Red Jesus, chilango/chileno, ha caminado durante cuarenta días en el desierto acompañado únicamente por el Diablo, y después de este viaje iniciático, regresa para profesar la palabra de la Nueva Alianza y la Eucaristía del Pop, a través de todos los amplificadores Marshall del mundo con “Reza por mi Salvación”, un nuevo sencillo que habla de la enemistad, la soledad, la indiferencia y el desamor a sí mismo, un track que versa sobre la comunicación constante con el único amigo de los hombres solitarios, El Coludo: “le pregunté por qué me estaba jodiendo tanto la vida, por qué me hacía bajonearme, por qué me llenaba de ansiedad, por qué me había convertido en alguien tan inseguro. Le pregunté si era malo por haber herido a gente que quería mucho…”.
Red Jesus se encuentra ahora promocionando “Reza por mi Salvación”, una nueva rogativa urbana, acompañada de un video musical grabado en París, aún con la aguja de Notre Dame rasgando el cielo napolitano.
Este nuevo track bendice ritmos como el Rhythm & Blues, el gospel y la música callejera. “Reza por mi Salvación” es una oración sobre la soledad, la indiferencia, la despersonificación y la caridad interior.
Charlé con Red Jesus sobre esta nueva alianza y esta nueva búsqueda de eventuales eufonías; de “Reza por mi Salvación”; de “Ravotriping”; de Brian Lucey; el arte y la dirección de sus propios videos musicales; de Pau Sotomayor y la dualidad del bien y del mal.
¿Qué representa el single “Reza por mi Salvación”, para ‘Red Jesus’, a estas alturas de su vida?
A nivel personal, tiene un significado maléficamente irónico, porque he estado hospitalizado 2 veces en el último tiempo por algunos problemas al corazón: una justo antes de grabar el video, y otra justo antes de lanzar la canción. Entonces fue como: ¿¡Qué mierda!?… La metáfora volviéndose algo literal, con un humor negro impresionante. A nivel musical ha significado otro riesgo. Otra manera de decir que, a pesar de haber empezado muy tarde como solista, no voy a tomar el camino fácil de las modas. Sé que mi música es objetivamente poco comercial —Reza por mi Salvación no puede ser un mejor ejemplo—, pero es lo que sale de mí. Creo que significa aceptarme a mí mismo como artista, y al mismo tiempo, entender mi responsabilidad como tal: proponer un discurso más honesto y profundo; con un mensaje. En este caso, el mensaje justamente es aceptarnos como únicos y distintos, con lo malo y lo bueno… Decirle a los demás que nunca estamos solos y que hay que pedir ayuda cuando estamos en nuestros momentos más oscuros.
¿Por qué grabar el video musical en París?
Parece una decisión bien fresa, ¿no? Tipo: “Oye ñato, y si grabamos el video en París, me encanta en esta época del año”. Pero la realidad fue muy distinta. Con Gabriel (J.G. Biggs, el director) llevábamos años tratando de hacer algo juntos y no habíamos podido justamente porque él vive allá. Yo estaba en España por razones personales y dije…, es ahora o nunca. Llamé a Gabriel y me dijo: “Hueón, hagamos el video; pero tienes que venirte al tiro”, así que busqué el pasaje más barato y aterricé con 4 cambios de ropa al azar porque no tenía idea que chucha íbamos a hacer. Lo demás fue caminar sin parar, hacer locuras, re-cagarme de frío y entregarme a su estilo guerrillero. Si bien, no puedo negar que fue un escenario mágico; yo no elegí París, elegí trabajar con J.G. Biggs.
¿Cómo es trabajar con este artista (quien ha dirigido videos de ‘Raekwon’ (‘Wu-Tánger Clan’) y ‘Nina Simone’)?
