Sencillamente, el mundo del arte no reparte por igual la suerte y el éxito. De ser así, Antònia Font, el grupo procedente de Palma de Mallorca, tendría que ser una figura principalísima internacional y no un asunto de culto -reservado a unos cuantos iniciados-.
TXT:: Juan Carlos Hidalgo
Hay artistas que provocan feligresía en las multitudes y otros que son atesorados, defendidos y promovidos por el periodismo -hasta el grado que pueda hacerlo e influir-. Es sencillo, la música de Antònia Font es buenísima… se trata de indie rock que conoce de la psicodelia y el folk en un entorno de un surrealismo costumbrista.
Joan Miquel Oliver es un gran compositor y letrista (que casi narra las canciones); hay canciones suyas que bien podrían haber sido firmadas por Gorillaz -por poner un ejemplo de categoría-, pero el problema se da al dar a conocer que cantan en mallorquín -una derivación del catalán-.
Pero aun así lograron abrirse paso y construir una carrera de 8 álbumes, hasta que lo dejaron hace 8 años -¡cómo pasa el tiempo!-. Antònia Font incluso ganó a otro tipo de seguidores cuando el gran escritor Enrique Vila Matas los mencionó en un libro y se declaró seguidor de la banda. Cierto, hay una deliciosa excentricidad al promover a un grupo procedente de las Islas Baleares.
Cuando pensamos que la historia grupal de Antònia Font había terminado y que Joan Miquel seguiría en solitario, el pasado 17 de diciembre nos sorprendimos al verlos en el cartel del Primavera Sound. ¡Una vuelta para celebrar tras su último disco Vostè és aquí (2012)!
Autores de discos llenos de postales sonoras maravillosas, y de entre los que podemos destacar Batiscafo Katiuscas (2016) y Lamparetes (2011), quizá su disco más logrado, preparan un nuevo disco que saldrá en la primavera de 2022, además de una gira de presentación.
Para enmarcar tal acontecimiento han lanzado “Un minut estroboscópica”, en el que el pop más esplendente se funde con un sintetizador que comanda una vez más una incursión hacia el cosmos.
Acerca de cómo fue que surgió la canción, Joan Miquel Oliver contó: “me encerré dentro de mi dormitorio durante días, tapado hasta la cabeza dentro de la cama, como si estuviera enfermo, intentando dormir y estar despierto a la vez, soñar, sobre todo, hacer un viaje a lugares desconocidos de mi cerebro que todavía no conocía, y de esta manera conseguí conectar con el mundo mágico de Antònia Font que, muy lejos de ser mío, ya está en un lugar impreciso que ni yo mismo sé cómo se creó”.
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