En la historia del indie cantado en español y no sólo en el procedente de España, el grupo McEnroe tendrá un lugar insigne por tener algunas de las canciones más tristes, pero también varias de las más hermosas; luego entonces, valoremos que las escribe Ricardo Lezón.
Se trata de un músico que también conoce de poesía y que ahora se vuelca a la narrativa para contar parte de su historia en Lento y salvaje, libro de memorias editado por Plaza y Janes. Como era de esperarse, encontramos el periplo de un hombre de una sensibilidad extrema y que ha conseguido lidiar con la ansiedad y otras tribulaciones para hacer frente al mundo laboral y la paternidad. Dado el poderío de su prosa, a continuación, ofrezco una selección de frases que calan hasta la médula, al tiempo que nos hacen repensar diversas aristas filosas de la vida… todas ellas dardos de un delicioso veneno existencial:
“Así hasta que una tarde, atravesando la lengua seca y vacía de Es Trucadors, azotado por un viento violento y la infinita lluvia, toqué fondo. Sentado en una piedra escuché caer los últimos pedazos de quien había sido durante cuatro años… Dejé en aquella isla, entre la arena de sus calas vacías, sobre el agua muerta de sus salinas, todo lo que ya no necesitaré nunca”.
“Quiero hacer canciones para ser feliz, para respirar, es el lugar donde encuentro la armonía con el mundo, el paisaje al que pertenezco, y quiero necesitarlo solo por eso, por nada más”.
“Un plan improvisado y estúpido, como todo lo romántico, diseñado bajo los efectos de la cerveza y la euforia que nos invadió después de escuchar las canciones una tarde calurosa en el local. Podíamos haberlo enviado por mail, pero así todo es mas bonito, y la belleza es un combustible que nunca acaba de quemarse. La belleza, siempre la belleza”.
“La nostalgia es felicidad, agria por irrepetible e inalcanzable, per no caducada. Sigue haciéndonos reír. Nos enseña quienes somos, de dónde venimos y hacia dónde queremos ir. Nos devuelve lo mejor y nos protege de lo peor. Así lo vivo yo. Nadie tiene nostalgia del dolor”.
“… y eso, solo eso, ha terminado por convertir mi fragilidad en mi única fortaleza. Las canciones que he escrito para McEnroe, en realidad todas las que he escrito durante mi vida, han nacido de ese sentimiento. En todas está la lucha por encontrar un sentido, una forma, un fin a todo lo que veo, siento y descubro. No sé escribir sobre nada más. Nunca He sabido escribir sobre el mundo real”.
“La belleza cura, para eso la buscamos, para eso existe, para devolvernos una esperanza que nos empeñamos en sepultar, para reconocer en su fragilidad toda su fortaleza y en su fortaleza toda nuestra fragilidad. Abrirle un pequeño camino a la belleza, a la sensibilidad, a la bondad, dejarlas entrar, tratarlas como al único jardín que permanecerá y nos hará pertenecer”.
“La música siempre nos ha ayudado a vivir, pero nunca hemos vivido de ella… Siempre he sentido pavor a tener que depender de algo que me hace feliz para poder comer. Dependo de ella para respirar, expresarme, comunicarme con quien soy, encontrarme, entenderme, confundirme, refugiarme y seguir siendo el más sorprendido siempre. No quiero que la música dé el paso a ser lo que “tengo que” hacer para sobrevivir económicamente. Hay una rendición en ello y, aunque haya nacido rendido ante todo aquello en lo que no creo, no me rindo nunca cuando creo en algo. Quiero que sigan siendo las canciones las que decidan cuándo, por qué y para qué”.
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