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‘Negra Semana Santa‘: amor y muerte en una ciudad que ya no existe

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Ambulante 2024

En un giro sorprendente e inesperado en su carrera como periodista, David Cortés debuta en la escritura de ficción con Negra Semana Santa (Ediciones Periféricas) una novela negra de corte clásico con peculiaridades bien concebidas y plasmadas. De modo que conversamos con un noctámbulo irredento para evocar una Ciudad de México que ya no existe, además de los derroteros de un hombre cuando se topa con una dama fascinante y esquiva.

TXT:: Juan Carlos Hidalgo

Tienes una larga y lograda trayectoria como periodista musical y cultural; ¿por qué tardaste tanto en debutar en la ficción? ¿Por qué elegir a una novela negra clásica para facturar tu ópera prima? Y además con nada de rock de por medio.

Uno es la suma de sus lecturas, de lo que escucha, de lo que mira. Hay cosas que no asumo como grandes gustos o pasiones, pero que cuando hago un recuento de ellas se muestran como eso, como gustos importantes rayanos en la pasión y la lectura de la novela negra es una de ellas. Miro mi librero mientras contesto y encuentro ejemplares desde los ya citados Paco Ignacio Taibo II y Rafel Bernal, hasta textos de Ian Rankin, Michel Connolly, James Ellroy, Chester Himes, Elmer Mendoza, Andrea Camilleri, etc., etc.

Entonces comenzar a escribir fue dejar que se desenrollara la historia y ésta agarró su tono por allí y bueno, acerca de la ausencia de rock, pues primero la historia en los setenta no pone al rock en uno de sus mejores momentos, al menos en este país, y ya comenté que una de las cosas que se podía esperar de mí es que hubiera música, pero decidí dar la sorpresa y no meter nada de rock. Además, ya me tiene un poco fastidiado la idea común de que los rockeros no sabemos de otra cosa cuando lo nuestro es una decisión, no una imposición.

 

Considero una decisión muy valiente el regreso a un Centro Histórico de la Ciudad de México que ya no existe. ¿Es tan fuerte la atracción que genera como para no dudar en recrearla?

Muy, muy fuerte. Es mi ciudad, aquí nací, aquí se ha desarrollado toda mi vida y a pesar de lo que se diga de ella, es una ciudad que adoro, con todos sus bemoles: la mugre, la gente, sus deficiencias, los malos servicios. Me parece que es una ciudad maravillosa que no captamos en su verdadera dimensión por la vida tan ajetreada que llevamos. Cuando llego a estar frente a Bellas Artes, me parece que ese palacio de verdad es majestuoso, comparable a cualquier otra estructura arquitectónica del mundo. El Zócalo lo hemos visto tantas veces que se nos antoja normal, hasta que llegas a otros países y lo comparas con algunas de sus principales plazas centrales, entonces lo redimensionas y piensas en toda la majestuosidad que hay debajo y encima de él. Quería decirle a mi ciudad cuanto la amo y espero haberlo conseguido.

Para quien se decanta por el género negro, uno de los principales retos es lidiar con los clichés y los detectives arrastran varios de ellos; ¿Cómo es que concebiste al Detective Punto y Coma, con todo y su pasión por Eddie Palmieri y el jazz latino?

Bueno, tal vez algo que hice fue no pensar en esos clichés y tratar de construir a un Punto y Coma muy humano. Él es un ex policía que “participa”, porque no le queda de otra, en la matanza del 2 de octubre de 1968 y a partir de ese momento sufre un accidente que lo marcará de por vida y al mismo tiempo lo hará asquearse de su profesión. A partir de ese suceso viene a menos y tiene que batallar cotidianamente, como la mayoría de los habitantes de este país, sin importar la década en que lo hagan.

No quise pintar un detective rodeado de tecnología ni un erudito que hurgara en viejos códices para encontrar respuestas, sino que viviera la calle. Y es precisamente de la calle de donde le viene su devoción por Eddie Palmieri. Creo que es inevitable que se piense que en un trabajo mío habrá música, pero esta vez no se trata de la que la mayoría esperaría.

