El cuarteto originario de Concepción remató el Siglo consolidándose como una de las bandas más importantes no sólo de su natal Chile, sino del resto de Iberoamérica con una fusión sonora donde lo mismo caben aires de jazz y rockabilly que sofisticación pop a la Pet sounds y psicodelia desperdigada entre triquiñuela verbal. El combo integrado por Álvaro Henríquez, Roberto Lindl, Ángel Parra y Pancho Molina alcanzó la cumbre con álbumes como La espada y la pared o Fome, y ahora está de regreso justo con esa, la alineación más refinada.
El cuarteto lleva rato tocando al sur de continente y está por aterrizar en México para certificar la estatura de un temario que, según el mismo Álvaro concede en entrevista, se manifiesta atemporal, abarcando ya tres generaciones de escuchas, una audiencia que, atención, podrá escuchar composiciones nuevas de parte de los músicos en un futuro cercano. Así, Henríquez comenta que ya hay demos del material por llegar mientras se frota las manos, ansioso por retornar a suelo azteca; “no me imagino nada más grato que volver allá”, explica el de Los Tres en videollamada desde Chile.
Tanto Roberto como tú pasaron varios años presentándose en directo sin Ángel ni Pancho, ¿qué fue lo que les motivo a volver a tocar juntos? ¿Fue un asunto netamente musical o existe más? ¿Extrañabas algo en especial de esta pareja?
Extrañaba el tema de sonoridad que ellos tienen, algo que no escuchaba desde hacía algún tiempo. Ha sido muy grato reencontrarme con esto y hemos estado muy entretenidos. Es una cosa musical la que nos tiene de regreso. No sólo queremos tocar canciones antiguas, sino el siguiente año grabar temas nuevos, ese es el fin. Aunque claro, nos gusta salir de gira, dar conciertos. El único que ha trabajado en estas canciones nuevas soy yo, tengo algunas composiciones y he grabado demos, tengo eso ya listo. Me imagino ese material con un sonido bien austero, no escucho ni veo bronces ni cuerdas, nada grandilocuente. Por ahora sólo estamos tocando canciones antiguas, pero el próximo año grabaremos y por supuesto que iremos a tocar en vivo a México.
A la distancia, ¿qué tal ha envejecido el catálogo de Los Tres?
Nuestras canciones han envejecido mejor que nosotros mismos. Me da mucha emoción notar que a la gente le sigue gustando esta música, la de Los Tres. A estas alturas ya le atrae a padres, hijos y hasta nietos. Nos escuchan jóvenes y adultos, de todo un poco. Volver a México significa una gran emoción. No me imagino nada más grato que regresar a tocar allá. Personalmente creo que sigo siendo el mismo, es el cuerpo el que ha cambiado. O sea, yo feliz iría a tocar de nueva cuenta al Chopo, por ejemplo, porque me gusta ese contacto, con la gente que escucha música.
O en Garibaldi, tocar allí sería buena idea.
Oye, en Garibaldi… Pero se ha transformado en un lugar peligroso, ¿no? Antes llegábamos a México por la mañana y yo esperaba todo el día con tal de ir a Garibaldi, me pasaba horas en el Tenampa. Un lugar hermoso, con esa mezcla musical. Norteños, soneros, mariachis, boleristas. Todo al mismo tiempo. Una maravilla.
¿Cómo te has sentido con los conciertos que a la fecha han ofrecido Los Tres, ha habido nervios?
Han sido presentaciones súper agradables. No soy muy bueno para ponerme nervioso antes de salir; al principio sólo tenía ganas escuchar, curiosidad de saber cómo iban a salir las cosas, porque habíamos ensayado mucho. Al presentarse, uno está muy concentrado en hacer lo suyo, y tanto en el escenario como en nuestros in ears estamos sonando bien… y lo mismo ocurre afuera, así lo comenta la gente y los críticos, que contamos con un gran sonido. Estamos tocando como cuarteto, sin teclados ni nada más.
Hablas de mezclas sonoras flotando en el aire. De eso México y Chile pueden hablar bastante.
Somos dos pueblos hermanos. Y sí, hay cosas muy curiosas. Está el tema de la cueca chilena, que es folclor nacional. Por ahí de 1855 empezaron a llegar marinos chilenos a Oaxaca, algunos buques encallaban y sus navegantes terminaban yéndose a pueblos aledaños para tener familia. Estos marineros tocaban cueca (también conocida como chilena), y a los mexicanos les gustaba, y la transformaron. Ahora si tú buscas en Google el término chilena, sale que se trata de un género musical mexicano. Eso habla del entendimiento y respeto que ambos pueblos se tienen. México es uno de los países que más exiliados recibió durante la dictadura, y eso nunca se olvida.
¿Alguna banda chilena de reciente cuño que te gustaría recomendar?
Miles de Aves, este grupo es muy bueno, toca rock. Del lado más pop está Floresalegría. Y hace poco descubrí a unos del sur que hacen rockabilly: Marilyn Monstruo Band.
¿Sigues escuchando a los clásicos? Kinks, The Who, Stones…
Sigo ahí, hasta la muerte. Cuando uno está sometido a una situación difícil lo mejor es escuchar música. Yo pongo “C´mon everyboy”, de Eddie Cochran, y me cambia el ánimo inmediatamente. También me gustan los sub productos que de los clásicos emergen, como un grupo nuevo inglés que se llama Pastel y que tiene un tema, “Dancing on a pin”, increíble. Me encanta esa banda porque me recuerda a los Stone Roses.
*También te puede interesar: Alejandro Zambra: “La música es la forma perfecta de conocimiento”