. La juventud les aplaude, les gritan y cantan “Smog”. El señor Nava procura hacer interludios para desencadenar unos acuosos solos de guitarra e integrar sonoridades abstractas. Me sumerjo en su guitarra. Los Dug Dug’s parecen krautrock hecho en alguna montaña de México. Nava canta las mismas notas que su guitarra, la banda en su cabeza frena el sudor por sostener el vigor y la fuerza del mítico Avándaro con su concierto. Los Dug Dug’s logran trasladarnos al pasado y, aunque no hubiéramos nacido todavía, logra hacernos sentir culpa por no haber ido a Avándaro en 1971. 

Afuera. La Femme canta. Dicen que son unas perras. Vestidos con trajes blancos y solapas negras. También les adorna un público que contenía sus ganas de aventarse, de terminar en otro lugar después de una avalancha humana. Los pregoneros que venden cervezas cruzan el lago de gente. No les interesa quién canta, si La Feme ya no lleva los trajes puestos; si un morro ya tiene otra novia y, al encontrarse a su ex, la ignora enfrente de todos aún cuando gritan su nombre. Todo se revuelve, somos objetos dentro de una licuadora de música, tierra, luces, líquidos lanzados al cielo, de amigos y desconocidos. festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-matenEl lisérgico festival llega a la discoteca construida por la música de TR/ST en el escenario interior. Robert Alfons no deja de bailar ante las luces estroboscópicas que llegaron a tener más presencia que el sonido mismo. En ese mismo escenario cerraría más tarde Monolord para hacer sacudir la melena de los últimos asistentes, los más apasionados al metal que soportaron el retraso de casi dos horas para ver a su banda favorita en el horario pactado. 

La carne ya me pertenecía. El frío corrió a través de la última voluntad de mis pasos sostenidos por zapatos café que alguna vez fueron negros. Todo oscuridad, ya no había luces moradas que correspondían a la melancolía de los melómanos. Adiós iglú, adiós paredes de rocas. De nuevo iré a la superficie donde el periférico me llevará a casa. La superficie donde la música regresa poco a poco a unir multitudes y desatar osadías en vivo. Adiós, festival Hipnosis, marcaste sensaciones imborrables y procuraste la armonía psicodélica. Adiós, nuevos amigos. Nos volveremos a ver. festival-hipnosis-2021-quarry-studios-dug-dugs-diles-que-no-me-maten

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