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Óscar Martínez: brutalmente honesto a la hora de hacer crónica

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Óscar Martínez: brutalmente honesto a la hora de hacer crónica
Ambulante 2024

Inteligente, valiente y afinado, el periodista salvadoreño Óscar Martínez recientemente publicó Los muertos y el periodista, en la renovada colección Crónicas de la editorial Anagrama, y que se presentará en la FIL de Guadalajara. Se trata de un libro que brutalmente narra, mediante el quehacer periodístico, abusos de poder, impunidad, delincuencia, muertes y una violencia persistente de la que día con día son testigos los centroamericanos desde hace décadas. En este contexto, Marvin sostuvo un diálogo con el director de investigaciones especiales de ElFaro.net.

TXT:: Juan Nicolás Becerra

¿En alguno de los protagonistas de Los muertos y el periodista aún quedan recuerdos felices?

No. Y, si quedaban, nunca los recordaron para mí. Al menos no había nada de eso en la cabeza de Rudi, el personaje principal. En alguna ocasión, aunque no está en el libro, Rudi me aseguró que había recordado finalmente una escena feliz de su infancia. Fue, palabras más, palabras menos, esta: en su casa de lámina, cuando él y sus hermanos mayores eran niños, su madre tenía un chiviadero, un salón de apuestas ilegales con dados. El piso era de tierra, las paredes de lámina y en el centro había un pilar de madera que sostenía la chabola.

Por aquellos días, recordó Rudi, había un anuncio en la televisión nacional, un anuncio de algo llamado Pega Loca, un pegamento industrial, cuyo lema era: pega, pega, y no despega. Rudi recordó que eventualmente la policía llegaba por las noches a desalojar a los borrachos y a arrestar a su madre. Ella, invariablemente, se abrazaba del pilar de madera y los policías luchaban por arrancarla a tirones. Cuando no lo lograban y, cansados, elegían dejarla ahí, Rudi recuerda que él y sus hermanos reían y le recomendaban a su madre proponerse como modelo para los anuncios de la Pega Loca: pega, pega, y no despega. Ese fue su recuerdo feliz. No tengo nada más que agregar.

¿Háblanos del sentido de la honestidad para sostener estas crónicas?

El sentido de la honestidad debería ser uno de los sentidos más afinados en un periodista, no solo en un cronista. Debería ser inviable ir por ahí cosechando fuentes con mentiras y medias verdades, pero ocurre. Me interesa la obligación de ser brutalmente honesto si se cubre violencia, de decir las cosas con la severidad que tienen: le pido, señora, que me cuente sus recuerdos de la noche que asesinaron a su hijo. No le prometo otra cosa que contarlo e investigarlo lo mejor que pueda. Lo demás son adornos y, en algunos casos, mentiras. No pocas veces he escuchado a colegas prometer a una fuente salvarla. Uno no salva a nadie, o al menos no es decisión del periodista que eso ocurra.

¿Podrías compartir con el lector  un día  de comportamiento violento en el barrio?

Bueno, yo vivo en un barrio muy tranquilo de la ciudad d. Sin embargo, este país, como Honduras, Guatemala y México, está plagado de barrios completamente dominados por grupos criminales. En el caso de El Salvador, por pandillas como la célebre Mara Salvatrucha 13. Para hacerme entender mejor, un ejemplo cotidiano: hay personas, miles de personas, que en El Salvador deben pedir permiso al líder criminal de la colonia para recibir la visita de un pariente. Si el líder lo avala, bien; si no, no hay visita. La mayoría de salvadoreños, como he dicho muchas veces, no viven en un país, sino en pedazos de un país.

¿Descríbenos qué es eso de escribir sobre la muerte?

Escribir sobre la muerte es, sin duda alguna, escribir sobre la vida. Lo que importa es lo que se extinguió, no el hueso ni la grasa que queda en la tumba. Lo que importa es lo que se apagó, y lo que se apagó, por miserable que sea, es una vida.

¿Qué desafíos personales y profesionales enfrentaste para conformar Los muertos y el periodista?

Me costaría enumerarlos, pero lo intentaré, teniendo claro que no serán una lista completa: persecución de las autoridades. A lo largo de estos años, mis colegas y yo hemos tenido a policías, políticos, presidentes, ministros, sacerdotes, pandilleros, narcotraficantes e incluso pastores evangélicos tratando de jodernos por una simple razón: revelamos un secreto que no querían que fuera revelado.

De alguna manera, también puedo decir, esto afecta a la gente que está a tu alrededor, a la gente que te ama. En mi caso, no hay duda de que estos años me han hecho más iracundo, más pesimista. En alguna ocasión tuvimos que dejar el país con algunos colegas, por amenazas de muerte, o tener escolta personal por la misma razón. Eso sí, nada se compara a los riesgos que corren ciertas fuentes para darte información. Algunas fuentes me hablaron incluso sabiendo que eso podía acarrearles la muerte, así de sencillo. Algunas fuentes me hablaron tras haber visto cómo la policía actuaba con impunidad y crueldad. Algunas fuentes me hablaron y, justamente ocurrió eso, recibieron más amenazas, más muerte incluso.

¿Queda un faro de esperanza para su pueblo?

Claro, hombre, apagar del todo la esperanza es algo que la tenacidad humana en la barbarie aún no consigue, esa es una lección de la historia. Una de las cuestiones más impresionantes de los países sumergidos en la violencia extrema es que hay buenas dosis de cotidianidad normal, por así decirlo, en medio: los niños van a la escuela, los padres celebran los cumpleaños de sus hijos, hay graduaciones y fiestas y amores e historias de éxito. Y, de repente, otra vez, hay muerte. Y luego, la vida sigue. Todo es complejo, nada es plano como para concluir que no hay algo tan humano como la esperanza. Hay esperanza donde abunda la muerte, claro que la hay.

¿Cómo equilibrar las sensaciones de hablar con asesinos y a la vez con madres y padres de las víctimas para luego escribir una historia?

Nunca me ha resultado algo extraordinario. Es parte del oficio. Balancear fuentes, escuchar versiones contrarias, es parte del trabajo. Lo que me resulta raro es cuando algún colega escucha solo una versión, se casa con ella, y la defiende sin saber nada más.

¿Háblenos de su libreta negra y de Rudi, personaje esencial para Los muertos y el periodista?

Tengo poco más que decir ante lo escrito en el libro. La libreta ha sido mi fiel registro de sensaciones, percepciones, detalles también. Ha sido la carta desde el pasado. El yo que fue, que vio, que sintió, que le escribe al yo que está frente a la computadora intentando recoger todo eso con letras. Una buena libreta es parte del camino para un buen artículo. Una libreta raquítica es reflejo de un raquítico reporteo. Sobre Rudi puedo decir muchísimo, es mi personaje central, un adolescente ex pandillero que no sabía siquiera si tenía 14, 15 o 16 años. Puedo decir una cosa que fue esencial en su vida: nunca tuvo buenas opciones.

Por último, para pasar el trago amargo de este valiente y desgarrador libro: ¿Cuál es tu Ron Favorito y cómo te gusta tomarlo?

Zacapa 23, dos hielos, vaso corto.

¿Tu leperada local recurrente?

Es muy común en la región y México, pero siempre me saca una sonrisa la forma coloquial de reconocer cuando ya nos metimos en algún problema grueso: “ya valí verga”.

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