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Kendrick Lamar: “lamento no haber salvado al mundo, estaba ocupado reconstruyendo el mío”

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Kendrick Lamar: “lamento no haber salvado al mundo, estaba ocupado reconstruyendo el mío”
Ambulante 2024
  • Un clavado al interior de Mr. Morale & The Big Steppers

Pasaron 1855 días para que el artista oriundo de Compton —considerado por muchos el mesías del rap en los Estados Unidos, el primer rapero con un premio Pulitzer—, Kendrick Lamar, volviera a cimbrar al mundo con un proyecto de larga duración. Después del explosivo éxito comercial que significó DAMN., después de la inhumana sobre-exposición de la que fue sujeto tras alcanzar el estatus de superestrella; a Kendrick le tomó cuatro años en la oscuridad prepararse (y prepararnos) para esta nueva entrega.

TXT:: Martín Rangel

Si Section.80 y good kid, m.A.A.d city son películas, Mr. Morale & The Big Steppers es una obra de teatro dividida en dos actos de nueve canciones cada uno. La puesta en escena, irónicamente, es lo más confesional, lo más personal que hemos escuchado de oklama (el aka bajo el cual encara esta nueva etapa creativa).

Mientras el mundo esperaba de Kendrick Lamar un álbum cargado de compromiso social, él prefirió intentar entregarnos un viaje a través del proceso terapéutico de una persona sobre cuyos hombros pesa el deber de salvar, de reconfigurar una cultura. Mr. Morale… es el camino de un individuo devorado por la presión, por la adicción, y los modos de ser de un género que algunos han descrito como “un culto de muerte”.

Sin demasiados malabares lingüísticos, sin necesidad de recurrir a la exhibición de skills que han caracterizado gran parte de su obra anterior, en esta obra de teatro el artista se esfuerza más por dibujar una obra completa, por construir una atmósfera y una narrativa.

Entre fragmentos de spoken word en voz de Kodak Black (encarnación de todo lo que está mal con la cultura rap del mainstream contemporáneo) y Eckhart Tolle (guía espiritual y célebre autor de libros de autoayuda), Kendrick falla en el intento de virar el foco de este proyecto hacia únicamente su vida y su experiencia, dado que abarca mucho más -voluntaria o involuntariamente-.

Mr. Morale lleva hasta el diván a los vicios de la cultura que representa, e incluso aquellos de la izquierda woke, políticamente correcta. En tracks como “Savior”, “Auntie Diaries” y “We Cry Together”, Mr. Morale es “moraliste” a la manera de los escritores franceses del siglo XVII que describían y comentaban la conducta personal, social y política de su época. “¿Qué somos debajo de toda esa ropa de diseñador, debajo de toda esta joyería?”, se pregunta con la altura moral que otorga saberse parte del problema.

El álbum recorre un arco que va del caos al orden de pensamiento, a la estabilidad mental. Si en la primera mitad el protagonista de la historia batalla al reconocer su fracasada manera de existir, en la segunda mitad de esta puesta en escena la voz de Kendrick Lamar es la voz de quien acepta sus aristas más oscuras y trabaja en sí mismo para cambiar, al menos, su realidad más inmediata.

Nos han dicho que siquiera para atrevernos a intentar cambiar al mundo, debemos antes tender nuestra cama. No me parece que sea ese el mensaje que Kendrick busca poner sobre la mesa. Porque no se trata sólo de él, porque esta transición de lo social a lo individual no es absoluta: el proceso de Kendrick es un espejo en el que miramos los procesos de reconfiguración de lo que significa ser rapero, ser afroamericano, ser hombre, y ser humano.

.Vivimos una época marcada por la deconstrucción de nuestras ideas sobre el género, las relaciones que mantenemos entre unos y otros, y la cultura cimentada en torno al rap contemporáneo no podría salvarse de pasar también por ese proceso.

En un momento de la historia en el que tantas figuras reconocibles del género urbano mueren por sobredosis, enfrentan cadenas perpetuas en la cárcel tras confesar crímenes en las letras de sus canciones, o son asesinados, es necesario detenernos (cuatro o los años que hagan falta) a pensar qué es eso que podríamos hacer diferente.

Es cierto: Kendrick no va a salvar a nadie, pero la música no se trata de eso. Cualquiera que lo intente sólo puede fracasar. Sin embargo, no le creo del todo a Mr. Morale cuando dice: lamento no haber salvado al mundo, estaba muy ocupado reconstruyendo el mío”, pues el alcance de la reflexión que siembran las palabras y los sonidos que integran este disco se antoja mucho más grande que un capricho individualista que da la espalda a todo y a todos. Quizás ahí reside el valor de esta obra, en todo lo que hace sin querer, en todo lo que consigue sin pretender, sin predicar.

El talento de Kendrick Lamar, cuando opera desde un espacio de paz mental, es capaz de tanto que es difícil digerirlo en una sola escucha. Vuelvo a poner el álbum desde el principio y sé que voy a encontrar más cosas que las que aquí he expuesto. Sin embargo, mi comentario termina aquí, donde igual que el genio artístico de Compton sólo puedo desear encontrar (y que ustedes encuentren) un poco de calma en medio de esta catástrofe.

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