El Primavera Sound Barcelona 2024 concluyó su edición número 22 tras reunir a más de 190 mil asistentes durante las tres jornadas principales en el Parc del Fòrum — de jueves a sábado. Pese a esta gran afluencia, el festival fluyó tranquilamente, sin grandes aglomeraciones durante los conciertos ni a lo largo de los traslados entre los diferentes escenarios o en las barras. Como sucedió el año pasado, el fest puso a disposición guardarropa, estacionamiento para bicicletas, algunas zonas de descanso para recargar las pilas del cuerpo y también las de los teléfonos, además de varias zonas de restauración e incluso un estudio de tatuajes, para así agregarle pimienta a la cruda del día después.
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La jornada del jueves estuvo marcada por la imparable presentación de Amyl and The Sniffers. Fue un concierto brillante en el cual la carismática cantante Amy Taylor se devoró el escenario durante una hora que transcurrió como un parpadeo. El nombre de la banda hace referencia al nitrito de amilo, mejor conocidos como poppers; precisamente el mismo efecto que producen las canciones de Taylor y sus colegas. En dos breves minutos se te suben a la cabeza parar bajar por los pies.


Poco antes, Lambchop había cautivado a su público con un concierto muy íntimo en el Auditori, a voz y piano únicamente. Se presentaron, desnudas, las canciones de su más reciente álbum The Bible. Más tarde fue el turno de Beth Gibbons, cuya presencia inicialmente frágil fue creciendo y creciendo en el escenario hasta volverse inmensa, metiéndonos a todos, poco a poco, en su mundo púrpura y misterioso. La inglesa terminó su set con βRoadsβ, de Portishead. Hizo llorar a más de uno.


Al día siguiente, Chelsea Wolfe se adueñó del Auditori para ofrecer uno de los mejores conciertos del Primavera Sound. Detrás de un sombrío juego de luces, con la voz y el sonido gótico e industrial de su repertorio, Wolfe y su banda llenaron el teatro, aliviando las heridas de los espectadores con las canciones de su nuevo álbum, She reaches out to she reaches out to she.


Pronto sería el turno de Badbadnotgood, una banda musicalmente excelente pero que no necesita la animación soberbia de su baterista Alex Sowinski (justo cuando iba a pedirle a la persona que estaba a mi lado que no hablara durante el concierto, me di cuenta de que quien hablaba era el mismo Sowinski).


El Auditori también acogió a Jessica Pratt, su dulce voz y los arreglos exuberantes de su banda, para la presentación de su destacado nuevo álbum Here in the pitch. En su esquina, en el escenario que llevaba el nombre del fallecido y homenajeado Steve Albini, la joven banda Gel concretó un gran concierto de hardcore punk exprés que habría sin duda emocionado al productor y miembro de Shellac. Ese mismo escenario se pintó de rosa para recibir a Hannah Diamond quien, con su hyperpop dulcemente irónico ha logrado formar una comunidad cariñosa a su alrededor — sin duda Hannah debe sentirse afortunada de tener al público más diverso y buena onda que exista.


El último día en el Parc del Fòrum comenzó con el esperado concierto de Lisabö, la mítica banda de noise y post-rock del País Vasco que durante todo su set mostró una gran bandera de Palestina en protesta por la actual masacre en la Franja de Gaza. Un gesto valiente que contrastó con el silencio ensordecedor de tantos y tantos micrófonos que enmudecieron y perdieron la oportunidad de alzar la voz por la paz, el derecho internacional y la vida en Palestina y Ucrania (salvo contadas y decorosas excepciones como lo fueron Amyl and the Sniffers, Liberato y las hipnóticas Mandy Indiana).


Qué lejos ha quedado el espíritu de Woodstock… un espíritu que sí que se recordó gracias a la tormenta que cayó durante todo el concierto ofrecido por PJ Harvey. Sin embargo, a pesar del agua, quizás se trató del mejor acto del festival. La artista venció a la lluvia, reina absoluta de los escenarios, inundando el recinto con un recorrido por toda su carrera, desde sus primeros años con βDressβ y βMan-sizeβ (del álbum Rid of me, producido justamente por Albini), hasta βPrayer at the gateβ de su más reciente LP, pasando por los imprescindibles To bring you my love y Let England shake.


Cuando la lluvia bajó de intensidad apareció Bikini Kill, que se presentaba por primera vez en Barcelona tras su reunión después de 20 años sin tocar juntas. La banda pionera de punk feminista, cuya música electrizante y activista inspiró a toda una generación, pudo por fin encontrarse con su público en el Primavera Sound. Y no decepcionó. Durante una hora que dio para una veintena de himnos, Kathleen Hanna, Kathi Wilcox, Tobi Vail y Billy Karren demostraron que se puede influir en un movimiento global desde abajo, desde el basement de un suburbio de Olympia, Washington.


Despejado el cielo, Atarashii Gakko! fue el arcoíris después de la lluvia. Un espectáculo que deslumbró nuestros ojos recién lavados y nos puso a bailar y a saltar sobre los charcos de agua donde navegaban nuestros barcos ebrios. A través de una coreografía calculada milimétricamente, Mizyu, Rin, Suzuka y Kanon formaron un prisma que dividió la luz en cuatro colores puros para llevarnos de la mano por el camino de un bosque lleno de YΕkai amistosos. Ahí, se mezclaron a la perfección el J-pop, el hip hop y el math rock. ¡Mágicas!
Así pues, el Primavera Sound Barcelona dio vuelta a la página de su 22ª edición. Una hoja escrita por protagonistas cuyos nombres propios son Polly Jean Harvey, Beth Gibbons, Amy Taylor, Kathleen Hannah y sus compañeras, Chelsea Joy Wolfe, Hannah Amond, Mizyu, Rin, Suzuka y Kanon.
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