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Mustafa: De niño prodigio a profeta (y poeta) pop

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Un niño se para frente a la unidad habitacional donde vive para, en voz alta y con una cámara enfrente, preguntarle a Dios si es necesario gritar cuando las lágrimas son tan poderosas, refiriéndose a la desalmada realidad que tiene a sus espaldas. Aún es temprano en su vida, pero ya sabe mucho de dolor. Pronto, ese chico prodigio dominará con sus palabras las listas de hits del planeta. Su nombre: Mustafa.

Mustafa Ahmed creció en Regent Park, un barrio conflictivo ubicado en Toronto que, hasta donde se sabe, sobrevive entre la hermandad y la infamia. Su adolescencia estuvo marcada por el asesinato de varios camaradas suyos (Ali, Ano, Santana… por desgracia le sobraban nombres). Un panorama hostil que alertó a su hermana, Namarig, quien lo acercó a la poesía para que con ella matizara el paisaje desesperanzado que ante él se tendía. En realidad le salvaría la vida con el acto. Mustafa mismo contaría después que escribir poesía se transformaría en su único medio de expresión. En este rol, es posible localizar en YouTube la escena narrada en el párrafo previo, con el entonces chico recitando un poema escrito por él mismo (A single rose). Es importante volver allí, porque se está ante el nacimiento de Mustafa The Poet.

Con el paso de los días, al lado de Smoke Dawg aquel joven formaría el colectivo Halal Gang. Sería cuestión de tiempo para que Drake supiera de su existencia y compartiese sus escritos con miles. Así, el chico sería nominado para formar parte del Consejo Asesor Juvenil del Primer Ministro Justin Trudeau y terminaría escribiéndoles canciones a The Weeknd, Camila Cabello y Shawn Mendes. Sin embargo, lo que con estos movimientos buscaba Mustafa no era convertirse en un millonario que viaja en limusina mientras tira billetes al suelo, sino traducir ese dolor que tan bien conocía, llevarlo verbalmente a un sitio nuevo para allí transformarlo en belleza. Todo a manera de tributo hacia aquellos que se fueron.

Un tema de Joni Mitchell, “Don’t interrupt the sorrow“, lo impulsó a considerar que “no es necesario interrumpir el dolor, pues éste se puede volver hermoso, elegante”. Para el músico, además del de Mitchell, comenzarían a rondarle la cabeza los cancioneros de Leonard Cohen y, obvio, Bod Dylan. Se encarreraba así hacia derroteros frondosos. Aunque sería su encuentro con la actuación de Richie Havens en Woodstock lo que lo llevaría a buscar cierta pigmentación en la música, un sendero que lo llevase directamente adonde creció, ese lugar infame… y bello. “Como personas de entornos oprimidos, es necesario que seamos capaces de centrarnos en géneros en los que no nos vemos a nosotros mismos”, llegó a declarar para The Guardian Mustafa, quien, hay que contar, es sudanés-canadiense, musulmán y de raza negra. Siempre, él mismo lo ha contado, sintió que el mundo se le venía encima.

Hoy día, su dieta básica sonora ha cambiado un poco. Se junta con personajes del tamaño de Nicolas Jaar y James Blake, por decir dos nombres, además de encontrar inspiración en nuevas voces, como las de Future y Big Thief. Con ello detrás, además de los singlesName of god”, “Imaan” y el muy sensible canto “Gaza is calling”, el artista nos acerca “SNL” (acrónimo de street n*gga lullaby), su más reciente sencillo. Es decir, pronuncia en voz alta el prólogo del que será su álbum debut, Dunya, cuya traducción del árabe sería el mundo en todos sus defectos. “Trato de preservar y celebrar la vida ordinaria del barrio”, comenta el autor mientras el crew que conforma el disco de marras se despliega: Aaron Dessner, Rosalía, Clairo y el mencionado Jaar; además de Simon Hessmann, socio creativo de Mustafa, así como su confidente, Ramy Yousef.

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Mustafa / Dunya / Jagjaguwar, 2024

Mustafa, el niño prodigio que fue. Mustafa, el poeta folk que es y se erige para aniquilar los poderes que buscan silenciar, enterrar. Mustafa, el hombre que cree en la palabra y la transforma no solo en canto, sino en esa esquina del paisaje al que muchos prefieren no voltear y que, sí, quien tiene la habilidad, encuentra bella. Lo hermoso en lo cotidiano, en la estridencia, en el caos y la desesperanza. En eso que, a veces, desaparece.

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Alejandro González Castillo

Alejandro González Castillo

Periodista, y escritor también (porque parece que no es lo mismo). Cruza párrafos con compases. Le gustan las olas, leer y chelear chachareando; además de escuchar discos dejando salir el humo por los ojos.

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