Tu novela reivindica a los cabarets como epicentros de fascinación y misterio; ¿has sido un visitador frecuente de estos lugares en vías de extensión?

El cabaret entendido como un lugar de postín, especialmente en la década de los setenta, era un sitio que estaba —lo sigue estando— lejos de mis posibilidades económicas. Digamos que las principales noticias acerca de estos fastuosos lugares llegaban por las lecturas de los diarios, de crónicas de espectáculos, porque esa década está marcada por las vedettes que en ese momento eran quienes soliviantaban la moral de la sociedad mexicana. Asistí a algunos menos famosos, de más baja estofa digamos, pero eso ya fue casi al final de la década de los setenta y además para entonces ya estaba metido de lleno en el rock, así que no era muy difícil la elección, y aunque había poquísimos conciertos de rock, éstos eran mas accesibles económicamente hablando que asistir a un cabaret.

Pasa el tiempo y las nuevas generaciones no son tan conocedoras de la historia, como parte de lo que narras aparece el movimiento del 68 y la noche de Tlatelolco. ¿Deseas mostrar otro fragmento de lo que allí ocurrió desde la ficción? ¿Deseas que tus jóvenes lectores tengan otra perspectiva del asunto?

No, la intención no fue hacer una nueva lectura, aunque sí ponerlo allí, dejar constancia de un atroz hecho que marcó la vida de esta ciudad y del país y que, a mi juicio, es un horror que no debe olvidarse, un suceso que siempre enseña o debería dar una lección. Entonces, lo que está allí es más un telón de fondo y lo que se cuenta apenas es para dar un poco de “color” porque en realidad pasaron cosas peores de las que yo asenté en ese pasaje y que cualquiera puede encontrar en alguno de los muchos libros que se han escrito acerca del tema.

¿Tienes algún recuerdo de una Semana Santa en que lloviera todos los días y casi a todas horas o elegiste esa circunstancia para agregar ambiente a la novela?

No. En Semana Santa suele llover el día de la gloria, el sábado. Al menos antes eso sucedía, pero regularmente son días de sol. Aquí el hecho de que la lluvia sea constante durante toda la semana sólo es para crear un ambiente oscuro, gris.

Eres un lector puntual desde hace mucho tiempo, pero también existen los autores que dicen que por un lado están los libros leídos y por otro su propia escritura. En tu caso, ¿de dónde salió el flujo creativo para concebir y realizar la novela?

Las ganas de escribir ficción siempre habían estado allí, pero conforme pasaba el tiempo le daba más largas. Procastinaba porque no quería dar el salto. No recuerdo ya bien cuál fue la chispa que motivó que empezara a escribir esta novela, aquello que me llevó a sentarme varios meses a trazar esta historia y verla crecer sí bajo una estructura, pero otras veces con cierta “autonomía”. De pronto estaba concluida, la pasé a una amiga para que me hiciera sus comentarios, le gustó, me alentó a proseguir y listo, no había más que seguir adelante.

Muy seguramente tras este primer paso literario ya estarás sobre algunos otros proyectos, ¿qué nos puedes adelantar sobre esto?

Sabes que no me gusta adelantar nada y creo que hay que esperar la aceptación de la gente, lo cual incidirá en que el editor vuelva a confiar en mí, porque finalmente Ediciones Periféricas hizo una apuesta por mi trabajo y si funciona tal vez podamos hablar de una segunda novela. No busqué hacer una obra genial ni revolucionar nada, tampoco es un trabajo rupturista ni pretendo igualarme con escritores de la talla de Rafael Bernal. Quise contar una historia que fluyera, que el lector la tome entre sus manos y la lea con ganas. Lo demás ya se verá, aunque creo que Punto y Coma da para mucho, mucho más.

Juan Carlos Hidalgo

Juan Carlos Hidalgo

Embajador de Tuzolandia por el mundo. Su novela más reciente es 'Ya no más canciones de amor' (Ed. Gato Blanco). En Marvin, coordina las colecciones 'Rock para leer' y 'Tinta sonora'. Forma parte de la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica (REDPEM). Su libro más reciente se titula 'Una ópera egipcia', poemario a partir de un álbum de Los Planetas.

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