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Se Busca Casa de Zaira Zambrano por el Conejo Blanco

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Se Busca Casa de Zaira Zambrano por el Conejo Blanco

Se busca casa de Zaira Zambrano fue publicado en 2024 y realizado con el apoyo del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales, a través de Jóvenes Creadores, en la emisión 2023. Narrada exclusivamente a través de imágenes, este libro álbum aborda un problema que ha cobrado cada vez mayor importancia en las ciudades mexicanas y, alrededor del mundo, que atiende al complejo proceso de la gentrificación.

TXT: Carolina González Alvarado

La obra explora la pérdida de la noción del barrio, como comunidad, para el establecimiento de un nuevo trazo urbano saturado por locales de cadenas comerciales, ruidosas avenidas y transeúntes efímeros, ajenos a la existencia de los otros. En la obra, seguimos el tránsito de dos niñas quienes son desplazadas de su lugar de juegos, debido a la invasión de un proyecto urbano que no sólo implica el desalojo de los habitantes de una zona habitacional sino la pérdida de la noción de identidad comunitaria.

Se busca casa de Zaira Zambrano pone de manifiesto cómo el diseño de los espacios construye la subjetividad de las personas que lo habitan y con ello, sus ideas, hábitos y la manera de entender la realidad. En el caso de México, en particular en las capitales, este fenómeno resulta aún más complejo, ya que la magnitud de las urbes contiene, dentro sí mismas, pequeños universos; como si dentro de la gran ciudad, se encontrasen otras pequeñas ciudades con su propia lógica, su propio ritmo, sus sonidos particulares.

En particular en la última década, el fenómeno conocido como gentrificación se ha hecho más evidente en México. Por lo general, este acontecimiento se observa desde la superficie y caracteriza por la presencia de cafeterías bohemias, disfrazadas de originalidad, la construcción de nuevos edificios habitacionales y la aparente “mejora” de los espacios públicos. Sin embargo, la gentrificación tiene otro lado.

La creación de estos espacios “regenerados” y “mejorados” proviene, por lo general, de la iniciativa privada. De modo que las ganancias obtenidas por esta inversión no se traducen en la mejora de las condiciones de vida de los habitantes de la zona pues los beneficiados son los inversionistas.  

En las primeras páginas de Se busca una casa, observamos a dos niñas, que serán el hilo conductor de la historia, jugando en la calle. La autora nos muestra las dinámicas sociales del lugar, personas cargado las compras del día o sencillamente paseando tranquilas. Las escenas nos sugieren un ambiente casi romántico que funciona gracias a la confianza que otorga formar parte de una colonia particular. Locales como una tortillería, la fonda de Rosita, una panadería y un local de lonches (que nos evoca ciudades como Guadalajara) sugieren que se trata de una zona habitacional que tiene tras de sí una larga historia. Sin embargo, observamos una serie de letreros que insinúan que algo cambiará pronto: “El barrio es de todos”, “No al desalojo”, “Vivienda es derecho”. Los rótulos cambiarán pronto, en páginas posteriores, a: “Cerrado”, “En venta”, “Estancias cortas, “Se renta”.

Estas leyendas finalmente exponen lo que ya se anunciaba previamente: el barrio ha perdido la batalla, la constructora la ha ganado. De modo que, en la siguiente página, observamos a un grupo de trabajadores erigiendo lo que pronto serán “Departamentos de lujo”, ante el desconcierto y preocupación de los habitantes del lugar. Es notable que el estilo de dibujo de la autora apela a una visión infantil de modo que leemos los acontecimientos a través de los ojos de las niñas cuya compresión del problema se traduce en la reducción de su área de juegos y, en la gradual más contundente, pérdida del barrio.

En este sentido, Se busca una casa, no se opone a la creación de nuevos espacios en estas zonas, argumento con el que, con frecuencia, se defiende la gentrificación (la construcción de edificios “bonitos”, la apertura de nuevas tiendas, el surgimiento de nuevos empleos, así como el embellecimiento del paisaje urbano) sino que estos espacios no están diseñados para los habitantes sino para sus sustitutos, los nuevos inquilinos y clientes del lugar.

Es así como vemos, en páginas posteriores, que “La fonda de Rosita” es sustituida por “Coffee and Tea. Freshed roasted coffee” y “Bakery”. El contraste no sólo está dando por el idioma del letrero sino por lo que representa, el giro que han tomado los comercios no sólo ha modificado el paisaje urbano sino sus dinámicas sociales.

Las calles ya no son transitables y dispuestas para el peatón sino vías donde la presencia de los automóviles es cada vez mayor. Esta renovación del paisaje urbano muestra también la presencia de nuevos transeúntes, en su mayoría solos, más atentos a la actividad de sus celulares que en habitar el lugar donde se encuentran. Es notable que los automóviles invaden las páginas y consiguen cercar a las niñas, hasta encerrarlas en una muralla de ruido donde incluso el deseo de jugar se suprime.

