Txt: Aldo Mejía
Hace veinte años me encontré con el rock, al menos con una de sus variantes. Estaba en un disco compacto pirata con portada amarilla y en ella se leía Rock urbano. Adentro venían canciones de Plastilina Mosh, Todos tus Muertos, Jumbo y Panteón Rococó, por mencionar algunos.
Me aprendí cada una de esas canciones y por algunos grupos todavía siento un genuino entusiasmo. También ese año, en el 98, se celebró la primera edición del Vive Latino, pero de aquello, por supuesto, yo no tenía conocimiento.


El recuerdo fue absolutamente vívido cuando el domingo apareció El Gran Silencio en el escenario principal del Foro Sol. Aún más cuando empezó a sonar el atronador comienzo del Chúntaro Style, canción que, por supuesto venía en aquel compacto.
Ni modo de no entrar al slam cuando se veía tan tentador como una cerveza fría en el día más caliente. Y en automático, casi sin pensarlo, me deshice de mi teléfono y de mis lentes para meterme en aquel círculo, para rodearme de desconocidos, para pegarme patadas y puñetazos con ellos. Con una sonrisa en la cara.
Todavía tenía en el cuerpo la adrenalina de haber visto a Tino el Pingüino entregarse ante la multitud de estupendos que se dio cita para gritarle a causa de la desesperación en la que puede resultar vivir; para brincar enloquecidos por la emoción que causa una fiesta, cualquiera; e inclusive para honrar el amor que profesamos por nuestras mamás.
Fue una emoción absoluta ver que el rapero cumplía su promesa de una gran presentación.



Aún tenía irritada la garganta luego de cantar todas las canciones que soltó Intocable una noche antes, porque antes que rock, en casa se escuchaban las norteñas y las bandas sinaloenses de las que gusta el Jefe. Porque uno no nace rockero, se hace. Y en todo caso, lo único que sucede es que se abre el abanico de géneros ante los que se responde emocionalmente.


Luego de varias ediciones, volví a este festival para sentirme adolescente, para brincar sin playera con la cumbia de uno de los grupos más constantes de Monterrey. Corrimos en círculos como si fuera un ritual y nos volvimos a golpear, sin dolo, para luego chocar las manos con más desconocidos.
Me encontré con amigos que se han vuelto entrañables, que lo han resistido todo. Empezando por el paso del tiempo. Y también están los que se volvieron leales con rapidez. Los que cumplieron su sueño de pararse en el pit y ser parte de la organización del festival.

Hace veinte años también me encontré con Fobia, en otro disco venía El Microbito y volví a dejarme la voz cuando se presentaron el sábado. Luego de haberlos entrevistado el año pasado, da una extraña satisfacción volverlos a ver haciendo lo mejor que saben. Soltaron hits uno tras otro, como si no fuera a haber otra oportunidad; puede que no la haya. Por que el rock también hace pausas.



El contraste viene veinticuatro horas después cuando me encuentro cantando todas las canciones del set de Juanes, porque la adolescencia la pasé pegado a una radio cuando el cantante colombiano era más famoso. Porque mi rebeldía era inversa, extraña y cuando todos escuchaban el último tramo de Radioactivo, yo sintonizaba una estación pop.
Aunque mantenía un sano equilibrio que brindaban bandas como Bengala. Aunque El Gran Silencio se había llevado todo el aliento del que disponía, literal, no había manera de perderme la oportunidad de volver a cantar Cárcel.



Hace dos años me volví a encontrar con el rock en forma de Viva Suecia. Un grupo español con letras tan breves como contundentes –“Hay más enemigos en la piel de los testigos que entre aquellos que juraban contra ti.”–, con estructura musical bien pensada. Hipnóticos. Y si no me crees, pregúntale a la gente que se congregó frente a ellos impulsados por la curiosidad de ver a cuatro tipos dejarlo todo, TODO en el escenario.



Lo mismo que con Foals que, a pesar de no “haber estado en el escenario principal”, dieron un espectáculo de principio a fin. Con sonido impoluto y un set que mezclaba canciones predilectas con las más nuevas. Un turno que cerró de forma increíble con Two Steps, Twice, canción con la que temblaba el piso.


A muchas de las bandas de esta edición del Vive Latino las he visto en solitario y en otros escenarios; a algunas las he entrevistado y a las que no, un día ha de suceder. No sé cómo me encuentre, ya no digamos el rock, la música, dentro de unos años. Lo único que importa es que este fin de semana me encontró vivo.