Alucinante y extremo. Una entrega total. Lo conocía y había visto su trabajo, así que no tenía dudas de que el resultado iba a ser increíble, pero no sabía a qué iba exactamente. Él repasa las canciones y se hace una idea mental de lo qué quieren decir y transmitir, pero luego no anda ahí con un guión diciéndote: haz esto o esto otro… deja que la energía fluya y trata de sacar lo más loco y profundo de ti para captarlo con un ojo y una técnica tan única y poco ortodoxa, que a veces parecía que lo estaban grabando a él. Se da vueltas, gira, se agacha, revuelve las manos, le daba golpes al teléfono… Lo suyo es súper guerrilla; captar la ciudad y los movimientos en su estado más puro, improvisar, grabar donde no puedes grabar. Nos metimos en supermercados, metro, cementerios, tiendas de discos, monumentos, clubs, iglesias… Todo en más de 30 horas de un peregrinaje súper surrealista, agotador y mágico.
¿Por qué grabar solo con un teléfono?
Cuando me pasó a buscar, lo primero que le pregunté fue dónde está la cámara. Se metió la mano al bolsillo, sacó su celular y pensé “cagamos, ahora sí se volvió loco este hueón”. Tranquilo, me dijo cuando vio mi cara de espanto. Tú confía. Y luego fui entendiendo que con eso podíamos grabar donde se nos diera la gana en una ciudad que es extremadamente estricta con los permisos. Además, Gabriel maneja el teléfono como si fuera un ninja con un nunchaku (chacos) y logra agarrar la mejor luz en las condiciones más adversas. Aquí no hubo ningún tipo de apoyo o iluminación. Éramos literalmente dos locos sueltos en París…, y un celular. No fue un problema de presupuesto (risas), más bien, una decisión estética y narrativa.
¿Qué tumbas visitaste en el ‘Cementerio de Montmartre’, a quién resucitaría ‘Red Jesus’ de entre todos esos cadáveres?
Para serte franco, casi no paramos ni a comer una manzana, así que estando en el cementerio fue correr, grabar y grabar y grabar. Nos dimos 45 segundos para ver la tumba de Jim Morrison y ya. Sería todo el tour. Ya te habrás dado cuenta que este Yisus no hace milagros —con suerte puedo cuidarme a mí mismo—, pero si pudiera resucitar a uno sólo, creo que lo más democrático sería hacer una rifa entre todos los ausentes ahí presentes.
Háblame de esa pasión de 6 años de ‘Red Jesus’, de ese vía crucis para tratar de encontrar un sonido que volviera el agua en vino y la poesía en sonido.
Hay una historia curiosa detrás de esto. Cuando escogí —o más bien me escogieron— el nombre Red Jesus, y decidí dejar toda mi seguridad (trabajo, novia, país, amigos, familia) para lanzarme de cabeza en un primer trabajo solista; yo estaba por cumplir los 33 años. Entonces, viniendo de un background bastante católico, me obsesioné con la idea de que me iba a morir a la edad de Cristo, pero no porque me creyera él, sino más bien porque pensé que me iban a castigar por blasfemo (risas). De ahí en adelante las estaciones de este vía crucis incluyeron ataques de pánico mientras grababa el primer disco, un primer disco súper ecléctico que adoro, pero en el cuál aún no encontraba una identidad musical —aún la sigo buscando pero creo que ya se ve con más claridad—, un choque con la realidad de que nadie me pelara con ese primer disco, entender que ahora quería componer en español y conectar más con el público mexicano, componer, componer, componer; tomar mucho vino, mezcal y chela… tratar de dejar el mezcal, volver a querer el mezcal, escribir una canción totalmente rara que me abrió las puertas de un sello al que le tenía ganas hace rato, y sobre todo, sacarme mis trancas para poder escribir desde lo más profundo de mí, y atreverme a mostrarme tal cuál soy. Creo que ya van 14 estaciones, ¿no? En resumen, ha sido la intensidad con la que he vivido los últimos años, la que ha ido definiendo un sonido y una lírica mucho más honesta y directa. Si tú crees que transforma el agua en vino… entonces voy por el camino correcto.
¿En qué se diferencia “Ravotriping” del ‘Coming Soon’?
