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Pongan Foo Fighters: las dos muertes de Taylor Hawkins

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Fue muy triste enterarme de la muerte de Taylor Hawkins. Pero fue aún más impresionante verlo morir por segunda vez en menos de una semana. Me enteré del fallecimiento del baterista de los Foo Fighters la noche del viernes. Estaba en un bar con una amiga. Todavía no pedíamos ni la primera cerveza cuando la noticia me llegó en forma de un tweet. ¿Quién pensaría que la nueva ave de mal agüero se presentaría en forma de un pajarito azulado?

TXT:: Arturo J. Flores

La segunda muerte de Taylor Hawkins tuvo lugar en la pantalla. Animado por la nostalgia decidí cumplir con lo que había pospuesto desde el 18 de marzo: ver la película de los Foo. Si alguien no lo ha hecho advierto que lo que sigue está lleno de spoilers.

Reggaetón killed the rockstar

A Taylor Hawkins lo asesina Dave Grohl. En su defensa hay que decir que se encuentra poseído por el demonio. Y que algo poético hay en que un baterista decapite a otro con un platillo. Las últimas palabras de Taylor son: “terminé la canción”. Algo a lo que el evil Grohl remata con una línea que en inglés suena terriblemente paradójica: “you’re done”.

Fue simbólico que dentro del filme, los Foo escucharan pronunciar al CEO ficticio de su disquera que el rock dejó de ser relevante y que en los cortos previos apareciera Bad Bunny intentando asesinar a Brad Pitt dentro de Tren bala, un filme que seguramente será mucho más taquillero que el de Grohl y compañía. Así como los boletos para el concierto del grupo estuvieron al 2X1 y los del boricua cuestan un riñón.

Nachos para un funeral

No pretendo hacer una crítica de Studio 666. La película me pareció muy divertida. Un slasher cuyos efectos especiales intencionalmente chafas me hicieron viajar en el tiempo. A esos días adolescentes en los que miraba películas de terror de los 80 en el canal 5, dobladas al español, porque en la casa no había cable ni yo tenía años para irme de fiesta.

Pero sobre todo, porque estoy seguro que las otras 14 personas que había en la sala este domingo sintieron como yo que asistían al funeral de Taylor. Un funeral en el que reímos de los chistes sobre las autorreferencias a Foo Fighters, nos empacamos un kilo y medio de nachos y bebimos litros de refresco como si a nuestra edad no nos afectara tanta harina y azúcar.

Un velorio de cuerpo presente —en la pantalla— en el que nos emocionamos cuando la banda hace de la portada de Ten de Pearl Jam su rolling gag y también cuando Kerry King, el guitarrista de Slayer, aparece como un modesto técnico de batería. Pero más aún, estoy seguro que quienes coincidimos en esa sala de cine también compartimos una punzada emocional cuando vimos a Taylor Hawkins aparecer por primera vez a cuadro. Porque algo extraño hay en mirar a una persona que murió dos días atrás actuar de sí mismo, golpear tambores como lo hizo en vida y sobre todo, morir en medio de un charco de sangre después de que un Zildjian le rebana de un tajo a la altura del bigote.

Para los integrantes de la banda será muy difícil mirar alguna vez su propia película. Porque todos a excepción de Grohl fingieron su muerte delante de la cámara. Pero sólo uno de ellos la sufrió en la realidad. No ha de ser fácil perder al miembro de una banda. Lo sé porque amigos cercanos sufrieron un golpe así.

For whom the drums tolls

Porque está claro que la película fue una travesura que compartieron como amigos. Mirarla me trajo a la mente el video de “So far away”, la canción que el guitarrista de Avenged Sevenfold, Synyster Gates, le escribió a su primer baterista. Jimmy ‘The Rev’ Sullivan y el resto de la banda eran amigos desde la infancia, hasta que el percursionista murió a consecuencia de una sobredosis.

En el video del track se puede ver a una agrupación adolescente ensayando en un garage y se alterna con tomas de Sullivan mientras el vocalista Mike Shadows se desgañita entonando el siguiente coro: “¿Cómo he de vivir sin aquellos a quienes amo? / El tiempo pasa las páginas de un libro quemado / el tiempo y el lugar están en mi mente/ tengo tando que decirte pero estás tan lejos”. En Studio 666 un libro tiene por cierto una importancia mayúscula.

Igual de emotivo y perturbador fue que durante los créditos finales se escuchara en las bocinas del cine “Love dies young”, la última canción del décimo disco de los Foo, el que en Studio 666 graban en el interior de una casa encantada y en la que Dave canta: “El amor muere joven y para él no existe resucitación / una vez hecho, no hay regeneración /  es un juego perdido que te hará jugar”. Es muy probable que alguna persona de las que asistieron también al cine este fin de semana para ver Studio 666 haya estado en el Foro Sol el 15 de marzo y que haya visto a Taylor cantar “Somebody to love”, de Queen. Y también que algunos estuvieran en un bar la noche del viernes, al mismo tiempo que en el escenario del festival Estéreo Picnic de Colombia se colocaba, dijeran los Caifanes, un altar de veladoras, y que como mi amiga le gritaran al DJ: ¡Pongan Foo Fighters

Staff

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