Hace más de medio siglo (precisamente en 1968) que José Agustín parió La nueva música clásica. Un escrito de menos de cien páginas que, según su mismo autor, ofrecía un panorama global (“excesivamente tierno”, se apuntó en su día) que enfatizaba algo importante: el rock no era una moda transitoria. Luego, aquel texto llegaría más lejos gracias a una nueva versión, publicada en 1985. Dos volúmenes que siguen siendo muy buscados por coleccionistas. Hacía falta reunirlos en un solo manojo de páginas. Llega así otra edición, ésta integral, revisada y complementada, que “celebra la música como vehículo de expresión artística y a José Agustín como un autor visionario”.
Con un prólogo de Alberto Blanco y una coda firmada por José Agustín Ramírez (hijo del mero macizo), La nueva música clásica (Grijalbo, 2024) va de la onda a las groupies, de lo groovy a los nuevos rucos, del chingue a su madre el mundo a los primero freudianos, de la única y verdadera cantante mexicana a la nueva pero después no tan nueva ola. No falta el rey criollo, los viajes dentro del viaje, los Rolling, el jefe Dylan ni los Beatles forever; tampoco Woodstock, el rock electrónico ni los ochenta ladrones. Para cerrar, a los textos de Blanco y Ramírez se adhiere una discografía básica que va de 1980 a la actualidad.
Siempre será refrescante leer y releer a José Agustín. Sus textos han adquirido un ánimo atemporal que se antoja inextinguible. La nueva música clásica, además de certificar lo escrito, mantiene al nacido en Acapulco como un periodista musical de cepa que siempre muestra trucos nuevos, que más allá de erudición ofrece perspicacia, renglón tras renglón. Aunque encima de todo ello habría que reconocerle la pasión con la que tomaba la máquina de escribir mientras los discos giraban, pues quizás ahí se localice el antídoto para el veneno que tiene al gremio periodístico al borde del colapso. Desde Cuautla, Morelos, José Agustín Ramírez charla sobre esta nueva versión del texto fundacional de su padre, todo mientras los recuerdos ruedan como piedras.
¿Solía tener tu padre un ritual en especial a la hora de escuchar discos?
No sé si tenía algún ritual en específico, pero sí que contaba con hábitos relacionados con la música, como escucharla prácticamente todo el día, desde que se despertaba. Se bañaba quizá con agua fría, pero nunca con mala música. Tenía sus discos, organizaba sus antologías y se las llevaba al coche. Le encantaba manejar aterradoramente rápido. Escuchaba música para todo, aunque para trabajar evitaba lo cantado en español; prefería algo en inglés o instrumental, o música clásica, o jazz. Disfrutaba mucho de sacar sus discos, verlos fuera de los libreros para ordenarlos. LP´s, discos compactos, casetes. Había música en el estudio, en el jardín, en la sala… en todos lados.
¿Qué ocurría a la hora de escribir, echaba mano de alguna ceremonia, construía algún escenario en específico?
Tuvo un tiempo jipi, cuando venía saliendo del bote y mi jefa le enseñó el rollo del yoga. Se metió en serio en ese cuento. Recuerdo que practicaba yoga y se iba a meditar, él mismo coloreaba sus mandalas con Prismacolor y se clavaba un rato, estilo zen-budista. Tenía un montón de libros al respecto. Ahí sí podía llegar a hacer cosas medio raras, rituales, como trazar un círculo y poner la máquina de escribir en el centro, encender algunas velas. Eso fue hace mucho tiempo. Le gustaban ciertos métodos de adivinación. Astrología, tarot y sobre todo el I Ching. Al final casi se desprendió de todos eso rollos, excepto el I Ching; ese libro le ayudaba a resolver cosas pues escribía un poco improvisando, abierto, como viendo qué se le ocurría en el momento.
Apuntas en esta nueva edición del libro que se trata de un texto “insólito, exótico y alucinógeno”, “un placer vuelto presagio”. El hombre gozaba tecleando, es evidente, y lo hacía sacando el colmillo, porque fue visionario.
Él estaba en todos estos rollos de adivinación. Se clavaba en la cartomancia, locuras. Jung. Estuvo muy metido en los alucinógenos. Y todo esto lo influyó. Tenía una inteligencia y una memoria inmensos, poseía muy buen diente y muy buen ojo. Cuando otros decían que el rock sería una música pasajera, una especie de juguete, mi jefe pudo ver otras cosas. En este libro acertó, encontró una veta, alcanzaba a notar la llegada de un movimiento cultural muy importante que se extendería por todo el mundo y que sigue vigente, volviéndose cada vez más complejo.