En todo. ‘Coming Soon’ fue un experimento; una necesidad y un vómito emocional. Creo que para ese entonces me importaba más sacar fuera lo que tenía atorado y hacer un disco que sonara lo más “pro” posible, que hacer canciones que realmente pudieran conectar con mi yo profundo y con la gente; que tuvieran una dirección. Fue un statement: “Mírenme, sí puedo hacer un disco y suena bien cabrón”. ‘Ravotriping’ fue también un experimento, pero un experimento mucho más sesudo y profundo al mismo tiempo. Me tardé años en volver a hacer una canción que me moviera las entrañas y que me hiciera decir “esto es raro, esto es diferente… No sé que es esto, pero me gusta”. Ya no era sobre la perfección del sonido sino sobre decir algo, sobre contar una historia que nadie más había contado. Fue sacarme la ropa y mostrarme así, en pelotas, sin importar tanto si a la gente le gustaba o no lo que veía, lo que escuchaba. Esa desinhibición, esa exposición, marcó un antes y un después absoluto en mi manera de enfrentar la música.
Convérsame acerca de la retórica y los simbolismos en “Ravotriping”; es en verdad, una apología a las drogas y los estados alterados de la mente?
Para qué te voy a decir que no si sí. La letra de ‘Ravotriping’ es un auto plagio de una poesía que escribí hace muchos años mientras cruzaba el Desierto de Atacama en un autobús destartalado, camino a ver a una novia, en una etapa de despertar sexual y con una alta dosis de Rivotril en mi cuerpo. Para ser honestos, más que hacerte tripear, el Rivotril te pone a dormir, pero fue en ese estado de semi-vigilia que escribí sobre lo que estaba viendo, imaginando y pensando: mis inseguridades, mi incontrolable calentura, las animitas en la carretera (pequeños altares con flores y adornos), mis miedos, la arena… Una fusión de literalidad y metáfora en tiempo real. Si bien la canción habla de mucho más que tomarse una pastilla y ver cosas, sí se cuelga de los estados alterados para contar una historia que casi no pasó por el filtro de la conciencia.
¿Interpretarías al personaje de Jesucristo en una película cutre para Semana Santa?
¿Dónde firmo?
¿Cómo es ser masterizado por Brian Lucey (‘The Black Keys’, ‘Depeche Mode’)?
Es lindo e impersonal al mismo tiempo. Un globo de emociones que se desinfla a la velocidad de la luz. Una transacción emocionante y ya. Brian hizo un tremendo trabajo y aún no me puedo creer que una canción mía comparta ADN con ‘El Camino’ (uno de mis discos favoritos del mundo mundial) o ‘Spirit’, pero al final fue mandarle el track a la asistente de Brian y recibir el archivo una semana después… Abrirlo escuchar lo bien que sonaba, agradecer y nunca saber si al tipo le gustó tu canción o no. Si te metes a su página no vas a ver mi cara entre las portadas que exhibe con orgullo. Desde ahí en adelante decidí masterizar con Erick Urbina acá en México, que, aparte de ser un crack, puedo llamarlo o tomarme una chela con él… Se siente diferente.
Hablemos del video musical de “Ravotriping”, ¿qué te llevó a dirigirlo, y
cómo fue la colaboración con el director de fotografía mexicano Santiago
Barreiro?
Quería el desafío y tenía demasiado clara la estética en mi cabeza. Era una historia muy personal y sentí que nadie podría interpretar mejor mi subconsciente que yo. Santiago es un astro. Tiene mucha carrera en el cuerpo y un ojo afinado; además es dueño de toda la parte técnica que desconozco y que he ido aprendiendo muy de a poco gracias a gente como él o como Pascal Krumm. Yo diría que casi fue una codirección porque su apoyo fue fundamental…, y no sólo en lo técnico. Hacían varios grados bajo cero y tuvimos un montón de problemas para entrar a la locación…, más de una vez estuve a punto de desistir, pero él siempre nos mantuvo con el espíritu arriba y nos empujó a terminar las grabaciones.
Convérsame también acerca del video de “Rey del Kazoo”, que se coloca entre los diez videos más vistos del 2014 en ‘Central Once’.