 De manera paulatina el barrio comienza a convertirse en una marca para disfrazarse de ser “auténtica y única” pero, generando un efecto paradójico, pues se ha convertido en una zona comercial, saturada, sin personalidad. Se observa entonces que negocios como “Burgers” o “Studio” es poco probable que pertenezcan a un miembro de la entidad sino a un emprendedor vestido de azul. 

Se busca casa nos muestra que esa supuesta “mejora”, esa “renovación” y aparente “regeneración” de la urbe es en realidad en beneficio de los dueños de aquellos negocios más no de la comunidad. Entre más se gentrifica un área los precios de las rentas, tanto habitaciones como comerciales, así como el costo de los servicios, incrementan. De manera que esta colonia “auténtica” y “original” en realidad atrae a otro tipo de personas que no pertenecen al lugar, ni buscan construir esa noción de fraternidad sino crear pequeños y exclusivos círculos de convivencia, así como el montaje de una vida cotidiana, digna de una fotografía, con filtro cálido de preferencia, para redes sociales.

Hipotéticamente, mudarse a una zona gentrificada implica que el costo de una renta disminuye, pero entre más renovada esté, los servicios, rentas y productos, incrementan su precio. De modo que, con el tiempo, estos espacios se vuelven inaccesibles para sus habitantes lo cual, inevitablemente, conllevará a su desalojo.

Es notable que la mayoría de las áreas que atraviesan por esta gentrificación y se convierten en “bonitos lugares para vivir” o, mejor dicho, para “invertir”, borran su pasado desagradable, con frecuencia, entintado de violencia y segregación. En el caso de Se busca casa, nos muestra que este proceso erradica también la noción de barrio y con ello, de identidad.

Una de las preguntas que genera este libro álbum es ¿por qué entonces no invertir en mejorar las condiciones de vida de los habitantes de un lugar? Pensemos, por ejemplo, en mejorar las vialidades. Una posible respuesta, quizá obvia, más importante a considerar, sería la siguiente: es rentable. Los desarrollos urbanos generan capital y con ello, ganancias económicas. Bajo esta perspectiva, es rentable invertir en negocios, no en la mejora de la calidad de vida las personas y es, bajo esta dinámica, que los procesos de gentrificación se llevan a cabo.

En este sentido, la obra expone el engaño de la gentrificación y refleja cómo los proyectos urbanos, que no incluyen a la población, sino que imponen un nuevo orden, exilian a los habitantes de sus hogares y reescriben el espacio urbano con una serie dinámicas en las que la noción de comunidad se pierde. Se busca casa muestra cómo las ciudades continúan expandiéndose y progresivamente borrando la posibilidad de crear una sociedad integrada.

 El problema entonces no radica en evitar que una zona “sea más bonita” sino en evaluar el impacto que esto tiene en la vida de las personas dado que, quienes se benefician de estos grandes y costosos proyectos, no son los habitantes sino los inversionistas. Modificar el diseño de una ciudad transforma la vida de sus pobladores tal como ocurre con las niñas, quienes son despojadas de su área de juegos y, en consecuencia, su forma de habitar el mundo y relacionarse con él, cambia.

En este sentido, Se busca una casa, muestra cómo el diseño del lugar que habitamos genera diferentes interacciones tanto con el espacio como con las personas y, de manera paralela, influye en la creación de subjetividades. Es notable que las niñas padecen el impacto de la gentrificación, si antes se mostraban alegres ahora están molestas, aburridas o asustadas. Sin embargo, la autora, nos ofrece una salida.

Las niñas, de pronto, escuchan música. Seducidas por el sonido, comienzan a buscar su origen hasta dar con un organillo. Los tonos que, parecen provenir de otra era, las conducen a una plaza, con quiosco, que se encuentra en el centro de otro barrio y es allí donde ellas encuentran un refugio. La obra nos ofrece un final alegre para ellas, pero nos muestra ya la insipiente amenaza pues vemos que, aquí también, hay letreros con las leyendas: “El barrio es de todos” y “No al desalojo”.

Esta obra nos muestra, a través de sus imágenes, cómo el diseño de las ciudades determina el acceso a la salud, educación, vivienda, servicios y el rol que tiene en la economía. No obstante, la autora destaca de qué manera el rediseño del espacio urbano determina la vida de las personas que habitan en él. En este sentido, Zaira Zambrano le muestra al lector un problema con sus matices y complejidades y cómo la pérdida, cada vez mayor, de sitios comunitarios, no sólo lleva a la despersonalización sino a la necesidad de encontrar un resquicio propio, una casa habitable, un espacio íntimo donde sea posible jugar.

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Carolina González

Carolina González

En realidad es un conejo envestido de persona que disfruta de leer y beber café. Escribe la columna El Conejo Blanco en la Revista Marvin, sobre narrativa gráfica latinoamericana. Tiene particular interés en la relación texto-imagen en sus distintas manifestaciones.

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