En estos mismos momentos en los que se leen estas líneas se están originando nuevas sectas.
Algún grupo de seres humanos con intereses muy comunes de cualquier tipo, teje jerarquías que sostienes reglamentos no escritos, o sí, que a pesar de que su no cumplimiento no conlleva castigo, o sí, se acatan, lo cual provoca muchas veces preguntarse por qué, mientras como marioneta se mueven los brazos al tiempo que sonriendo se intenta sostener el leve desplome que provoca la constancia de estar jugándosela por cumplir la ley no escrita, o sí, del grupo.
Tiene fatal prensa ser sectario, incluso puede ser delito en algunos países. Pero es la más habitual forma de agrupar humanos. La interdependencia emocional es la savia del tronco social y cuando fluye con objetivos espirituales o/y económico la posición que se ostenta determina el grado de logro de dichos objetivos. Fácilmente sucede el abuso del que se sitúa en lo alto del grupo. Las prebendas del poder: sexo dinero reconocimiento sumisión, resultan tentadoras.
La atracción de pertenecer a una secta es mucha para una sociedad entrenándose emocionalmente en el objetivo de la superación, pero siempre al borde de la depresión. El miedo es el aglutinador, miedo a la muerte, miedo a la soledad, al fracaso social, a la insignificancia.
Las sectas provocan controversias, pero como tantas familias se sostienen sobre lazos originales tan fuertes que permiten dejar en segundo plano la metástasis de toda relación a largo plazo debido a la toxicidad de la cercanía diaria, en la que nunca existe la semejanza o la igualdad. Somos tan distintos los unos a los otros que la gran esperanza es encontrar un igual, la búsqueda de muchas vidas y uno de los cimientos de las sectas.
Sectas con sus triángulos sus cruces sus manzanas, sus apellidos o sus águilas. Con celebraciones magnas a las que los miembros deben acudir sí o sí. Gatherings inexcusables que son la mejor oportunidad para el sadismo y el sacrificio, para el maestro de ceremonias que convoca sabiendo que es igual el cómo, el dónde y el cuándo, que contempla con gusto los sacrificios que deben hacer los convocados, sea un novio enfadado o contraer un virus mortal.
Algo tendrán las sectas, por ejemplo, un cuantioso botín a repartir, sobre todo en las mejor organizadas y más regularizadas ante el erario público, que en muchos países, a las que han logrado el estatus de “iglesias”, se les exime de pagar I.V.A y de declarar transacciones patrimoniales de inmuebles, entre otros perdones muy terrenales. Según un estudio de la Universidad de Georgetown en Washington DC la economía de la fe ingresa más que las diez compañías tecnológicas más importantes de Estados unidos. The Socioeconomic Contributions of Religion to American Society: An Empirical Analysis calculó el valor de las instituciones religiosas en 26 billones 679 mil 9 millones 995 mil pesos mexicanos.
“La pandemia ha generado una situación de altos niveles de ansiedad, incertidumbre y crisis a múltiples niveles, no solo económico sino también personal. Este contexto es propicio para que las sectas se expandan y diversifiquen sus actividades”, declaró a DW Miguel Perlado, especialista en sectas y supervisor clínico de la Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico (AIIAP) y autor del reciente libro Captados. No son pocos los líderes mundiales que se apoyan en los ejércitos de la Fe, los mismos que rehúyen de la mascarilla y se confían a la providencia.
En las próximas elecciones en México el papel de las sectas parece más determinante que la economía, la salud o la violencia. Numerosos y relevantes candidatos de distintos partidos han sido señalados como miembros de sectas. Pero es difícil esto haga caer un aspirante a cargo público en un ambiente tan propicio para entregar tu alma y pudientes en celebraciones sectarias, para las que es recomendable el tratado sobre percusión que resulta el nuevo disco de Machinefabriek titulado With Drums. Hay gente que paga 250 dólares por una hora de meditación on line con un gurú hecho flor de loto en un cenote, ciudadanos profesionistas, ser de una secta les parecerá un pecadillo comprensible.
Y no todas las sectas reparten bonanzas, o mejor dicho no todos los miembros las reciben. La mayoría pasan una vida en una comunidad, sujetos a la telaraña de la congregación, orando, donando, resignándose. Y los que se rebelan contra su destino y su entorno de almas salvadas, acaban contra el muro en el que como moscas se arremolinan los voceros de nuevas sectas que se extienden a los dos lados.