Fue una linda sorpresa de recién llegado a México… Lamentablemente luego no pasó mucho más con lo que era una buena canción pop y una colaboración con mi amiga del alma y talentosísima Andrea Velasco. El video se hizo mientras vivía en Los Ángeles, pero la parte de Andrea se hizo en Ámsterdam, donde ella estaba de vacaciones. Llamé a mi amigo y director Wytse Koetse y hicimos que sucediera… Pura intuición, porque logramos mantener la continuidad estética y una conexión entre Andrea y yo. Fue mi primer video y la verdad quedó muy bien a pesar de que la historia era sencilla y nos centramos más bien en lograr una estética urbana y que yo me viera cool, (risas).
Cuéntame una anécdota de ‘Pau Sotomayor’, con quien colaboraste en “Dosis de la Verdad”.
Yo creo que más que una anécdota en particular, te puedo decir que la actitud y disposición de Pau es fuera de lo común. Por ejemplo, no sé cómo carajos logré armar un photo shoot para el sencillo en menos de 24 horas. Entonces llamé a Pau y le dije: “¿Pau, puedes venir mañana a tal estudio vestida medio oriental?” Aunque era cero su onda de vestir, y no entendía nada lo que estaba pasando, llegó puntual con un par de vestidos y una cara de; “dude, I don’t know what the fuck are you doing, pero… démosle”. Ya cuando le pusimos una peluca rosa, la desconfiguración en su cara fue total, pero nunca, nunca perdió la actitud y el buen humor. Finalmente nos cagamos de risa, sacamos unas fotos increíbles con una estética muy exageradamente pop —a propósito— y terminamos haciendo un video de la misma forma y en el mismo lugar. Nunca le escuché una queja, nunca una mala onda… Siempre sonriendo a pesar de que la estaba poniendo en una situación bastante freak e incómoda. Volvería a trabajar con ella una y mil veces.
¿Qué representa para ti ser un ‘Nuevo Artista Casete’?
Cuando recién llegué a México desde L.A., me habían hablado mucho del sello y fue uno de los primeros mails que mandé y una de las primeras llamadas telefónicas que hice… Claro, no me dieron ni puta bola (risas). Yo quería estar ahí por sus artistas y por todo lo que hacían, pero sin embargo se había transformado en algo demasiado lejano para mí y al cabo de unos meses desistí completamente. El haber llamado la atención de ‘Casete’ con “Ravotriping”, 5 años después… Imagínate. Fue un super mega shot de adrenalina y confianza en mi mismo… Algo estaba haciendo bien. La cosa no fue fácil y tardé un buen en diseñar una propuesta que los convenciera de apostar por un indie que a penas y había sacado un sencillo en los últimos años. Por eso significa un triunfo, un paso importante, una alegría, un desafío, una responsabilidad… Y una tonelada de agradecimiento hacia ellos.
¿Qué platicarías con el Diablo durante cuarenta días de caminata en el desierto?
Creo que, de cierta manera, en los períodos más difíciles de mi vida ya he hecho esa caminata con El Coludo. Le pregunté por qué me estaba jodiendo tanto la vida, por qué me hacía bajonearme, por qué me llenaba de ansiedad, por qué me había convertido en alguien tan inseguro. Le pregunté si era malo por haber herido a gente que quería mucho… Si me parecía más a él que a un ángel o alguna huevada así… Pero nunca respondió, solo escuchó atento para que yo mismo fuera encontrando las respuestas.
Entendí que el Diablo no es el malo ni Dios el bueno; que tenemos un poco de ambos: luz y oscuridad, y que tenemos que aceptarnos tal cuál somos.
Claro, esto no es excusa para hacer lo que se nos da la gana, porque nada es más importante que las libertades individuales, pero sí tenemos que querernos con nuestros defectos. Creo que hace rato ya que esa visión infantil y polarizada del bien y el mal ha dado paso a un entendimiento personal y a un no ser tan duro en juzgar a las personas por ser así o por decir esto o por haber hecho tal, porque todo depende mucho de los contextos… incluso el mismo Diablo depende del contexto o del prisma bajo el que se le mire. Igual le preguntaría como logra ese rojo tan fascinante.