Ahora se habla de que el rock está muerto, de que ya no es lo que era. Y sí, hay muchas complicaciones, las cosas no son como antes. Pero él le atinó: el rock iba a durar mucho tiempo. Neil Young decía: There’s more to a picture than meets the eye. En La nueva música clásica se predijo algo, bueno, se hizo un manifiesto pacheco donde se comenta que estaría bien que se hiciera un centro cultural en Los Pinos, donde se pudieran presentar libros. Y eso justamente acaba de ocurrir. Entre bromas, pero el tipo vaticinó algunas cosas.
Qué opinas del periodismo musical que se hace hoy en México, considerando que tu padre es una suerte de mentor omnipresente para muchos.
Hay mucha gente interesada en ejercer el periodismo. Con el Internet se multiplica al infinito la cantidad de personas que escriben sobre música, hay muchos convirtiéndose en pequeños expertos de discos o canciones. Veo con temor que si le digo a Google que me interesa tal rola de los Beatles, ésta se reproduce y crece un virus que me ataca con cientos de notas sobre el tema hasta que me fastidio y no quiero volver a leer del asunto. Hay mucha información que no sé si sea real, pienso en robots haciendo ese trabajo. Sin embargo, en los medios todavía hay gente escribiendo de música, profesionales muy serios que aman su trabajo y que, como mi jefe, se apasionan cuando piensan y escriben sobre música.
Bajo estas circunstancias, ¿es pertinente seguir reflexionando alrededor de la existencia de una contracultura?
Sí, claro. Obvio que se pasa por momentos flacos. Hay nuevas formas de consumir la música que le han venido a dar en la torre a varias cosas, pero en ciertas comunidades y lugares la contracultura está viva. Decía mi jefe: demasiado viejo para rocanrolear y demasiado joven para morir. Mucha gente se siente así y dice: yo crecí con esto y no lo voy a dejar. Hay salud en ciertos movimientos y espacios, como en el Multiforo Alicia, donde se presentará La nueva música clásica el 25 de julio. Además hay muchas bandas, una escena muy nutrida que no llega al estrellato, pero, ¿tener éxito significa dejar de ser contracultural? Ahí tuerce el rabo la puerca, dirían.
La contracultura es un fenómeno necesario en cualquier sociedad donde existan vacíos culturales y rigidez en las tendencias del sistema. Por necesidad y placer la sociedad crea sus propias formas. La contracultura es libertad. No sé si viva su mejor momento, pero sí que si el rock muriera no sería de manera natural, sino gracias a un homicidio perpetuado por quienes prohíben expresiones disidentes.
A lo largo de La nueva música clásica hay dos bandas que con frecuencia se mencionan: los Rolling Stones y The Beatles. Me pregunto si tu padre tuvo la oportunidad de escuchar “Now and then” (anunciada como la última canción de los de Liverpool) y el álbum más reciente de los Stones, Hackney diamonds.
Sí. Alcanzó a escuchar eso. A partir de su accidente, desde 2009, ya no pudo escribir. Y, pues, lo tuvimos aquí, en casa, pero seguíamos consumiendo música. Entre yo y otros amigos procurábamos mantenerlo al día. Él padecía una amnesia de lo reciente, lo cual le impedía crear recuerdos nuevos. De cualquier manera, como sabemos, como se ha demostrado, la música conecta con niveles neuronales más profundos que la misma memoria. Hay quienes padecen Alzheimer y con música regresan un poquito. Era el caso de mi jefe, él se acompañaba con la música que amaba, además de los libros, las películas y la poesía. Yo lo veía disfrutar y me parecía que estaba bastante bien de salud, no demostraba ninguna amnesia en esos casos. Le llegué a poner lo más reciente de Leonard Cohen y conectaba con el autor directamente, a pesar de no haber oído nunca esa música.
Él era muy feliz viendo a los Rolling. Le sorprendía mucho la capacidad de Mick Jagger para comportarse tan jovial a sus ochenta. Ellos dos se llevaban poco tiempo, tenían una diferencia de meses. Y le encantaron “Sweet sounds of heaven” y “Angry”. Me sorprendió mucho verlo así, como un niño, acercándose a la tele, al borde del asiento, tratando de ver más de cerca a sus ídolos. Disfrutaba mucho el aquí y el ahora, casi como la primera vez. Pasamos buenos tiempos a pesar de la pena de estar lesionado porque descansó mucho del personaje, de todas las responsabilidades que éste tenía. Logró dedicarse a eso, a descansar, y seguimos comunicándonos a través de las artes.
*La nueva música clásica se presenta el próximo 25 de julio en el Multiforo Alicia a las 18:47 hrs. La entrada será libre.
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