Fobia ha sufrido cualquier clase de improperios para descalificar su talento estético y musical que ha perdurado desde 1990, una agrupación juguetona que ha sabido mantenerse de manera pervertida y lúdica entre las audiencias nacionales. Y ahí sigue.
José Ángel Balmori hace un ensayo narrativo, puntual y minucioso a 30 años de la aparición de ese disco sencillamente nombrado Fobia (1990). Balmori narra que escuchó morbosamente ese primer disco con la atención e inocencia de un niño de secundaria que fue descubriendo un repertorio notable de sonidos inusuales y canciones bien elaboradas que logran un debut conceptual con elementos cargados de sexo y suicidio, mezclados con elementos de beatos culposos. En Fobia, Balmori descubre que su inspiración tiene más que ver con la insoportable pretensión de la clase media mexicana que con aspirar tantito a ser estrellas del Rock en tu idioma.
El título que da cuenta a este libro hace referencia al segundo disco de Fobia, Mundo Feliz (1991), el preferido para Balmori, que desde luego destaca lo psicodélico y con una aspiración quizás por habitar el cielo y el infierno con canciones mejor elaboradas en lo musical, desmadrosas y con sampleos de buen humor.
En el libro 100 discos esenciales del Rock Mexicano. Antes de que nos olviden, compilado por Alejandro González Castillo y David Cortés, Balmori cita “Es un disco extraño, anómalo y por momentos absurdo, pero siempre brillante. Es el disco que les destapó la olla. Fermentando sobre toneladas de sintetizadores, space pop y psicodelia ligera, Mundo Feliz es una explosión de ideas hacia todas las direcciones”. Un disco digno que merece ser escuchado con una dosis de mezcalina y, si son mas rudos, incluir un giste para saborear el viaje.
En 1993, como bien cita Balmori, el rock mexicano y las disqueras transnacionales eran dos negocios muy rentables, y ese año Fobia saca el álbum Leche buscando consagrar su talento y desmarcarse de Siempre en Domingo y buscar un concierto masivo. De manera inconsciente o muy consciente, los Fobia seguían cosechando escándalos cargados de humor negro, como ser portada de la revista Eres. Realmente era una telenovela mexicana, como lo escribe Balmori, en tono de burla o una provocación sutil con sus seguidores, principalmente mujeres. Desconocía que el disco se presentó en vivo en uno de los programas estelares de Ricardo Rocha y que el Chá salió disfrazado de vaca loca. Que buena memoria y fervor de señalar que es el mejor puñado de canciones del grupo que pasaron desapercibidas y quizás en la actualidad escucharlo genere otra experiencia de libertad.
El libro cierra con un efecto de seducción por Fobia y todos los detalles precisos que Balmori va describiendo son cautivadores; sin perder el sentido de la crítica y la ironía necesaria con las apuestas desproporcionadas de la banda. Amor Chiquito (1995), un álbum de crisis y canciones mal entendidas.
Me agradó leer una cursilería pública, cuando Leonardo de Lozanne le compuso una canción a Rebeca de Alba que bien pudo haber escrito Benny Ibarra. Lo más notable del disco fue su portada y se presentó en el Auditorio Nacional con gloriosas reventas, desde luego Balmori fue testigo. “Recuerdo a un chico en las escaleras del Auditorio preguntándome si me sobraban entradas. Al recibir mi respuesta negativa espetó molesto: ¡Siempre vengo a verlos y es la primera vez que llenan!, ¡nunca llenaban!”.
Un libro terco de colección que hay que leer con detenimiento, que remite a recuerdos nostálgicos de los ensayos en el garage del Chá o Discos Purrum o cuando con humor siniestro Gabriel Kuri, baterista de la banda, le dijo a Paco Stanley que era originario de San Pablo Guelatao, Oaxaca, y quería llegar a ser el primer presidente oaxaqueño del siglo XX.
Dividido en 4 capítulos, con cuatro posters, un tenaz texto a modo de presentación del curador de arte Guillermo Santamarina, portada de Gerardo Monsiváis y una postal de Siempre en Domingo, Discos Cuchillo se merece un fuerte aplauso y pedirles más libros.
