Cada vez que se vuelve a la banda que arma y rearma Mike Scott se tiene la sensación de que se está ante un artista con un legado histórico tremendo. Su arte musical nos hace recordar cómo es que se pueden extender las edades y épocas; hoy sigue siendo extraordinario escuchar álbumes como This is the sea (1985) y Fisherman’s Blues (1988), en los que el universo celta se funde con una poética apasionada y de origen popular.
Pero por fortuna, con The Waterboys no nos quedamos en el pasado –el tiempo parece que se expande alrededor de ellos-. Hoy nos encontramos ante Good Luck, Seeker (Cooking Vinyl) su disco número 14 y un creador más que prolífico interesado en distintas vertientes, que van de la épica desatada a ciertas maneras clásicas de The Rolling Stones y, hoy por hoy, a la revuelta encabezada por Kendrick Lamar, como lo ha contado el propio creador.
Mucho tiene que ver que cuenta con un estudio propio en Dublín para extenderse tanto como le plazca y ejercer de druida de la ingeniería sonora. Y cuando atina da con canciones inmensas de la talla de “The whole of the moon”, “The pan with in” y “A man is in love”. Tal es el caso de “My Wanderings in the Weary Land”; se trata de una pieza poderosa que pertenece a la mejor tradición del rock y que reivindica a los grandes solos de guitarra –toda una rareza en nuestros días-. En una misma pieza aglutina una energía de combustión espontánea con una mirada social llena de sentido del humor.
Y si en la enorme canción anterior sobresale la guitarra, en el tema de apertura, “The soul Singer”, brilla la sección de metales y presenta a un personaje memorable: “Cause everyone’s scared of his quicksilver mood. The soul singer”. Aquí podemos encontrar partículas de Northern soul, que tanto hiciera bailar antaño a los británicos, aunque lo más curioso es la han encontrado cercana a “Ghostbusters”.
Donde podemos encontrar una concesión a su mejor pasado es en “Postcard from the Celtic Dream Time”, que retoma un poema que escribiera mientras grababa Fisherman´s Blues y al que ahora le coloca un fondo musical para dejarse ir con un torrente de palabras; hace su propia versión de spoken word asimilando muy a su aire lo que hace Kendrick, aunque otro genio de las Highlands, como lo es Van Morrison, hizo algo parecido en “Coney Island”.
A estas alturas, Mike Scott tiene mucho de ese “buscador”, de ese “explorador” que transita lo mismo por el misticismo celta que le apetece rendir homenaje a un actor de culto tan enorme como lo fue “Dennis Hooper”. Quizá no faltará quien le critique cierta dispersión al incluir jazz, pop, rock y folk en una misma obra, pero se trata de algo muy característico en este veterano músico que fundara a su grupo insignia desde los primeros años ochenta.
The Waterboys no han tirado el ancla en el pasado; Scott hurga en el presente e intenta una y otra vez; suele dar en el blanco y es cuando que su magia celta sigue tan vigente como cuando arrancó su recorrido.